¡UN MUNDO CON LOS MISMOS DERECHOS!

¿Cómo sería vivir en un mundo en el que todos tuviéramos los mismos derechos? Nos referimos al derecho a vivir, expresarse, a caminar por la calle libremente. También al derecho a trabajar, a recibir asistencia sanitaria cuando se necesite. A poder estudiar, leer en público o escribir un post y publicarlo en Internet. Sería bonito pero a día de hoy es hasta utópico, pese a que la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 6 explica que: “Todo ser humano tiene derecho en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica”. 

¿Qué significa esto? Simple y llanamente que los derechos que son inherentes a todo ser humano, deben ser reconocidos en todas partes. Supone el reconocimiento de que una persona es persona como tal. Y por el mero hecho de existir ya es persona. Por lo que esa condición de persona tiene una serie de derechos que le garantiza la propia Declaración Universal, es decir, nadie nace perteneciendo a un amo. Nadie nace esclavo. O por lo menos nadie debe nacer sujeto a la propiedad de nada ni nadie. Antiguamente la esclavitud se basaba en este concepto: un esclavo pertenecía a un amo y quedaba sujeto a su forma de vivir, de trabajar e incluso de morir porque no contaba con derecho alguno. Estaba en el mundo pero no era persona. 

Sin embargo el mundo de hoy, en el que algunos vivimos tan cómodamente, amenaza el cumplimiento de este derecho tan lógico y básico. Y lo hace cada día. A veces incluso silenciándose por parte de algunos medios de comunicación. Veamos algunos ejemplos.


Derechos no reconocidos cada día en todo el mundo

Durante la dictadura de Argentina más de 300.000 personas desaparecieron. A día de hoy sigue sin saberse el paradero de muchas de ellas. Y de cara al mundo las manifestaciones de las Madres de la Plaza de Mayo, simbolizaron el horror de esas familias que habían visto a alguno de sus miembros desaparecer. Otros países latinoamericanos como Chile, Guatemala o Perú también practicaron aquello de hacer desaparecer a los disidentes. 

Hoy es Colombia la que como el río Guadiana, aparece y desaparece en las telenoticias del primer mundo debido a sus altercados callejeros. El origen de ellos al parecer, fue la protesta por una reforma fiscal. Pero lo que no se remarca es que más de 300 personas han desaparecido. Aquellos que lo viven en primer plano, que salieron a la calle a protestar, declaran hacerlo con miedo y sobre todo, acompañando a jóvenes de su familia, por el temor a que estos sean secuestrados y nunca más se vuelva a saber de ellos si simplemente, salen a la calle solos. Hacer desaparecer a alguien es faltar a la base, no solo del artículo 6, sino de toda la Declaración Universal de los Derechos Humanos en general. 

También cada día vemos inputs sobre personas que escapan de sus países de origen buscando una oportunidad mejor más allá del mar, de una valla o frontera. En España sabemos bien que lindando al Sur con Marruecos, lo que se vive en Melilla o en las Playas del Tarajal, es solo la punta del iceberg de un problema mayor. 

Muchos senegaleses, marroquíes y habitantes de un mundo que compartimos pero que nos queda lejos, viven cada día como apátridas. Se sienten parte del todo, buscan oportunidades fuera de su lugar de cuna, pero no cuentan con «papeles» que les garanticen en muchos sitios un trabajo digno, una atención sanitaria adecuada y un lugar en la sociedad. Los apátridas viven en carne propia cómo día tras día se viola la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y el artículo 6 es uno más entre los papeles mojados. 

ACNUR cifraba en 2019 un total de 4,2 millones de personas en el mundo que no tienen patria, que son apátridas. No cuentan con una nacionalidad y por tanto, no pueden acceder a servicios básicos como la educación o la atención médica. Tampoco cuentan con libertad de movimiento en el propio país o fuera de él. Como tampoco existe para ellos la posibilidad de trabajar legalmente o de tener propiedades. Pero sí la de sufrir un mayor grado de pobreza que el resto. 


¿Y qué ocurre si eres mujer en algunos lugares del mundo?

Para terminar y sin que sirva de alegato feminista, debemos decir también que el artículo 6 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos no se cumple para las mujeres en determinados países. En determinadas sociedades las mujeres dependen de su padre, hermano mayor o marido para todo. No tienen independencia ni siquiera para poder decidir que quieren aprender a leer o escribir. Muchas son juzgadas, lapidadas  y asesinadas por alzar un poquito la voz o por escaparse para aprender cosas tan básicas como el alfabeto. 

No es extraño encontrarnos con noticias que nos hablan de que una mujer ha sido juzgada por querer conducir un vehículo. Su papel en determinados lugares está supeditado al cuidado de la casa, crianza de los hijos y ser la sombra de quien realmente ostenta los derechos de toda la familia ante la sociedad: el hombre que posee su propiedad. 

El artículo 6 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos se viola cada día. Poseer personalidad jurídica propia es algo básico para nuestro primer mundo, para las personas y para las entidades, empresas y compañías que operan en él. Pero más allá del horizonte que vemos en esta sociedad “desarrollada”, existe una visión más quimérica del artículo 6. Para muchas personas no existe personalidad jurídica alguna. Tampoco posibilidad de aprender, de leer, de escribir o de pasear libremente. Solo el deseo de que algo cambie en su realidad. Porque en muchos casos ni siquiera llegan a conocer que posibilidades hay muchas. Tantas como tonos pueden existir en la gama cromática. 


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