POLÍTICA YA SIN UNIFORMES

Política ya sin uniformes

El Gobierno se pertrechó de uniformes en las comparecencias ante la prensa en la sede de la Presidencia para tratar de respaldar con ellos y con el doctor Simón y algún otro “especialista” el alud de críticas a su pésima gestión de la pandemia del coronavirus. Con Don Simón les falló el plan. Quemarle en primera instancia para poder decir que le eligieron ellos, sí, pero que ya cuando la crisis sanitaria del ébola le eligió portavoz la entonces ministra de Sanidad Ana Mato, con la bendición de M. Rajoy, “se fuerte, te llamo mañana”.

Pero hete aquí que el desastre de las cifras, el pico y las falsas esperanzas se llevó por delante a Don Simón frente a la opinión pública antes de que pudieran esgrimir el argumento. Entonces quedaron los políticos, Illa y compañía, junto a los policías, guardias civiles y militares. Mala idea. Junto a los números adulterados y desesperanzadores que facilitaba el ministro, los uniformados nos saturaban con cifras inagotables de identificados, sancionados y detenidos. Y entre comparecencia mixta y comparecencia mixta, el “Aló presidente” de los fines de semana (lleva once ya el tío, sin despeinarse).

Hasta que llegó el día en que el general Santiago, jefe del estado Mayor de la Guardia Civil, hizo una lectura del guión previsto dejando claro que el Gobierno había ordenado a la Benemérita y la Policía perseguir (ahora ellos, en lo que llaman “nueva normalidad” lo denominan “monitorizar”) las informaciones críticas con el Gobierno.

El ministro Marlaska, antaño el juez favorito de la derecha, hoy paladín de la izquierda socialcomunista, antes contrario a la Ley Mordaza y hoy paladín y responsable de su ejecución sin miramientos, dijo que había sido un lapsus. Pero en horas quedó acreditado que no. Marlaska, como todo el Gobierno, mentía. No hubo lapsus, que el general leyó un guión, lo cual era evidente desde el minuto cero porque las imágenes lo atestiguaban. 

Los técnicos, encabezados por Don Simón, hicieron también sus pinitos en la labor de propaganda partidista y mentiras del Gobierno, llegando a criticar por inmorales a quienes eran críticos con el Ejecutivo. Un Gobierno que ha puesto en el disparadero a altos cargos militares y policiales innecesariamente, porque son  en todas las encuestas serias quienes más confianza generan en los ciudadanos y quienes en un momento crítico como el que vivimos más tranquilidad podían trasladar a todos los españoles. Utilizarlos como arietes de la comunicación partidista y mentirosa del Gobierno era una irresponsabilidad innecesaria de tanta magnitud como los abusos que se han cometido.


Política ya sin uniformes, la venda

No sabemos si fue idea del presidente Sánchez, de Miguel Ángel Oliver, secretario de Estado de Comunicación (MAO, nunca un acrónimo más atinado) o de su mano derecha, Iván Redondo, especialista en marketing y manipulaciones varias, que igual trabaja para el PP de Monago en Extremadura, diseña la campaña de Xavier García Albiol al Ayuntamiento de Badalona, tildada por el PSOE de fascista y racista, que se convierte en el diseñador de la estrategia del Gobierno de Pedro Sánchez, quien le coloca ahí porque legalmente Redondo con su cargo no está obligado a comparecer a rendir cuentas ante el Congreso de los Diputados. 

Pero es igual de quien fuera la idea, que se consumó como otro fracaso integral del Gobierno en esta crisis. Pero se acabó, ya no hay uniformes, ya son los políticos (más Don Simón aún, a quien  arrastran sin pudor). Y Pedro Sánchez, preguntado en su “Aló presidente” del sábado por el motivo de la desaparición de los uniformados, no supo, o mejor, no quiso siquiera responder a la pregunta. No aportó argumento alguno. En su estilo. Se hizo el simpático agradeciendo la pregunta para acto seguido dejar claro que se pasa por el forro el derecho de los ciudadanos a estar informados y no dar explicación alguna. Esta es la “nueva normalidad” que nos han impuesto junto a este estado de alarma que en realidad es un estado de excepción.


La nueva normalidad

Y aquí seguimos los españoles, forzosamente recluidos, los enfermos y los sanos, la economía yéndose al garete, y el Gobierno sin plan alguno. De nada. Ninguno. Ni de salida a la calle, o “desescalada” como se denomina en la nueva normalidad. No hay plan, no hay estudio epidemiológico, y solo se van a hacer 62.000 tests que no llegan nunca y cuyos resultados serán tardíos.

No tendremos un mapa mínimamente fiable de la infección por coronavirus hasta entrado el mes de julio. Por lo que la puñetera desescalada se hace a ojímetro. Al ojímetro de un comité de expertos que no han dado una. Con un Gobierno que está a tortas entre socialistas y podemitas. Que lleva 47 días gobernando a golpe de decretos que nos cuela en el BOE con nocturnidad y alevosía. En el que se impone siempre Pablo Iglesias, que ha logrado aprovechar la reclusión para colar en el BOE decisiones asombrosas y abusivas que vulneran los derechos democráticos fundamentales de los españoles.

Y todo ello sin que Sánchez nos haya dicho si piensa eternizar el estado de alarma ilegal. Porque pinta que sí. Ya han empezado a salir los niños (y niñas claro), el próximo fin de semana se abre un poco la puerta para los demás. Pero ahí sigue el estado de alarma para justificar seguramente más medidas arbitrarias. 

Sánchez puede terminar metiéndose en un lodazal de peligrosísimas consecuencias si sigue con su “desescalamiento”, abriendo la puerta a la salida a la calle del personal, si mantiene la suspensión de derechos fundamentales que nos ha impuesto se acercará peligrosamente a una situación de Gobierno ilegítimo y autoritario. Es urgente el restablecimiento de las garantías democráticas.

La prolongación sine die del estado de alarma sería un disparate jurídico que nos situaría fuera incluso del ámbito democrático que se le exige a un país en la Unión Europea. Hemos sido la excepción al ser el país con mayor número de muertos por coronavirus del continente. Somos el único país de Europa con comunistas en el Gobierno. Y vamos camino de ser excepción por la restricción de los derechos esenciales de la ciudadanía. La libertad de los ciudadanos no es un regalo que nos haga el Gobierno aunque ellos lo consideren así en su concepción totalitaria del poder.

La “nueva normalidad” de la que hablan es un escenario tenebroso, sin garantías jurídicas ni controles del Ejecutivo. Ya no hay uniformes. Ya es política. Por eso esperamos que la oposición, el resto de los partidos con representación parlamentaria, todos, exijan ya mismo que el Gobierno aporte un plan detallado de sus planes. En lo referente a la pandemia del coronavirus y en lo referente a la normalidad democrática. Lo contario sería un dislate que convertiría a España en una dictadura encubierta. La especialidad de Unidas Podemos. Tienen experiencia aquilatada en asesorar a regímenes de esas características. 

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