EL CRECIMIENTO PERSONAL EN LA VIDA

Para empezar digamos que poco se habla del crecimiento personal. Es decir, de crecer de puertas para adentro. O más bien en el interior de uno mismo. Y conseguir con ello ser mejores personas, enriquecernos nosotros mismos, autocuidarnos y que dentro de nuestro ser florezca alegría para que podamos transmitirla también a los demás.

El crecimiento personal se compone de muchos aspectos de la vida de uno: las creencias que uno tiene en su mente, pensamientos (buenos y malos) y que se refuerzan a medida que se va adquiriendo más experiencia. También de las sensaciones y emociones que tenemos y que nos hacen seguir adelante o en un momento dado, puede que también estancarnos. Las relaciones, los vínculos con los demás, las experiencias también suman a la hora de valorar el crecimiento personal de uno mismo.

Porque igual que no nacemos “sabidos”, no crecemos si no experimentamos, sentimos, olemos y soñamos. Todos estos aspectos son los ingredientes esenciales que cada uno de nosotros tiene en la receta de su vida. Así la manera en que se mezclan, baten, hornean y se ingieren después, determina si el crecimiento va a más o nos estanca. Y el estancamiento ya se sabe, deja de oler bien cuando lleva un tiempo asentado.


El cambio es parte de nuestro crecimiento personal

Antes de empezar a cocinar ese crecimiento personal, debemos asumir que la vida misma es un constante proceso de cambio, porque todo avanza o evoluciona sin parar. Ya lo decía Heráclito: ‘Nadie se baña dos veces en el mismo río’, o lo que ha permanecido para la posteridad: ‘Todo fluye, nada permanece’. Así, si nos concienciamos de que por muy quietas que estén las cosas, todo cambia a nuestro alrededor, podremos valorar que en realidad todo es siempre cambiante, hasta uno mismo. Si decides quedarte quieto, ya estás decidiendo parar. Pero ello no significará que el resto del mundo pare también.

Y decidir parar también es sentarse y mirar para nuestros adentros. Valorando por qué debemos tomar aire y quedarnos en el mismo punto de partida en el que nos encontramos cuando nos sentamos. Es decir, que hay que mirar hacia adentro. Crecer en nuestro interior e intentar sentir que somos parte de algo más grande que se escapa de nuestras manos. Somos parte y contribuimos a que el resto del mundo sea como es.

Cambiar es parte de nuestro proceso de crecimiento personal. Además conlleva autoreflexión y también una mirada hacia dentro. Sobre todo para acabar valorando si estamos donde queremos estar. Si estamos satisfechos o buscamos algo que nos llene de otra manera o que nos haga ver el mundo en el que estamos y del que formamos parte con otros ojos.


Claves para crecer y conocerse uno mismo

De igual manera que se dice que leer es alimentar la mente, vivir, soñar, respirar y tratar de ser feliz es clave para el crecimiento personal. Y el proceso será tan complicado como quieras que sea. Porque la batuta de cada uno la tiene uno mismo. Al igual que el camino también será el que cada uno quiera recorrer.

Por ello la clave está en preguntarse qué se quiere. Cuestionarse qué hace uno haciendo lo que hace. Llenarse de aquello que realmente satisfaga. Leer. Dormir y descansar todo lo que se pueda. Sonreír. Agradecer cada día lo que se tiene y lo que se puede compartir. Pronunciar: «gracias» cada vez que sea posible. Empatizar.

Y si se trata de hacer listados, empecemos por uno básico, con las claves a tener en cuenta para un verdadero crecimiento personal. Tómenlo como diario de a bordo, como listado de tareas (pendientes) y sobre todo, como propósitos a emprender para un auténtico crecimiento personal:

1. Conócete. Descubre qué quieres, qué sueñas, qué te puede hacer feliz. Conociéndote y cuidándote podrás cuidar y querer a los demás.

2. Sal de tu zona de confort y regálate la satisfacción de decirte a ti mismo: lo conseguí o al menos, lo intenté.

3. Ten un plan para cambiar si es lo que quieres. Si no, deja fluir, verás como al final todo acaba recolocándose y como dice el refrán popular: “El tiempo pone todo siempre en su lugar”.

4. Abre la mente. Porque como decimos, todo cambia, nada permanece. Tampoco nosotros deberíamos.

5. Aprende a no juzgar. Los pensamientos negativos, los prejuicios y la negatividad son elementos incapacitantes que frenan, que no dejan crecer ni empatizar y por tanto, que no ayudan a ese crecimiento personal que estamos buscando.

Así que pensando en positivo, visualizando cosas buenas, sonriendo y siendo agradecido, habremos ganado mucho. A veces no se trata de hacer un pulso con el mal humor. Sino de desechar aquello que no nos suma y que nos vuelve la piel cetrina y nos apaga. Al fin y al cabo se trata de vivir y de hacerlo de manera equilibrada: creciendo, aprendiendo y recogiendo aquello que tardamos años en sembrar.


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