La felicidad es un concepto emocional complejo. O al menos así es como lo tratan de definir los expertos. Porque cada uno tiene un mayor o menor nivel de felicidad en su vida y cree tenerlo, siempre que se compara con el de al lado o empieza a hacer balance sobre lo que quería y lo que finalmente alcanzó. ¿Es entonces la felicidad una forma de medir los logros? Sinceramente, no lo creemos así. No lo deberíamos medir así. Porque felicidad es un logro en sí misma. Quizá el mayor logro que puede y debe alcanzar una persona a lo largo de toda su vida. Y no debe de cejar en el empeño de conseguirla.
La felicidad es como pocos, uno de esos sentimientos que aparecen con cuentagotas, que se disipan en el tiempo porque la sensación permanente de estar feliz no perdura. Sí la de ser feliz. Y es casi más sencillo reconocer si se es que si se está. De hecho hasta la RAE hace esa diferenciación, exponiendo en la definición de felicidad que se trata de «un estado de grata satisfacción espiritual y física”. De plenitud diríamos, aunque esto lo añadimos nosotros. Tremendas diferencias las que se encuentran entre el ser y el estar. Y más si cabe, si de lo que estamos hablando es de ser feliz o estar feliz. Ahí es donde radica todo.
La felicidad son pequeñas cosas que ocurren todos los días
En redes como Pinterest o incluso en los propios buscadores de Internet, al teclear la palabra felicidad los resultados arrojan muchas imágenes y frases en las que llama la atención el enfoque de disfrutar de los pequeños momentos de simple felicidad. También animan a ver todo con altos grados de optimismo. “Sé feliz no porque todo sea bueno, sino porque veas lo bueno en todo”, dice una de ellas. E irremediablemente encontramos una clara relación entre ser feliz y ser optimista. Aunque en realidad, una no tiene por qué ver con la otra.
Estar feliz es estar contento. En educación emocional se traduce en colorearlo todo de amarillo y asociar este color con la felicidad. Entonces, si es tan sencillo reconocer cómo se siente un niño cuando se le explican los colores asociados a sentimientos ¿por qué a un adulto se le antoja tan difícil saber cuándo está feliz? Identificar si se es feliz ya son palabras mayores. Tal vez porque a medida que se crece, lo simple deja de tener sentido y la rutina se termina haciendo bola, en lugar de disfrutarla.
La felicidad se puede encontrar en muchos aspectos cotidianos, relacionados incluso con el placer: poder quedarse cinco minutos más en la cama después de que haya sonado el despertador, saborear un chocolate caliente cuando se tiene frío, disfrutar de un agradable paseo bajo el sol de la primavera, la risa de un niño, a veces incluso contagiosa. Incluso rememorar un recuerdo bonito o crearlo, a sabiendas de que eso que se vive, en el futuro formará parte de un recuerdo más. Disfrutar de una comida agradable, con o sin sobremesa.
Porque como decía Benjamin Franklin: “La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días”.