Murió Pepe Mujica y con él se va una figura extraordinaria que ha marcado a generaciones enteras. No solo en su país sino en todo el mundo. Su vida estuvo marcada por una profunda lucha por la justicia social, la democracia y los derechos humanos. Mujica fue guerrillero tupamaro en su juventud, y pasó casi 14 años en prisión durante la dictadura militar en Uruguay (1973-1985). Tras su liberación, se dedicó a la política, convirtiéndose en uno de los líderes más carismáticos y queridos de su país. Fue presidente de Uruguay desde 2010 hasta 2015, un periodo durante el cual promovió políticas progresistas como la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo y la regulación de la marihuana.
Mujica fue conocido por su estilo de vida austero y su cercanía al pueblo. Vivió en una pequeña chacra en las afueras de Montevideo, renunciando al lujo del poder para acercarse a los más necesitados. Su honestidad y humildad le ganaron el respeto de todo el mundo. Ha fallecido a los 89 años, dejando un legado de lucha por la libertad, la justicia y la dignidad humana. El fue la excepción de aquello que debiera ser la regla. Y por ahí viene el daño…
Pepe Mujica como Julio Anguita
Pepe Mujica y Julio Anguita han sido dos políticos únicos y extraordinarios. Ambos de izquierdas. De los de socialismo y comunismo. Ambos coherentes. Íntegros. Idealistas… Y quizás en su virtud, se encierra su mayor daño. Involuntario por supuesto. Porque en lo utópico de figuras como las suyas se auparon gobiernos tan miserables y criminales como el de Chavez en Venezuela, el de Castro en Cuba, el de Sánchez en España… Si todos los seres humanos fuéramos por lo general como Mujica o Anguita creo que nadie tendría problema alguno en abrazar ideológicamente la esencia del socialismo o del comunismo. Ese que ellos representaban. Pero el problema es que son la rarísima excepción. Y en la izquierda por cada Mujica o cada Anguita, hay un millón de Sánchez. Y si por error un Mujica llega al poder para cambiar el mundo, ya se ocupan de que no pueda cambiar un carajo. Descansa en paz, Pepe.
Cuando lo que pensamos, sentimos y actuamos están en la misma onda, entonces hay coherencia y eso es hermoso.