Pavel Durov, el CEO de la plataforma Telegram ha sido detenido en Francia acusado de promover el terrorismo y el tráfico de drogas con su plataforma. En este mundo global actual los espacios de libertad individual vienen siendo perseguidos con inusitada ferocidad por el sistema. Telegram es una aplicación similar a Whatsapp pero con unas características específicas que garantizan extraordinariamente la privacidad y la seguridad de las comunicaciones de sus usuarios.
Telegram permite las comunicaciones sin necesidad de compartir el número de teléfono. Es posible interactuar sin desvelar ningún dato personal. Telegram posibilita conversaciones que no permiten capturas de pantalla. Ni reproducciones en dispositivos no móviles. Sus usuarios pueden eliminar las conversaciones para ambas partes en cualquier momento. Y se puede salir de la aplicación sin dejar rastro alguno frente a terceros. Es evidente que para los Gobiernos de todo el mundo, ávidos de control sobre los ciudadanos, Telegram es el mal.
Pavel Durov y el precio de negarle al sistema el control de los individuos
Nos dicen que la detención de Pavel Durov se debe a que su plataforma promueve el terrorismo y el tráfico de drogas porque allí se forman grupos con esos fines. Y el argumento no puede ser más tendencioso. ¿Vamos a detener a los fabricantes de pistolas porque promueven los asesinatos que se cometen con sus productos? ¿Por qué no detenemos también a los que venden las bolsitas de plástico en las que se envuelve la droga por promover el tráfico? Detengamos igualmente a quienes alquilan pisos o locales por los delitos que dentro de sus inmuebles cometan los arrendatarios. Prohibamos directamente el derecho de reunión y así terminamos de un plumazo con las organizaciones criminales…
La falacia es grosera. Y el objetivo muy perverso: acabar con todo espacio de libertad que escape al control de los Estados. Pero tristemente cuela. Lo experimentado a raíz de la pandemia de Covid 19 en cuanto a limitaciones de libertad individual, se ha convertido en una constante. Los Gobiernos nos venden una y otra vez seguridad como pretexto para recortar nuestra libertad. Y vencen nuestra resistencia mediante el miedo. Cuanto más miedo tenga el ciudadano, más consentirá que se le controle. Lamentablemente cedemos casi sin pestañear. Y pronto será ya demasiado tarde para reaccionar…
