TREINTA DÍAS PARA INFORMAR SOBRE TREINTA AÑOS DE INFAMIA Y DOLOR

Publica la agencia EFE que el Ministerio Fiscal ha solicitado la apertura de juicio oral en la causa principal del Caso Kote Cabezudo. Y que la Audiencia Provincial ha dado traslado a la acusación particular de todo la causa para que se pronuncie al respecto. Y es verdad. Apenas me lo ha notificado el procurador y ya lo he empezado a ver publicado en distintos medios.

Treinta días para analizar treinta años de abusos sexuales, de pornografía infantil, de vejaciones, de revelación de secretos, de amenazas, de corrupción de menores, de violaciones… Treinta años de dolor que hay que recorrer en treinta días y decidir si estamos conformes con la conclusión del Sumario o si se ha quedado algo en el tintero que aún estemos a tiempo de reclamar.

Para algunas de las víctimas 30 años de infamia y dolor. De miedo y rabia. De humillación y silencio. En mi caso se abre un periodo de treinta días hábiles para hacer balance de siete años, un mes y diecisiete días de trabajo que se me han hecho eternos. El periodo de tiempo transcurrido desde que aquel 10 de enero de 2013 firmé la primera querella contra Kote Cabezudo hasta hoy que me comunican que el Ministerio Fiscal por fin ha dicho algo así como «Ok, ya está, juzguemos a este cabrón».

Siete largos años, los cinco primeros en completa soledad, sosteniendo almas rajadas y rajándome yo. Siete largos años regados de frustración, impotencia, desesperación y muchas lágrimas. Pero siempre aferrado a la necesidad de reparación de todas esas mujeres rotas pero valientes y a las pequeñas batallas ganadas, insignificantes al principio, pero que a fuerza de golpear finalmente tiraron abajo el muro que el poder levantó frente al violador.


Ganando la batalla, perdiendo la guerra

Tal vez la noticia de la solicitud de apertura de juicio oral contra Kote Cabezudo por parte del Ministerio Fiscal lleve a la euforia a muchos y les haga sentir que estamos ganando, que se va a hacer Justicia, que las víctimas obtendrán reparación a sus treinta años de dolor…

Estamos ganando la batalla, pero estamos perdiendo la guerra. Estamos perdiendo la guerra mientras Odón Elorza, el amigo de Kote Cabezudo, siga paseándose por el Congreso de los Diputados como si la cosa no fuera con él. Aquel que con sus acciones y/u omisiones hizo posible y favoreció tanta infamia y tanto dolor en la ciudad de San Sebastián, en el corazón del poder legislativo. Créanme que estamos perdiendo la guerra.

Estamos perdiendo la guerra mientras Ana Isabel Pérez Asenjo, la jueza que con sus innumerables resoluciones no ajustadas a Derecho protegió a Kote Cabezudo y humilló a sus víctimas, siga vistiendo puñetas sin haber recibido ni el más mínimo correctivo por sus actos. Créanme que estamos perdiendo la guerra.

La buena noticia es que yo sigo creyendo que podemos ganarla. Que basta una persona para marcar la diferencia. Y que un buen día esa persona puedes ser tú, lector. Tal vez un día tras otro se junten miles de «tú» dispuestos a marcar la diferencia. Y que de pronto un día nos despertemos y descubramos que son los Odón Elorza y las Ana Isabel Pérez Asenjo del mundo quienes están empezando a perder la guerra.


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