TRAS EL SUICIDIO INFANTIL DE OVIEDO…

suicidio

El suicidio infantil sacudió el pasado viernes la ciudad de Oviedo. Mi ciudad. Dos niñas gemelas salieron de su casa en un cuarto piso para ir al colegio. En vez de eso, subieron dos pisos más, dejaron las mochilas en el rellano y se lanzaron por la ventana del sexto. No es un caso aislado. A primeros de mes otra chica de 20 años en Gijón que arrastraba una historia de bullying en su adolescencia. En febrero otras dos mellizas también de 12 años en Cataluña. En mayo de 2021 Kira López de 15 años (por rescatar uno de los más mediáticos a cuenta de la lucha de su padre por hacer Justicia). Y me ha dado por reflexionar…

Lo primero que me llama la atención es la forma en que se pretende silenciar la realidad. «Trágico suceso» es el eufemismo más utilizado para no decir SUICIDIO INFANTIL. Supongo que «trágico súceso» diluye mucho más fácilmente cualquier responsabilidad. Responsabilidad que de alguien tendrá que ser, digo yo. Porque si un niño, en un país occidental donde todas las necesidades materiales están sobradamente cubiertas, decide que no tiene razón alguna para seguir viviendo, algo tenemos que estar haciendo rematadamente mal.


Suicidio infantil y responsabilidad del Estado

Cada suicidio infantil es un mundo y las causas pueden ser múltiples y complejas. Pero el acoso escolar se encuentra tras la mayoría de ellos. No soy padre. Y no siéndolo no me atrevo ni siquiera a imaginar el horror de saber que no puedes proteger a tus propios hijos… porque el Estado te lo impide. Sí, así de crudo. En España la escolarización es obligatoria. Y no existe la posibilidad como sí existe en otros países de asumir la escolarización de tus propios hijos en tu casa, concurriendo a los exámenes oficiales y demostrando que se alfabetizan. Si dejas de llevar a tus hijos al colegio, la Fiscalía promoverá un expediente de desamparo y el Estado te quitará su tutela. Y entonces será mucho peor para ellos…

Así pues, el Estado te obliga a llevar a tus hijos a un lugar donde pueden ser torturados. Más aún, te obliga a seguir llevándolos allí aunque allí estén siendo torturados. Algunos lo son hasta el límite de decidir quitarse la propia vida antes que volver allí. Y no pasa nada. Lo titulamos «trágico suceso» y la vida sigue…

Los hijos, hoy por hoy y a mi modo de ver, son el perfecto espejo que refleja la perversa tiranía del Estado frente a la sumisión y docilidad de la ciudadanía. Entregamos el control de nuestros hijos al Estado, aunque ello signifique que acaben muertos. Peor aún si directamente te los tutela la Administración. Acabarán prostituidos. Pero qué les voy a contar de docilidad que ya no sepan. Si no hace tanto permitimos que nos aislaran de nuestros mayores y les dejamos morir como perros, solos, sin una mano conocida que cogiera las suyas. Resignados a que simplemente nos dieran una cajita con sus cenizas y una palmada en la espalda. Reflexionemos seriamente hacia dónde caminamos…


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