LA EMPATÍA Y LA COMUNICACIÓN CON LA MIRADA

Dicen que los ojos son el espejo del alma. Esto se refuerza ya que tenemos que llevar más de la mitad del rostro cubierto por una mascarilla. Es entonces cuando hablamos de sonreír con los ojos, expresar con los ojos… y comunicar con los ojos, o más bien, a través de la esclerótica. La esclerótica es la capa de color blanco que sirve de marco para el iris de nuestros ojos. Se trata de un rasgo de la evolución del ser humano que no se encuentra en otras especies animales. De hecho, ni los gorilas, ni los chimpancés ni otros primates presentan tanto blanco en sus ojos. 

En los humanos la esclerótica o la capa blanca del ojo, enmarca la mirada y permite a los interlocutores percibir hacia donde se dirige la visión, hacia donde apunta. Dota a ese simple movimiento de comunicación propia y consigue que dos personas que se miran, puedan hablar sin pronunciar palabra. La esclerótica puede evidenciar según su color: enfermedad, cansancio, estrés o muchas otras patologías del individuo; basta con que cambie un poco de color, se amarillee o deje asomar alguna que otra venita roja. “Tienes los ojos rojos, estás cansado”, debería traducirse más bien por “tu capa blanca ahora es roja, descansa”. 


El gen de la empatía

Pero hay más. Según puso de manifiesto un estudio titulado «Reading the mind in the eyes test» (El test de la lectura de la mente a través de los ojos) y publicado en la revista Molecular Psychiatry hace más de 20 años, es posible que en el globo ocular e incluso en su parte blanca, se encuentre la razón genética por la que una persona es más empática que otra.

Alrededor de 2017 y basándose en este estudio, varios investigadores decidieron indagar junto al equipo de la compañía genética 23and Me, cómo y por qué el ADN influye en la lectura de la mente que algunas personas hacen sobre otras, es decir, cómo determinadas personas son capaces de empatizar con otras hasta tal punto que son capaces de saber qué piensan sobre algo y qué quieren hacer sobre ese algo. 

En el estudio participaron más de 89.000 voluntarios de todo el mundo. Los resultados no dejaron indiferente a nadie: las mujeres gracias a su cromosoma 3, son más capaces que los hombres de leer la mente. Además, los ojos, que de verdad son el espejo del alma, son capaces de mostrar qué siente la persona y facilitan la lectura de la mente abriendo camino entre el suponer y el saber qué siente el otro cuando nos mira. 

La empatía es un bien escaso y más aún cuando la distancia social se ha metido de lleno en nuestras vidas y ni siquiera cabe en ocasiones la posibilidad de mirarse a los ojos y detectar qué siente o qué piensa el otro. 


La mirada como forma de comunicación

Sin embargo, ser empático no está de más. La empatía hace referencia a la capacidad que tiene una persona de ponerse en el lugar del otro. Así, si se es muy empático, uno es capaz de sentir pena o alegría con la pena y la alegría de otra persona que puede estar incluso a cientos de kilómetros. Cultivar la empatía se ha convertido en un imprescindible en campos como la publicidad o el marketing, desarrollando en algunos casos vertientes que se dedican a trabajar en ello, como es el caso del marketing emocional. De hecho, se acogen a la certeza de que los seres humanos (unos más que otros) somos seres emocionales por encima de la racionalidad.

A esa emoción se le puede sacar partido comercial y aunque digan que el orden de los factores no afecta al producto, en este caso es emoción más emoción, igual a buen resultado comercial si se quiere. Pero a efectos prácticos y en nuestro día a día podemos llegar a usar muchos mecanismos que potenciará la empatía con los demás mas allá de la distancia social, las llamadas virtuales o telepresencialidad. El cómo es sencillo: reduciendo la agresividad, anteponiendo soluciones positivas a los posibles problemas, como se dice en el argot popular: intentando darle la vuelta a la tortilla. 

Si lo tenemos en el ADN podemos mostrarlo a los demás con los ojos. La mascarilla no tiene por qué afectarnos para nada el ser empáticos, no debe suponer ningún escollo para nadie. De modo que si los ojos son el espejo del alma, a no ser que también nos los tapemos, no tenemos ningún obstáculo para empatizar. Todos estamos preparados para comunicar e incluso para hacerlo con los ojos. 


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