La mejor base sobre la que asentarse cuando hablamos de alimentación saludable es la que marca el dicho “somos lo que comemos”. Esto es porque según comamos, estaremos colaborando más o menos a mantenernos sanos. Decía Hipócrates que lo recomendable es que “tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento”. Y es así como nos encontramos unos cuantos milenios después preguntándonos cuántos complementos alimenticios serán necesarios para que se nos caiga menos el pelo en otoño, para que las articulaciones no nos duelan tanto cuando se llega a los 40. O para que durmamos como santos cada noche si es que llevamos una temporada llamando mal a Morfeo.
La alimentación saludable se basa simplemente en comer de todo lo que nuestro cuerpo admita y sea beneficioso para nuestra salud. Ya hemos hablado también de que dietas hay muchas y comer bien o saludable va más allá de hacerse vegano, flexivegetariano, ser carnívoro únicamente o alimentarnos solo de pescado. Unos buenos hábitos alimenticios nos ayudan a estar mejor. A tener más energía cuando la necesitamos y a contar con reservas para que el organismo al completo funcione correctamente. Pero, ¿qué ocurre cuando añadimos a nuestra dieta algunos complementos alimenticios? ¿qué son estos en realidad?
Los complementos alimenticios son preparados que contienen vitaminas o minerales. Se utilizan para complementar dietas que carecen de las cantidades adecuadas de los mismos o para suplementar el desgaste que generaría la práctica de deporte intenso, la falta de horas de sueño o épocas de estrés. Los hay de muchos tipos, marcas y cantidades. De muchas variedades también. Además, los podemos encontrar de origen natural basados. Por ejemplo, en jalea real, própolis, levadura de cerveza o polen o aquellos otros que incluyen entre su composición determinadas cantidades de minerales.
Pero, como en todo lo que concierne a la salud y a la vida saludable, es preferible seguir una serie de hábitos que realmente son beneficiosos para el organismo. Estos puede ser la ingesta ordenada de comidas y cenas, ejercicio regular, descanso, consumo de líquidos para mantenerse hidratado, etc. antes de lanzarse a consumir complementos alimenticios que en realidad lo que van a hacer es complementar, nunca forjar la base de unos buenos hábitos.
Consumo de complementos alimenticios en España
Según una encuesta realizada en 2021, uno de cada cuatro españoles suele recurrir al consumo de complementos alimenticios. De hecho, el 45% de los encuestados declararon haber consumido este tipo de productos en los últimos 12 meses, siendo las mujeres las que más recurren a ellos. La mayoría de las personas aumentó más de un 74% el consumo de complementos alimenticios tras la pandemia. Son las vitaminas (85%) por las que más se suele optar. A éstas les siguen los complementos que contienen minerales (36%), los ácidos grasos esenciales (35%), los probióticos (34%), los aminoácidos (27%), los complementos para ganar masa muscular (22%. O los productos botánicos (22%) y las algas (8%).
¿Y cuál es la forma de consumo? Fundamentalmente en preparados. A través de píldoras, cápsulas, polvos (hidrolizados), tabletas, extractos o líquidos. Pueden mezclarse cómodamente con otros alimentos de consumo diario como los zumos, el agua, la leche o las bebidas vegetales o el café. Este tipo de productos puede adquirirse en herbolarios, farmacias, pero también en tiendas online. Las principales razones que llevan a los usuarios a consumir complementos alimenticios es para lograr sentirse mejor, con mayor vitalidad y más fuerza.
Aunque también los hay que consumen este tipo de productos para tratar de mitigar la ansiedad y el estrés de su día a día. Además de aquellos otros que aseguran tener problemas de sueño e insomnio. Con este tipo de productos logran regular sus horas y calidad del dormir. Según datos aportados por la Sociedad Española de Neurología, entre el 25-30% de los adultos españoles padecen insomnio transitorio. Y entre el 10-15% sufre insomnio crónico. El punto más curioso en los análisis sobre consumo de complementos alimenticios es el conocimiento que tienen de ellos todos aquellos que los consumen. En la mayoría de los casos, su consumo se produce por iniciativa propia, sin consulta a un especialista previamente e incluso sin la visita al médico. “Está la Sanidad como para ir a consultarle nada”, dirán.
Sin embargo, todos podemos ser conscientes de las necesidades que tiene nuestro cuerpo y de las carencias que puede empezar a mostrar nuestro organismo. Si dormimos mal, analicemos qué nos lleva a no regular nuestro sueño, consultemos con un especialista y, por último consumamos complementos alimenticios. La cuestión es que a veces el orden de los factores sí altera el producto y vale más observarnos y tratar de llevar un orden en nuestros hábitos saludables, que consumir productos que a corto plazo pueden darnos una respuesta a la necesidad que presentamos. Además en otras ocasiones pueden derivar en efectos secundarios que desconocemos.