Ay, la comodidad. Que levante la mano aquel que quiera que continúe el hambre en el mundo… ¿Nadie? Vamos, alguien tiene que haber… ¿No? Que levante la mano aquel que quiera la perpetuación de las guerras… ¿Otra vez ausencia absoluta de manos? No puede ser… ¿Seguro que nadie quiere la guerra? Mmmmm… Que levante la mano aquel que quiera políticos corruptos que nos chupen la sangre mientras ellos viven como reyes… Aquí han de levantarse manos sin duda… ¿Tampoco nada? ¡Vaya!
Si repitiera esas tres preguntas por todo el mundo, entre individuos de diferentes razas, de diferente sexo, de diferentes culturas y de diferentes estratos sociales y económicos… ¿alguna vez conseguiría que una sola mano se levantara? ¡Yo creo que no! Y si la humanidad quiere determinadas cosas por unanimidad… ¿Qué ocurre para que tengamos exactamente lo contrario de lo que queremos? Yo lo llamo el umbral de la comodidad.
Podemos caminar sobre cadáveres, podemos ver la tragedia y la destrucción en toda su crudeza, podemos manchar nuestras manos de sangre… Lo que sea para no perturbar nuestra comodidad. “No hay nada que yo pueda hacer”, será el pensamiento de la mayoría. ¡Claro que lo hay! Pero implicaría cruzar ese umbral de la comodidad. Y preferimos este mundo de mierda mientras podamos sentirnos moderadamente cómodos.
“¿En serio están muriendo niños de hambre inútilmente? Calla, calla, que empieza el partido del Barça. ¡Chaval, ponme una cervecita!”
¿Y por los que te importan?
Quizás sea que no se trata de nadie que nos importe… Pero tampoco es eso. Hace unos años lo experimenté con honda tristeza. Personas seleccionadas debían elegir a las 5 personas más importantes de su vida para regalarles una canción (5 euros) y conseguir que esos cinco pilares de su vida hicieran lo mismo. La recompensa: un hogar de acogida para mujeres víctimas de maltrato. Qué sencillo, ¿verdad? Cientos de personas fueron introducidas en el reto. Sólo dos lo completaron. La mujer que fue mi compañera de todo durante once años (por algo la escogí) y yo mismo (por algo me escogió). Nadie más estuvo dispuesto a cruzar su umbral de la comodidad, ni siquiera por las personas más importantes de su vida. Pero yo volveré a la carga. Si supierais cuántos tesoros se esconden al otro lado de ese umbral…
“Pero mira que te pones pesado… Y oye que te digo, ¿en serio Messi se quiere ir del Barça?”