Podemos afronta el horizonte electoral del 23 de julio con la reciente muerte de Ciudadanos como espejo de su más que probable destino. No hace mucho, tanto los naranjas como los morados, ilusionaban a millones de españoles hastiados del bipartidismo impenetrable y rapaz de PSOE y PP. Se nos presentaron como la nueva política, ¿recuerdan? Venían a traer aire fresco. A acabar con la casta. A terminar con la España de rojos y azules…
El partido de Pablo Iglesias agoniza. Qué lejos queda aquel movimiento del 15M que unió a tantos y tantos españoles, primero en la indignación y después en la esperanza. Muchos fuimos los que observamos aquel fenómeno social como una posibilidad de cambio real. Tras tantos años de corrupción y crímenes de los grandes partidos que se turnaban el poder en ciclos constantes e irremediables, el Podemos de Iglesias irrumpió con fuerza como una promesa de política diferente.
Cuando las barbas de Ciudadanos veas pelar…
Dicen que el tiempo coloca siempre todo en su lugar. Y si algo ha demostrado el paso del tiempo es que Podemos no ha podido. Y es una pena, porque si sus dirigentes hubieran sido aquello que decían ser, cuando nos pretendían convencer de que no eran como socialistas y populares, honestamente creo que habrían podido aglutinar una mayoría de apoyos suficiente para un cambio que ciertamente urge como el respirar.
Escuchamos de boca de Pablo Iglesias que era indecente que un político viviera en un chalet alejado de la ciudadanía. Y en cuanto pudo, se mudó al casoplón de Galapagar. Escuchamos de boca de Pablo Iglesias que era una vergüenza que Ana Botella acabara de alcaldesa de Madrid teniendo como único mérito el ser la mujer de José María Aznar. Y ahí tenemos a Irene Montero como Ministra de Igualdad. Reclamaban de la casta política que asumieran los errores con dimisiones. Y nos regalaron el despropósito del SóloSíesSí con la masiva excarcelación de violadores sin que se plantee nadie ni por asomo la dimisión…
Así podríamos seguir enumerando las incontables contradicciones de Podemos. Con el paso del tiempo la gente se ha dado cuenta de que no son muy distintos de aquellos otros que vinieron a depurar. Podemos se desangra. Otros vendrán a recoger a sus votantes. Pero nada cambiará. Porque cada vez es más obvio que el problema son los partidos. Y da igual cuáles sean las siglas. Siempre perdemos los ciudadanos, que estamos tan jodidos como el ex partido de Rivera.