Desde que publiqué mi libro “¡Yo soy Dios!” he asistido a todo tipo de posicionamientos en relación al título de mi obra. Unos pocos se sienten seducidos por él, algunos lo perciben como una afirmación completamente ajena a ellos y otros reaccionan de forma visceral, sintiéndose atacados o cuando menos incómodos con la engreída prepotencia del autor.
Siempre digo lo mismo: el título es para el lector. Y el objetivo del libro, que cada uno de los lectores sepa, o mejor dicho recuerde, que es Dios.
-¿Y en qué consiste exactamente ser Dios para ti? – me preguntaron en cierta ocasión.
Ser Dios consiste en primer lugar en saber que soy esencialmente amor. Porque más allá de sentirlo, sencillamente lo soy, amor.
Consiste en saber que no hay separación entre tú y yo o cualquier otro ser vivo o cosa, como no la hay entre mis manos y mi corazón o mi cabeza.
Consiste en saber que esta experiencia humana no es más que un juego en el que el tablero es el Universo y que tiene unas pocas reglas que lo hacen divertido.
Consiste en saber que puedo vivir las experiencias más extraordinarias y llenas de amor que pueda imaginar con personas igual de extraordinarias y llenas de amor.
Consiste en saber que puedo tener el trabajo de mis sueños haciendo sólo aquello que ame hacer y que me haga sentir plenamente realizado.
Consiste en saber que puedo crear tanta riqueza como desee para mí mismo y para el mundo.
Consiste en saber que el bienestar y la felicidad es mi estado natural de ser.
Consiste en saber que puedo gozar de un sexo increíble y fascinante que me eleve al cielo con mujeres (en mi caso, tú con lo que a ti te guste) igualmente increíbles y fascinantes.
Consiste en saber que no hay límites para nada y que, como en cualquier juego, la gracia está en que cada día puedes ganar y puedes perder las mini partidas de cada jornada, pero nada te impide volver a jugar a la mañana siguiente.
Consiste en todas esas cosas y en muchas más, pero si puedes leer entre líneas ya habrás descubierto que ser Dios consiste básicamente en saber. Saber que lo eres. Porque quien no lo sabe es exactamente como si no lo fuera.
-¿Y por qué ser Dios no consiste simplemente en chasquear los dedos y terminar con el hambre o las guerras? Para saber por qué no, tendrás que aguardar al próximo domingo…