Pablo Rivadulla en entrevista concedida hace tiempo recogida esta semana por La Voz de Galicia, dijo que decidió llamarse Pablo Hasél. Así con tilde en la é, en homenaje a un personaje, un guerrillero que ejecutaba a una monarquía. No recuerdo el nombre completo pero una parte era Hasél. Me lo quedé. Y ya Hasél, Rivadulla, decidió apropiarse del afán de cargarse una monarquía. Tarea en la que persevera con el apoyo de Podemos, muy especialmente de su portavoz parlamentario Pablo Echenique, que va sin frenos en la tarea.
Hasél se ha ciscado también en la ortografía, porque es sabido por quienes han estudiado un poco, que las hispanizaciones de antropónimos de idiomas que no utilizan el alfabeto latino deben de tildarse “a la española” (Tolstói, Saúd). Aunque se respetan las tildes de los nombres en idiomas que utilizan el alfabeto latino (André, João). Otra cosa son los hispanohablantes que tienen nombre extranjero que pueden utilizar las dos opciones, a gusto del interesado: Jessica, Jennifer, Yésica, Yénifer.
Hasél: un progresista revolucionario
Para situar al personaje hay que saber que Hasél no es un pobre de solemnidad ni un excluido social desde la infancia. Su padre fue un veterano de la represión a sangre y fuego en el Valle de Arán (Lérida) del maquis comunista. Después montó en su ciudad natal una empresa de desratización de edificios, y le fue bien.
Bueno pues la condena a Hasél, ha sido la excusa perfecta para que Pablo Iglesias le haga saber a Pedro Sánchez que cómo le toque los huevos o se plantee siquiera romper el Gobierno, le incendia la calle, «comme il faut». Como lo hacen los profesionales del vandalismo. Han estado tres días y noches destrozando locales y mobiliario urbano. Atizando con adoquines y señales de tráfico a la madera.
Solo ha faltado el equipo pancartero habitual de guardia en el Círculo de Bellas Artes, con Sabina y la Jime, los hermanos Barroso, los hermanos Bardem con mami, Luis García Montero y su señora, Almudena Grandes. La izquierda caviar que hasta protege abusadores. Y claro, el pianista de cámara amenizando. Pero ha habido manifiesto de artistas en defensa de Hasél, como no podía ser de otra forma. He leído que han firmado 200, con un par.
En las manifestaciones vandálicas han saqueado diferentes locales, en especial tiendas de ropa de moda, que es lo que les va a estos progresistas revolucionarios. He visto una foto en El País magnífica de Albert García, en la que un vándalo corre con ¡12! chupas en la mano. Todas iguales, de estilo camuflaje militar, de un Zara de Barcelona. El tipo las robó con sus correspondientes perchas. Un delincuente ordenado. O a lo mejor es que para la venta posterior suma la percha. Me confirma la policía que no hay noticia de que hayan saqueado ni una sola librería estos defensores de la libertad de Hasél y de la revolución pendiente.
Condenado… condenas y más condenas
Hay que aclarar que Hasél no ha sido ingresado en la prisión de Lérida por ninguno de sus vomitivos tuits, ni por ninguna de las miserables letras de sus patéticas canciones. Hasél ha ingresado en prisión porque tenía antecedentes por agredir a testigos y a periodistas, destrozar sedes del Partido Socialista de Cataluña y asaltar una sucursal bancaria. Debido a que tenía antecedentes no podía evitar el ingreso en prisión, como hizo con sus primeras condenas.
Primero vino la condena por las agresiones que él y sus sicarios le suministraron a Alexandre Oró y Enric Pinyol, de TV3 y a Oscar Mirón, del diario Segre. Grababan el asalto de Hasél y los suyos al despacho del rector de la Universidad de Lérida. A Hasél y compañía no le gustan los testigos, como un De Vitto cualquiera de andar por Lérida.
Antes de su primer delito, Hasél era un cantamañas más que se paseaba por tugurios varios tratando de abrirse camino como rapero y exhibiendo el kalashnikov que lleva tatuado en el brazo. En sus ratos libres se paseaba por las redes sociales diciendo que: “ojalá vuelvan los Grapo”, “merece que explote el coche de Patxi López” o “gora ETA”. No he encontrado ningún elogio del FRAP pero seguro que lo tiene en su libro de éxitos. Por todas esas expresiones fue condenado por un delito de odio, nada que ver con la libertad de expresión. Esquivó la cárcel porque la condena era leve y no tenía antecedentes.
Pero Hasél además de un cafre, es tenaz. Terminó en el banquillo de la Audiencia Nacional por una canción titulada “Juan Carlos el bobón”. En la que retrataba al Rey emérito como un “capo mafioso” y un “putero”. También por 64 mensajes de Twitter en los que ensalzaba con entusiasmo la actividad terrorista de ETA y los Grapo. Inicialmente le condenaron a 2 años pero finalmente quedó en 9 meses por enaltecimiento del terrorismo. Por injurias a la Corona y a las instituciones del Estado le cayó una multa de 38.000 euros. Hasél no la pagó y la multa amplió su condena a 2 años y 4 meses.
Después llegó la condena por atizarle a los colegas de TV3 y Segre. A éstos les lanzó a la cara un bote de limpiacristales (ni me imagino qué les habría hecho si hubieran sido de El Mundo o de OKdiario). Las demás por la ocupación de la sede del PSC, por coaccionar a una testigo en un juicio a la que llamó: “chivata de la policía” para después decirle: “te mataré hija de puta, ya te cogeré”. Por estos últimos hechos le condenaron el jueves pasado a 2 años y 6 meses. Es por ello que ha ingresado en prisión por las condenas anteriores, que según la ley no le permiten la remisión de condena, como sí ocurrió en condenas anteriores.
Hasél defendido por Unidas Podemos
Su abogado Diego Herchhoiren en declaraciones a El País, define a Hasél, al que se supone que conoce bien, como: “un buen amigo pero un mal cliente”. No se si será porque no paga o porque lo hace con retraso, porque trabajo sí que le da el poeta de la revolución pendiente al letrado y amigo. Si es buen amigo la verdad, supongo que no le cobrará el colega. Y por último, el pajarito tiene pendiente otro proceso por un intento de asalto a la Subdelegación del Gobierno en Lérida, en protesta por la detención en Alemania del fugitivo Carles Puigdemont.
Y claro Hasel, defendido a saco por Unidas Podemos, es muy respetuoso con las mujeres. Aquí tienen algunas lindezas del joven tan bueno y tan demócrata por el que arden las calles: “Cualquier zorra de mierda se cree irresistible. Me ofende que esa zorra crea que voy a hacerle caso porque tenga un coño y dos tetas. Y resulta que si llamas zorra a tipejas como Esperanza Aguirre algunos tarados te llaman machista. Cuanta tontería”. O este comentario sobre Ana Pastor de Ferreras: “Ulrike Meinhof sí que era una buena periodista no la zorra mercenaria de Ana Pastor”. Estas son frases de Hasél en las redes sociales. Hasél, al que defienden con ardor guerrero Iglesias, Echenique y su mariachis.
La condena de Hasél llevó a Podemos, con Echenique e Iglesias de jaleadores oficiales, a organizar un plan de festejos populares insuperable: ataques a sedes de medios de comunicación, lanzamiento libre de adoquines y apaleamiento con señales de tráfico a policías, asalto y saqueo al por mayor de comercios, excepto librerías, con especial atención a los de ropa de moda, gincanas de contenedores ardiendo y demás actividades lúdicas típicas de la revolución pendiente, con vigilancia muy próxima y algunas cargas de la Policía Nacional en Madrid y, por gentileza de la Generalitat de Cataluña, un trato un poco más cordial de los Mossos de Escuadra.
Yo lo que no entiendo es por qué si las protestas eran en defensa de la libertad de expresión y para que el Gobierno lleve al Congreso una modificación de la ley que fortalezca el derecho a la libertad de expresión, las manifas y los destrozaos no los hicieron en la calle Ferraz, delante del Congreso o de Presidencia del Gobierno. Será que por allí no hay Zara, Gucci, Hermés, New Balance y demás marcas que afanan los defensores de Hasél.
Y Pedro Sánchez acojonado por sus socios de Gobierno, salió rápidamente a decir que el Gobierno tiene previsto hacer esas modificaciones legales para fortalecer los derechos de expresión y de ¡¡manifestación!! (como si no se hubieran manifestado a gusto sin haber solicitado las preceptivas autorizaciones gubernativas). Acelerar una modificación legislativa por las actuaciones vandálicas de estos adalides de la libertad que arramplan con la ropa de moda de los comercios es lo que le queda a Sánchez y su Gobierno.
Venga Echenique, Pablo, apreteu un poco más que lo tenéis ganado. Y la nueva ley que aprobéis llamadla “Ley Hasél”. En la presentación de la misma que amenice la velada el pianista de cámara, que seguro que ha disfrutado del espectáculo de sus compatriotas revolucionarios. Sería un dislate reformar el Código Penal por la coacción de unos cuantos. Sería señalar el camino para reformas posteriores que le plazcan a cualquiera. El efecto Hasél como ejemplo para quienes aspiren a alguna reforma legislativa.
El gobierno centrado en alentar el vandalismo y en las reformas legislativas
Y para abrochar este artículo una reflexión en voz alta. En plena pandemia, en medio de una hecatombe sanitaria, económica y social sin precedentes en la que el personal ha tragado con todo, ¿cómo tienen cojones algunos para hacer que ardan las calles y rematen a muchos comerciantes porque a Pablo Hasél le han metido en el talego por enaltecimiento del terrorismo, delitos de odio, agresiones a periodistas, amenazas y coacciones a testigos? Cada día mueren más de 200 personas por el Covid y el personal sin vacunar y ¿éstos (los de la revolución callejera y el Gobierno) centrados en debatir sobre Hasél y alentar el vandalismo en la calle? Así nos va. País.
Ustedes que me conocen, saben que soy un defensor de la libertad de expresión sin duda alguna. Lo que no defiendo es la barra libre sin ningún límite. Porque sucede que con las palabras se puede hacer mucho daño, y se puede también delinquir, sí. Hay varios tipos delictivos que se cometen con las palabras que no afectan a la libertad de expresión, por ejemplo: las injurias, las calumnias, las amenazas o el falso testimonio.
Y cuando mencionen a Hasél, por favor, no me hablen de arte. Arte son Joe Pesci, Gandolfini, De Niro, Pacino, los Beatles, los Rolling y Camarón. Hasél es un rapero infame, un delincuente reincidente y un victimista profesional apoyado, utilizado y jaleado por Podemos para advertirle a Pedro Sánchez de lo que le espera si osa romper este Gobierno que no hay ya quien lo aguante.
Podemos es especialista en convertir en iconos a indeseables, no es solo Hasél. Antes fueron Alfon, condenado a 4 años tras ser detenido con un artefacto explosivo con potencia para causar daños graves. Con antecedentes por una orden de alejamiento tras agresión sexual, robo e insultos a menores. Rodrigo Lanza, condenado a 20 años por asesinato agravado tras liquidar a un hombre en un bar de Zaragoza por llevar unos tirantes con la bandera de España. Con una condena anterior por dejar tetrapléjico a un policía local de Barcelona. O Andrés Bódalo, sindicalista andaluz condenado a tres años y seis meses por agredir a puñetazos y patadas a un concejal socialista de Jódar, Jaén.
Vaya alineación, Pablo y Pedro, vaya equipazo para defender. Ya os vale.