Los pontaneses ya se han pronunciado y el miedo ha arrasado. Daniel Tejero no podrá presentar candidatura a las municipales del próximo 28 de mayo. Recordando aquella primera manifestación convocada por la Asociación Justicia Poética en las calles de Puente Genil, la verdad es que no me sorprende. Se protestaba contra la corrupción de Esteban Morales Sánchez. También contra el jefe de policía consumidor de prostitución infantil Lorenzo Humanez Aguilar. El fallecido Jesús Candel y miles de personas recorrimos las calles del pueblo. Prácticamente todos éramos foráneos. Los vecinos de Puente Genil en su práctica totalidad se encerraron en sus casas. Muertos de miedo. Uno peculiar: el miedo que un rebaño de 10.000 ovejas puede tenerle a un solo perro. Algunos nos miraban desde las ventanas abriendo rendijas mínimas en sus cortinas. Y se apartaban sobresaltados si dirigíamos la mirada hacia arriba, casi cayendo de espaldas como en una peli de terror de serie B. Ese miedo…
El miedo, la dictadura moderna
Antaño las dictaduras se imponían con las armas. Hoy no hace falta pegar un solo tiro para someter a masas descomunales de población a las que además se les hace creer que son libres. Este nivel de latrocinio y corrupción que soportamos los españoles a manos del poder político actual, la España de los 50 y los 60 no se lo hubiera tolerado a Franco por mucho ejército que tuviera. Pero aquella otra generación no era ésta que tenemos ahora. El miedo de esta pusilánime generación de cristal es terreno abonado para la peor de las dictaduras: la que llega disfrazada de democracia.
Y así está el mundo. Dividido entre un puñado de seres humanos corruptos hijos de puta que nos esclavizan y nos someten a todos en su beneficio, y otro puñado (cada vez más creciente)de seres humanos despiertos, conscientes y responsables que buscamos el fin de la tiranía de los corruptos. Y entre medias de ambos, una mayoría de seres humanos aborregados, inconscientes y dormidos que son la mano de obra esclava de los corruptos.
Quizás ha llegado el momento de que los despiertos empecemos a mirarnos entre nosotros y dejemos de mirar a los borregos. Básicamente porque es inútil querer salvar a quienes no quieren ser salvados. Y así nos va…
