Messi le comunica al F.C. Barcelona vía burofax su decisión de abandonar el club y todo el planeta fútbol contiene la respiración a la espera del desenlace. No importa si eres fanático del Barça o del Madrid, si eres argentino o inglés, si amas a Messi o le odias… Ni siquiera importa si el fútbol te da más o menos igual. Hay en la noticia algo intrínsecamente perturbador con independencia de tu origen, tu sexo, tu edad, tu religión y tu ideología política.
Y es que corren tiempos en los que el mundo parece estar desmoronándose por momentos. Todas las certezas que hacían de nuestra vida algo previsible y aparentemente seguro están cayendo como fichas de dominó, una tras otra. Las certezas son los cabos que nos sujetan los pies a la Tierra y todos esos amarres invisibles han ido saltando por los aires en esta era CoVid que nos está tocando vivir.
Messi y lo inesperado
Al día le sigue la noche. Tras la tormenta llega la calma. Primavera, verano, otoño, invierno. El Gordo y el Flaco. La dama y el vagabundo. Simon and Garfunkel. Pin y Pon. Epi y Blas. Messi y el Barcelona…
Son las asociaciones reconocibles e inamovibles las que nos dibujan un escenario acogedor y reconfortante para la vida. Si esas conjunciones eternas se rompen, ¿cómo tener esperanza? Si lo de Messi y el Barcelona no es para siempre, ¿cómo puedo esperar que mi pareja lo sea? Si hasta Messi y el Barcelona pueden traicionarse, ¿cómo creer en la amistad? ¿Cómo depositar confianza en nadie? ¿Cómo volver a caminar por la calle sin mirar a ambos lados a cada momento? Si Messi y el Barcelona terminan entonces es cierto que el mundo es un lugar hostil, caótico y despiadado donde realmente la incertidumbre, el dolor y la muerte acechan tras cada aparente bendición…
O también puedes dejarte de dramas y celebrar que la vida es continuo cambio, permanente sorpresa y una oportunidad constante de explorar diferentes posibilidades.