Cuando el 7 de mayo de 1945 la capitulación de la Alemania nazi puso punto final a la II Guerra Mundial, la detentación del auténtico poder era cosa de Estados. Las Naciones buscaban erigirse en potencias y si una pretendía el dominio de otra/s más allá de lo razonable, la guerra estaba servida. En cualquier caso la guerra siempre ha sido la consecuencia de una disputa por el poder. La lucha por el poder aun a costa de vidas humanas, matar a otros para obtener o conservar el poder, eso es lo definitorio de la guerra. El cómo es accesorio, tan solo una escenografía.
La escenografía del siglo XX era perfectamente reconocible. Se reducía básicamente a países y armas. Y a matarse hasta que un país se rindiera o no quedaran más combatientes de ese país que matar. Y el vencedor detentaría el poder. Simple.
En los últimos 75 años el escenario ha cambiado radicalmente. La globalización, las tecnologías de la información y el universo paralelo de internet, han desplazado paulatinamente los centros de poder. Y así hoy los Estados sólo son el poder tras el auténtico poder. Ningún Estado del mundo desarrollado es ya cien por cien dueño de su soberanía. Todos forman parte de estructuras supranacionales que les controlan. Si lo piensan detenidamente los Jefes de Gobierno de las naciones están maniatados para todo aquello que se salga del plan global. Y si se dan cuenta, ningún Estado del mundo desarrollado está en guerra tal y como se concebía la guerra en la primera mitad del siglo XX. Al auténtico poder ya no le interesa. Las armas hacen demasiado ruido y provocan demasiados estragos. Hay otras formas de ganar más poder…
Guerra silenciosa
Si echamos la vista atrás y nos preguntamos por qué se luchaba en la I y sobre todo en la II Guerra Mundial, no habría mucho debate. El mundo entero entró en guerra porque estaba en juego la libertad de la humanidad. Permanecer libres o caer sometidos al yugo del nazismo. Aquel III Reich que Hitler soñó por mil años y que amenazaba a las naciones libres…
Hoy, 75 años después, el mundo es un lugar muy diferente. Y desde la aparición del CoVid 19 la misma vida es también muy diferente. Y como si de una guerra silenciosa se tratara, todo el mundo está siendo testigo de que entre la población civil se van formando bandos. No he encontrado un análisis más certero de la realidad social emergente que el planteado por Vernon Coleman, doctor inglés y autor de varios bestsellers. Con independencia del bando en el que cada cual se sitúe, y obviando el posicionamiento del Sr. Coleman, creo que la inmensa mayoría podríamos estar de acuerdo en que lo que dibuja es un fidedigno reflejo de nuestras sociedades actuales. Te invito a dedicar poco más de diez minutos para escucharle antes de concluir mi artículo.
Y ahora, lector que has llegado hasta aquí, quiero que reflexiones sobre algo que seguro te ha pasado desapercibido: en toda la historia de la humanidad ninguna sociedad fue menos libre que tú hoy. Te lo voy a repetir bien alto a ver si comprendes la transcendencia de la afirmación: EN TODA LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD, NINGUNA SOCIEDAD FUE MENOS LIBRE QUE TÚ HOY.
La libertad de la humanidad en juego
No puedes ir libremente a donde quieras. No puedes trabajar libremente. No puedes reunirte libremente. No puedes abrazar libremente. No puedes besar libremente. Y ni siquiera puedes situarte bajo el cielo infinito y respirar libremente…
Y ahora te pregunto: ¿no dirías que la libertad de la humanidad está en juego? Quizás la III Guerra Mundial ya ha comenzado y simplemente la mayor parte de la población ignora que está en la contienda. Porque aun no han comprendido que esta vez los bandos no son países y los combatientes no portan armas de fuego. En esta guerra no se disparan balas. Se dispara miedo. Los muertos, lo son de miedo. Y veo gente acribillada por todas partes. Están muertos y aún no lo saben.
Continuará…
Fantástica «lucidez» la de Vernon Coleman.
Confirma mis palabras a uno de mis hijos al principio de la «Pandemia»: Hijo, no te confundas, esto es la tercera Guerra Mundial encubierta!
Llamadme loco, ya estoy acostumbrado.