LA MUERTE Y YO

La muerte y yo

El de hoy es un artículo especialmente duro, así que lo enfrentaré sin rodeos. Me estoy muriendo. Es así. Me muero y no me queda demasiado tiempo. He consultado a varios especialistas y ninguno es capaz de darme una estimación exacta, pero todos están de acuerdo en algo: será poco. Muy poco. Apenas un suspiro. La muerte y yo nos miramos a los ojos.

Pero no estoy triste, al contrario. Mirar a la muerte a los ojos es un ejercicio que te cambia la vida. La semana pasada muchos me preguntaron cómo hacía para vivir sin ningún miedo. Si, como yo, piensas que la muerte no es el final, es sencillo: la vida es un juego en el que no puedes perder. Si, por el contrario, piensas que la muerte es el final, es igualmente sencillo: ¿por qué iban a asustarte las pequeñas pérdidas de la vida si estás en último caso condenado a perderlo todo?

La muerte y yo

Así que, sabiendo que moriré pronto y que no tengo nada que perder (o que lo perderé todo), he salido esta mañana a la calle y he disfrutado de mi pequeño paseo por el parque como si cada sensación fuera genuinamente nueva. La lluvia fina y el frío en las mejillas que a muchos les amarga el día, para mí es un milagro. Sería idiota si dejara que el clima me estropee el día. Hoy podría ser el último. Me muero.

De vuelta a casa me he cruzado con una chica de larga melena negra y su perfume, delicado y fresco, me ha hecho girarme sin pensarlo.

-Perdona, – se vuelve sorprendida y me mira. –¡Me encanta lo bien que hueles! ¿Cómo se llama?

-¡Vaya, gracias! – su sonrisa desconcertada me ilumina el resto del día. –Realmente no lo sé – y sigue riendo mientras nuestros pasos se alejan…

¿Qué por qué le dije eso? Así lo sentía… Y te he dicho que me muero, ¿estás sordo? El miedo es un lujo que ya no me puedo permitir. Podría habérselo tomado mal, es cierto. Pero eso tampoco habría cambiado mi estado de ánimo. Te lo repito una vez más, me estoy muriendo.

El resto del día lo pasaré en su mayoría haciendo cosas que ame hacer y que espero me permitan dejar un legado de amor cuando mi luz se extinga. Hoy no se me ocurre nada que pueda quebrantar mi felicidad. Disfrutaré del atasco al entrar y salir de la ciudad. Disfrutaré de todas las personas que la jornada me regale, aunque lleguen cargadas de veneno. Disfrutaré incluso de los pequeños o grandes accidentes que puedan acontecerme. Sería idiota si hiciera depender mi felicidad de condicionamientos externos cuando sé que me estoy muriendo. Y si mañana me son concedidas veinticuatro horas más, daré gracias por ello y me lanzaré a un nuevo día de sensaciones intensas, ansioso por descubrir qué aventuras me esperan.

Si todo va bien, moriré superados los noventa años. Como te dije al principio, apenas un suspiro. Noventa años en un Universo de trece mil setecientos millones de años. Una gota de agua en medio de la lluvia.

Esto que tengo y que me está matando se llama vida. Ya has comprendido que tú también lo tienes, ¿verdad? Sí, amigo, te mueres. ¿Que qué puedes hacer? ¡No seas idiota!


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6 Comments

  1. says: Antonio ParrillaMuñoz

    Morir? Todos lo sabemos, pero miramos para otro lado y no hacemos ni caso a esa verdad irrefutable y cierta./ todo el que nace, está en la certeza de que tiene que morir, pero por causa de la idiotez humana, piensa que cuando llegue ese momento, mientras llega, tendrá tiempo para dedicarse a tonterías improductivas para su tiempo de vida.- Ignora que ese momento de tránsito. Llega sin avisar, cometiendo la torpeza de prestar atención a su orgullo, su vanidad, sus erróneos pensamientos y deseos.
    Magnífica entrada y reflexión, amigo Mario.

  2. says: Marí

    Sublime Mario!!
    Cuando he empezado a leer, se me ha encogido el corazón.
    Según he seguido leyendo, empecé a darme cuenta del tiempo que he desperdiciado en pensar o en mirar hacia otro lado, como si la muerte no fuera conmigo.
    Dios mio yo también me estoy muriendo, y me estoy preocupado por banalidades.
    Cuando mi mente empiece a divagar creyéndose eterna, reelere lo que has escrito.
    Un abrazo❤?‍♀️?

  3. says: Manuel

    Empezamos a morir desde que nacemos. Cada día que pasa falta un día menos para la muerte, pero es un perdido si no lo hemos vivido, disfrutado y compartido con las personas que nos importan.

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