Inmortal no es un evento cualquiera. Es una fiesta única que se celebra una vez al año. Y no es para cualquiera. Ser invitado a Inmortal requiere que hayas asistido a alguno de los retiros más exclusivos de Diego Dreyfus. Y no todos pueden asistir. Tan solo los 100 primeros que confirmen su asistencia. Si todavía no tuvieras ni idea de quien es Diego Dreyfus y me preguntaras a mí, te diría que es un niño amoroso y juguetón en el cuerpo trabajado de un adulto consciente y creador.
Este año Inmortal ha tenido lugar el 20 de enero en Atkun Chen (Tulum – México), en el interior de una majestuosa cueva natural. Dos globos gigantes blancos presidían la fiesta y con su mensaje daban idea de la esencia de nuestro anfitrión: «Te vas a morir» – «Inmortal». Esa contradicción permanente sobre la que cabalga Dreyfus sin esconderse es quizás el secreto de esa autenticidad suya tan atípica que nos ha atrapado a millones.
La vibración inmortal
Podría decir muchas cosas de la fiesta que vivimos la noche del 20 de enero. Extraordinario el mimo con el que se cuidaron todos los detalles. Excelente el trato dispensado de principio a fin. Todo el personal de Diego, de diez. Pero si tengo que destacar algo por encima de todo lo demás: la vibración omnipresente del amor, que es lo único inmortal de cada uno de nosotros. En torno a 100 personas de diferentes lugares del mundo vibrando amor y celebrando la vida. Sabiendo que moriremos y sabiéndonos inmortales en el amor. Así de contradictorio y así de mágico.
Somos y atraemos lo que vibramos. No es algo que crea, lo sé. Y yo te diría que el pasado sábado noche el centro vibratorio del Universo se concentró en una caverna natural de la Riviera Maya. Entre luces, roca, música tecno, Humo de Dios, y el amor de 100 humanos inmortales que se van a morir…