El mal tiene un sello de miseria propio. Tan propio que personas distintas en contextos distintos pueden llegar a actuar bajo un patrón de comportamiento tan similar que sus realidades y su miseria se tocan como uno fuera plagio del otro.Piensen en ello y analicen conmigo. Un tipo asqueroso se dedica a abusar sexualmente de menores. El tipo tiene contacto / relación con político con poder. El político con poder se chisca en la inocencia/indemnidad sexual de esas niñas. El político con poder se alinea con el agresor sexual e intenta protegerlo. La opinión pública descubre lo que hace el político con poder. El político con poder se hace la víctima. La prensa mira hacia otro lado no sea que el político con poder toque sus subvenciones…
A todo lo anterior pueden ustedes ponerle de nombre Odón Elorza o Mónica Oltra, tanto monta monta tanto. La miseria moral de ambos resulta pavorosamente idéntica. Y frente a las Mónicas Oltras y los Odones Elorza, se elevan las Irene Montero, los Fernando Grande Marlaska, los Pedro Sánchez… La prueba andante de que todo ese discurso del «Hermana yo te creo», «Si tocan a una nos tocan a todas», «Me too», etc, etc, etc no es sino una colosal función de circo con la que expoliarnos los bolsillos.
Tristemente en esa función de circo tengan claro que no somos los espectadores de la función. Si acaso las focas que levantan la nariz y palmotean aplausos que ni comprenden a cambio de una raspa de pescado. Sí, queridos lectores. Porque pasan cosas como la de Odón Elorza y Mónica Oltra. Conocemos miserias del calibre de estos dos escombros humanos… Y no pasa absolutamente nada. No les quepa duda que si imputan algún día a Odón Elorza por proteger a Kote Cabezudo, lo mismo nos deleita con un baile tradicional vasco y unas risas.