Terminó la segunda semana del juicio contra Kote Cabezudo en San Sebastián y ya se ha iniciado la tercera. Sin duda es emocionante el valor y el coraje de las víctimas y el trabajo de su abogado Mario Díez. Después de la instrucción del sumario, era una quimera llegar hasta aquí. Pero aquí están el letrado y las víctimas.
Él haciendo un trabajo jurídico impecable y meritorio junto a Oihana Ezquerro. Dos abogados insobornables que manejan una causa de miles de folios con sentido jurídico y conocimientos para evidenciar ante el Tribunal la comisión de los gravísimos delitos sexuales cometidos por el acusado.
Las víctimas, almas y vidas averiadas, perdedoras que ante el Tribunal se presentan como ganadoras de una batalla contra un acusado y una estructura de poder que le apoyaba. Mujeres de primera que han tenido el coraje de no ceder, de defender su derecho a que se les repare el formidable daño causado. Y él, Kote Cabezudo, con una al menos aparente desconexión con la realidad que tiene delante, como renunciando a su defensa.
Asumiendo que la condena va a ser histórica y apuntando maneras de estar un poco “pallá”. Exhibiendo indignidad por arrobas. Descoordinado con sus defensores, como esperando ya solamente a que una mano de arriba le pueda sacar de la cárcel después de ser condenado en una sentencia que se prevé durísima a la vista de los hechos probados y grabados en video. Incluso hay momentos en los que su maldad, como la de todos los malos de verdad, trata de travestirse de benevolencia hacia quién ha dañado.
En el inicio de la vista oral los defensores de Kote propusieron la declaración de varios testigos nuevos no propuestos en el escrito de conclusiones iniciales. Una de ellas, una mujer cuya identidad es reservada, pongamos A.M.R., que fue citada para declarar el pasado día 16. A.M.R. compareció en hora en la Audiencia Provincial de San Sebastián, en el vetusto edificio de la calle San Martín, acompañada de una hermana suya. Esperó durante un rato. En la Sala los abogados de Kote solicitan del Tribunal permiso para salir a hablar con la testigo antes de su declaración. Esto era una petición del acusado y ellos no habían hablado con esa chica.
Su comparecencia la solicitó Cabezudo porque había acompañado a algunas denunciantes en varias sesiones y no había denunciado al acusado. El Tribunal accedió. Los letrados salieron y se encontraron a A.M.R. Esta mujer pensó que tenía delante a los magistrados al ver a los letrados con sus togas. Le preguntaron detalles de lo que iba a declarar. Y de vuelta a la Sala para sorpresa de todos los allí presentes, anunciaron que “renunciamos al testimonio de esta testigo, porque está alterada, nerviosa”. La Sala se retiró a deliberar. Pocos minutos después aceptó la renuncia, a pesar de que fiscal y acusación consideraban que una vez aceptado el testimonio debía prestar declaración.
La testigo de la defensa también es una víctima de Cabezudo
Al día siguiente la testigo digamos A.M.R., presentó a primera hora de la mañana un escrito manuscrito en la Audiencia. En este escrito manifestaba que el día anterior “en una salida del edificio de la Audiencia, esperaba junto a mi hermana, C.M.R., para prestar declaración, entraron en la sala dos señores a quienes no conocía de nada. En principio pensé que eran miembros del Tribunal pero me dijeron que eran los abogados de Kote Cabezudo y que estuviera tranquila, que no pasaba nada”.
Me han preguntado –añadía– si conocía a M. y O. Les he dicho que sí. Uno de los dos me ha preguntado si las conocía de alguna sesión y yo le respondí que de una cuantas, bastantes. Me ha preguntado si era cierto que iban allí obligadas, abusaba de ellas y las violaba. A lo que les contesté que lo había visto con mis propios ojos y que a mí me había hecho lo mismo”.
A.M.R. continuaba en su escrito: “A continuación me preguntó por qué no denuncié entonces. A lo que contesté que en aquel momento mi familia no sabía nada, yo no estaba bien y jamás conseguí reunir el valor para hacerlo. Ambos se miraron y dijeron que iban a denegar la testifical, que ya no hacía falta que declarase. Me dijeron que podía irme, así que me levanté con mi hermana para irme diciéndome la funcionaria que teníamos que esperar a que el Tribunal decidiera. Pese a haber tomado en su día la decisión de olvidar todo y no denunciar, he sido citada a declarar como testigo de parte de Kote Cabezudo».
Y señalaba más: «Solicitud que por lo que he sabido hicieron los abogados de Kote Cabezudo públicamente y en presencia de medios de comunicación pudiendo conocer mi nombre público y prensa. Por lo que posteriormente publicó la prensa supe que mi declaración podía ser difundida y escuchada por todo el mundo. Y a raíz de esa citación judicial he tenido que pasar por el trance de contarle a mi familia y gente más cercana todo lo que pasó con Kote Cabezudo, por miedo a que pudieran enterarse por la prensa con el tremendo dolor que eso ha provocado a mí y a los míos”.
Finalmente A.M.R. termina su escrito manifestando que “no entiendo por qué después de colocarme en esa terrible situación no se me ha permitido testificar. Mi deseo es hacerlo para que se sepa la verdad y para que nadie pueda llegar a pensar que iba a testificar a favor de Kote Cabezudo, que es lo que piensa todo el mundo que ha sabido que yo era su testigo. Así que ruego que se me permita hacer la testifical para la que fui citada”.
Las acusaciones van a insistir en que esta mujer preste declaración. Más aún cuando ella misma asegura querer hacerlo y niega haber dicho que estaba nerviosa o alterada. La testigo de la defensa de Kote Cabezudo quiere contar la verdad. Explicar como fue testigo de varias de las violaciones de Kote a otras chicas, y ella misma víctima del acusado. Y no quiere que la suspensión de su declaración pueda llevar a pensar a alguien que al haber sido propuesta por Kote iba a testificar a su favor.
No se me ocurre un acto de más dignidad y valentía que el de este mujer. Uno más entre estas víctimas de Kote Cabezudo que hoy son un grupo de mujeres vencedoras frente al canalla que les destrozó la infancia y la adolescencia. Me sigo preguntando cómo es posible que en San Sebastián tanta gente que conocía lo que estaba pasando permaneciera sentada en el sofá de su cómoda vivienda mirando la tele. O cómo la prensa local y nacional ha mirado para otro lado mientras quedaba sin contar este drama de tantas y tantas niñas y mujeres que han batallado con la sola compañía del abogado Mario Díez, a quien afortunadamente no han podido doblegar.
Periodistas que han preferido vivir en una aparente y apacible ignorancia y que seguro llevan al diablo en su interior. Cuando una parte considerable de una sociedad mira para otro lado, en el fondo de sus almas reconozco la capacidad de hacer el mal o de consentir que otro lo haga. Lo siento en esta ciudad maravillosa que es San Sebastián cada día, porque cada día me cruzo con gente que se me acerca para aplaudirme por haber sido el único periodista en interesarme por el caso. Y para confirmarme que “aquí todos sabíamos lo que pasaba, pero nadie se atrevía a denunciarlo”.
Y siento un inmenso asco de pensar en cómo se puede vivir sabiendo que un hombre lleva decenas de años violando mujeres, muchas menores, y seguir paseando por La Concha o por el Casco Viejo como si no sucediera nada. Claro que ya lo había vivido cuando ETA asesinaba y chantajeaba cada día. Yo no renuncio a tratar de que los hijos de puta no ganen. Lo aprendí desde pequeño, en mi casa, me lo enseñaron mis padres y mis hermanos.
Los malos no deben ganar ni en el cole, ni en el curro, ni en la política. Hay que denunciarles y plantarles cara porque el triunfo del mal no es inevitable. En el caso de Kote Cabezudo se confirma. La testigo de la defensa es otro hito moral de sus víctimas, que le han derrotado ya antes de la sentencia que se espera grande, antes incluso de que se celebre el juicio. ¿Qué estará pensando ahora la que fue juez instructora Ana Isabel Pérez Asenjo, que tanto hizo por que no se pudiera hacer justicia? Yo solo pienso en contar la verdad, y me siento muy cerca de las víctimas. Con varias de ellas he hablado tras prestar declaración, y me quito el sombrero por su dignidad, por su coraje, por su integridad.
A todas ellas las he visto vencedoras ante el monstruo, ante el canalla que pudo destrozarles la vida para siempre. Y ahí está él, en el banquillo, haciéndose el soprendido, el raro, preparando su alegato para salir de prisión. Eso sí, sus víctimas están enteras, fuertes, majestuosas, dando la cara ante el tribunal relatando la verdad de lo sucedido, que las llevó hasta el infierno. Y lo relatan desde el cielo de quienes han sabido y podido plantarle cara al monstruo desde la legalidad, de la mano de un abogado ejemplar.
La Sala debiera aceptar a esta testigo de la defensa de Kote Cabezudo que quizá sea el certificado definitivo de defunción penal del acusado. Digamos que A.M.R. no puede quedar como alguien que quizá iba a declarar a su favor. Acudió cuando la citaron. Ahora debe hablar y el Tribunal, Kote y las acusaciones escucharla. Y después ya dictarán los magistrados la sentencia que consideren ajustada a Derecho. Desde luego Kote, como debe ser, está teniendo un juicio justo. Se está pudiendo defender, aunque la impresión que da es que se lo está poniendo difícil a sus abogados, muy difícil.
La testigo de la defensa es buena prueba de ello. El Tribunal, formado por el presidente, Augusto Maeso Ventureira, y las magistradas Marías José Barbarín Urquiaga y Ana Isabel Moreno Galindo han dado traslado a las partes personadas en la causa del escrito de la testigo y han decidido “que se esté a lo acordado”, o sea, que no declare. Resulta insólito que sea así conocido el testimonio de esta testigo, que acudió a una citación a declarar bajo obligación de decir verdad, propuesta por la defensa del acusado. Inconcebible que el Tribunal acepte que los abogados defensores, solo ellos, hablen en privado con ella y renuncien a su testimonio y lo acepten después de haber admitido su declaración en el último momento. Pero aquí queda constancia de la verdad, una vez más.
Una nueva actuación judicial que favorece al acusado, aunque llegados a este punto del juicio la impresión general de quienes han asistido a todas las sesiones es la de que la prueba en contra de Cabezudo es copiosa e incontestable, y le espera una sentencia condenatoria elevada. Conste lo sucedido con esta testigo de la defensa. Aunque no revelemos su identidad, leerá este artículo en el que queda constancia de su decencia y de su coraje. Ella no podía hacer más. Queda claro por qué no quieren que comparezca ante el Tribunal.
Y Además…
* Pedro Sánchez ha elegido un mal momento para cerrar el conflicto con Marruecos al reconocer de facto su soberanía sobre el Sahara. Ha fallado en la formas al hacerlo sin consultar a nadie, ocultándoselo a la opinión pública e incluso a Argelia, con quien ahora abre un nuevo conflicto de difícil solución. Enemistarse en plena crisis energética con el segundo proveedor de gas no parece una idea brillante pero Sánchez va a lo suyo. Sigue su camino sin encomendarse a Dios ni al diablo. Y así nos va a todos, mal, con los precios por las nubes y la amenaza de desabastecimiento en ciernes. Y en las Canarias, Ceuta y Melilla decenas de miles de marroquíes, que a ver qué hace ahora con ellos el presidente. Su sanchidad no ha resuelto los problemas con Marruecos, pero en su solución ha generado otros quizá más graves. Un lince nuestro presidente.
*Crecen las protestas sociales. Se cumple un año de la aprobación de la Ley de Huelga que permitía los piquetes. Y ahora resulta que el Gobierno, la izquierda frankenstein, a quienes protestan o hace piquetes les llaman “peligrosos virulentos de extrema derecha”. Ya cansa lo de la extrema derecha, argumento recurrente de esta izquierda inepta. Vox está sabiendo capitalizar el descontento social pero de ahí a calificar de “extrema derecha” a todos los que están saliendo a la calle va un trecho. Los mismos camioneros que fueron héroes cuando la pandemia son ahora peligrosos fascistas. Pero las protestas no van a cesar si cada día suben los precios y baja el poder adquisitivo del personal. La ineptitud de Sánchez y su Gobierno les impide verlo. Oyen los gritos pero no escuchan, y por eso van a ir a más porque el personal está harto de que no se le escuche.