LA ALIMENTACIÓN Y LA VIDA SANA

Ya lo decía Hipócrates: “Que tu medicina sea tu alimento y que tu alimento sea tu medicina”. Y no iba desencaminado porque todo lo que comemos y no comemos afecta directamente a nuestra salud. No se trata por tanto de comer a menudo y variadito, sino de comer bien, de escoger los alimentos que benefician al organismo. Y de evitar aquellos otros que no nos hacen ningún bien y tomar conciencia de que nuestra alimentación, en una pirámide de prioridades, debería formar parte de la base más básica, porque alimentándonos bien conseguiremos fortalecer nuestra salud a golpe de mandíbula. 

¿Por dónde empezar? Seas omnívoro, vegano, lactovegetariano, pescetariano, flexitariano o lo que estés interesado en ser, lo primero que has de contemplar es el respeto hacia los demás. Según estadísticas del sector alimentario en el mundo, en los últimos 50 años ha cambiado la alimentación de todos. De hecho, en países como China, Taiwán o Corea del Sur, se consume más alimentos de origen animal que antes. Nuestra propia dieta, la mediterránea, ha ganado nuevos adeptos a lo largo y ancho del planeta, pero aquellos que la practicaban “de cuna”, han cambiado también sus hábitos alimenticios en favor de otros tipos de dietas basadas en el consumo de proteínas, semillas, de únicamente vegetales o de una mezcla de todo. 

El número de vegetarianos ha crecido exponencialmente en los últimos años. Muchos a tenor de las modas. Otros, por propia conciencia y porque de esta manera consideran que contribuyen a un planeta más sostenible. Aquellos que son carnívoros «per se» y que presumen de ingerir carne, en ocasiones ven amenazada su propio tipo de dieta por el crecimiento de los que prefieren no tocar los alimentos de origen animal.

Sea como sea, lo importante es ser conscientes de que debemos comer sabiendo que lo que tomamos incide directamente sobre el bienestar y nuestra salud. Por tanto, la dieta que escojamos debe ir acorde no solo con lo que pensamos, sino también con lo que nos beneficia a la salud. 


La base de la alimentación: una dieta saludable

Una dieta saludable beneficia a nuestro sistema cardiovascular, a nuestra salud bucodental y a la salud mental. De hecho, se ha comprobado que altos niveles de azúcar en sangre (por la comida que ingerimos), lleva irremediablemente a padecer problemas de corazón, diabetes e incluso depresión. Lo mismo ocurre con las comidas procesadas y ultraprocesadas. Por ello, dietistas y nutricionistas no se cansan de recomendar la ingesta de productos frescos o, por lo menos, de reducir considerablemente el consumo de productos procesados en la dieta diaria. 

Punto aparte se merece el crecimiento de los casos de obesidad en el mundo. Y alarmante también, el número de niños con obesidad: por falta de actividad física, por el predominio del sedentarismo y, sobre todo, por una mala alimentación o una mala elección de los alimentos que ingieren. 

Una alimentación saludable mejora el estado de ánimo e incluso puede llegar a mejorar también la confianza que cada uno tenemos sobre nosotros mismos. Que lo que comemos nos siente bien, no nos resulte pesado, nos aporte energía (que es realmente para lo que sirve comer) y facilite que nuestros órganos funcionen sin riesgos ni extremos que los debiliten a la larga, hace que la preocupación por las dietas saludables haya crecido con el tiempo y que cada vez preocupe también más. ¿Y cuántas veces debemos comer?

Hace algunos años se recomendaba comer hasta 5 veces al día. Para evitar, decían, el picoteo entre horas. Después la recomendación también pasaba por ingerir hasta 5 piezas de frutas y verduras cada día. Hoy, muchos nutricionistas son de la opinión de que no importa cuántas veces se come, siempre que ese acto responda a una necesidad: se debe comer cuando se tiene hambre, porque el cuerpo necesita alimento. Y, eso sí, siempre productos que sean saludables. 

Carbohidratos, proteínas, grasas… todas son necesarias para la buena marcha de nuestro organismo. Lo importante es comer con conciencia, conscientes de lo que tomamos y desechamos, tratando de contribuir a un planeta más sostenible o con el objetivo único de estar sanos. Al final, eso es lo que importa. 


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