LA REINSERCIÓN DE LOS DELINCUENTES SEXUALES

Según algunos expertos la falta de medios, de personal y de herramientas específicas en los centros penitenciarios, hacen que la rehabilitación de los presos que se encuentran cumpliendo condena por violación, no sea posible. En numerosas ocasiones, Instituciones Penitenciarias han acusado la falta de personal suficiente para llevar a cabo programas de reinserción para el tratamiento de presos. Pero ¿es esa realmente la razón por la que mucha gente se cuestiona si pueden reinsertarse en la sociedad los abusadores?

En un artículo publicado en 2017 por el diario El Mundo se indicaba que la tasa de reincidencia de los presos que han sido acusados por violación o abuso se encuentra en torno al 10%. Es decir, uno de cada 10 presos por violación no puede reinsertarse, ni con terapia, ni con nada. Hilando podemos detectar que quizá, Francisco Javier Almeida, el asesino del niño de Lardero (La Rioja), sea ese 1 de cada 10 que no logró reinsertarse en la sociedad tras haber sido excarcelado por violación y asesinato.

Y como él, alguno más de nuestra historia más triste y reciente. Edwin Enrique Granda: violador reincidente al que se impuso pena de cárcel por tocamientos a una niña de seis años cometidos el 20 de septiembre de 2017. Francisco Javier Corbacho: condenado por la Audiencia Provincial de Barcelona a 66 años y 6 meses de prisión por cuatro delitos de agresión sexual y tres de robo con violencia. Más conocido como “el pederasta de Ciudad Lineal». Bernardo Montoya: autor del asesinato de Laura Luelmo en 2018. José Juan Cabezudo Zabala, primero dentista y luego fotógrafo: pendiente de juicio en el que se le cuantifican 49 delitos. Entre ellos figuran abusos sexuales a menores de edad, estafa, violación… Se le conoce en San Sebastián como Kote Cabezudo.

Los medios de comunicación nos muestran que muchos de los sucesos que ocurren en torno a violadores y abusadores son por reincidencia. Si analizásemos todos obtendríamos un porcentaje mayor a ese 10% que afirman los expertos. Por ello y con una mirada crítica, deberíamos preguntarnos también si el otro 90% restante, aquel que sí es capaz de reinsertarse en la sociedad, podría ocupar puestos activos. Incluso si puede volver a tratar con mujeres y niños sin sentirse tentado a delinquir de nuevo. ¿Qué ocurre con esos casos en los que sí es posible la reinserción? Los medios de comunicación no van a hablar de ellos a no ser que expresamente se trate en algún reportaje de investigación. O se haga alguna retrospectiva a propósito de la reinserción de los violadores. 


La reinserción de los violadores y su mirada hacia el mundo

Podemos preguntarnos y abrir la posibilidad a que estas personas puedan tener una oportunidad en la sociedad. Que puedan demostrar al mundo su tremendo error. Incluso si su mirada hacia el mundo que les vuelve a rodear de nuevo, es limpia o continúa enturbiada. Es una opinión que existe en cada uno de nosotros.

Según un estudio realizado en la prisión de Brians 1 (Barcelona) en 2013: “un 94% de los reclusos condenados por delitos sexuales que se someten al programa específico de intervención para agresores sexuales (SAC) en las cárceles catalanas, no reinciden. Es decir, un 6% acaban regresando a prisión porque vuelven a cometer una agresión sexual”.  Según ese mismo artículo de la agencia EFE “los expertos señalan que la tasa de reincidencia en delitos sexuales es menor que la tasa de reincidencia delictiva general que está situada entorno al 40,3%”.

El CIS sondeó en 2019 a casi 3.000 personas. A todas ellas se les preguntaba cómo de duras consideraban que debían ser las penas a aplicar a los delincuentes que reinciden. Más de la mitad de los encuestados las consideraban “muy blandas en caso de los delitos más graves”. El 72,4% consideraba que los “delincuentes multirreincidentes deben cumplir su sentencia íntegra sin disfrutar de los beneficios penitenciarios, como medida de protección a la sociedad”.

¿Funciona la justicia? ¿Funcionan los programas de reinserción? Preguntémonos qué ocurre como ciudadanos de a pie. Está claro que no tenemos mucho que aportar a la solución pero sí podemos opinar hasta donde buenamente se pueda. Las medidas que se aplican a los presos no corren por cuenta propia sino que se estudian y aplican a través de las Instituciones Penitenciarias de nuestro país. Expertos en psiquiatría, forenses y en todo caso, la administración penitenciaria. 

Y aunque sea la Constitución quien recoja que todas las penas de prisión están orientadas a la reinserción, somos testigos de que existen casos en los que el propio sistema está fracasando. Los violadores reincidentes, los depredadores sexuales, los abusadores de menores, siguen faltando al respeto que ha de tenerse a los niños, a las mujeres y a sus víctimas en general. Vuelven a errar y el propio sistema aqueja una falta de medios para solucionarlo. Funcionan una y otra vez como una pescadilla que se muerde la cola. Y en la que el centro del problema es que toda la sociedad queda expuesta por una falta de medidas alarmante. También por una falta de soluciones. Y si no está en nuestra mano ¿ante quién debemos reclamar?


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