No es que se haya puesto de moda el prestar atención al momento presente, al aquí y al ahora para tomar conciencia de la vida. Ya lo aplicaron los clásicos. E incluso exportaron aquello de «carpe diem» o «memento vivere» para expresar que hay que vivir el momento que vivimos ahora mismo. O sea que atendamos plenamente al ahora porque el mañana, ya se verá. Y es una técnica fantástica para tratar de resolver el mal del siglo XXI: el estrés.
A través del mindfulness miles de personas luchan por dejar a un lado esa ansiedad que les provoca su día a día. Intentan acabar con su estrés a través de una técnica de relajación que enseña a quien la practica a tomar conciencia plena de sus emociones con el objetivo de eliminar la frustración, la ansiedad o las distracciones. Porque en ocasiones son esos tres terribles ingredientes los que producen la sensación de que no somos capaces de cambiar ciertas situaciones que nos hacen daño.
El mindfulness también es conocido como «atención plena» o «consciencia plena». Es una actividad basada en prestar atención a lo que se hace en el momento presente. Con ella aceptamos todas las experiencias que nutren ese momento. Sí, todas las emociones que se producen. Lo componen ejercicios de meditación y está basado en la antigua técnica de meditación de la India llamada «Vipassana».
Y es, como muchas cosas que vivimos hoy, una práctica que en los últimos años ha cobrado mayor protagonismo. Pero al contrario de lo que podamos creer, no es una modernidad. La psicología clínica e incluso la psiquiatría han venido desarrollando desde la década de los años 70, algunas aplicaciones terapéuticas basadas en el mindfulness. Con ello, se tratan patologías que van desde las adicciones, a la ansiedad, depresión o el estrés. De hecho, una de las primeras aplicaciones se hizo sobre militares estadounidenses que presentaban trastornos o secuelas tras combates de guerra.
El mindfulness nos acerca al momento presente y a vivir en plenitud
Hoy no es raro escuchar a alguien decir que practica mindfulness. Es como afirman muchos, parte de la cultura de masas de Occidente, puede que la más estresada del planeta, entre otras cosas. De hecho, no es necesario acudir a un especialista o un terapeuta para poder practicar mindfulness. Podemos hacerlo en nuestra casa después de un duro día de trabajo o tras nuestras tareas cotidianas. Podemos acceder a multitud de aplicaciones de mindfulness desde nuestro propio dispositivo móvil. La gran mayoría son gratuitas y ofrecen desde música relajante con voces en off que relajan mucho más, hasta audios guiados que permiten desconectar para volver a conectar.
Es recomendable ejercitarlo cada día. Incluso con niños es posible y, de hecho, son muchos los expertos que recomiendan hacerlo sobre todo con niños y adolescentes con TADH, con trastornos del espectro autista o con ansiedad. Con ello se les ayuda a relajarse, a respirar, prestar atención y a enfocarse en el momento presente dejando a un lado ese futuro que no llega nunca porque no ha pasado todavía.
Si somos de los que no creen necesitar nada guiado para relajarse, basta con tomar conciencia de lo que nos rodea. Observemos qué tenemos delante en estos momentos y concentrémonos en todos los estímulos que nos produce esa observación. Desde el cantar de un pájaro del que no nos habíamos percatado hasta el sonido que hacen las ramas de los árboles cuando corre un poco de aire en la calle. El sonido del claxon de los coches, cómo suenan nuestras pisadas al andar, el ruido que hacemos nosotros mismos cuando frotamos las dos manos o admirar cómo se están moviendo las nubes del cielo constantemente. Nuestro alrededor está plagado de momentos aquí y ahora que en condiciones habituales no forman parte de nuestra atención porque no les prestamos una simple mirada. Podemos practicar el mindfulness aunque nos neguemos a ello.
Lo principal es tener ganas de empezar. El mindfulness como cualquier otra actividad que ayude a rebajar las revoluciones que llevamos sin darnos cuenta en nuestro día a día, necesita consciencia. Y silencio, porque el silencio es importante para centrar la atención. Lo habitual es relajar el cuerpo y estar en una postura que resulte cómoda: tumbado en la cama, sentado en el suelo o recostado en un sofá., prestando especial atención a que todas las partes del cuerpo estén en relax.
Después si usamos una de las muchas aplicaciones que existen actualmente en el mercado, deberemos seguir los audios guiados y notar que desde los párpados, el cuello, hasta los dedos de los pies, todas las partes de nuestro cuerpo son capaces de relajarse si lo intentamos. El aquí y el ahora es la relajación. Nuestro empeño debe pasar por mostrar a nuestro organismo que es posible relajarnos porque así lo queremos.
Los efectos positivos del mindfulness son muchos y variados. Con ello conseguiremos relajarnos, superar el estrés de cada día, mitigar la ansiedad dado el caso. Pero también nos mostrará el camino para tomar conciencia. Si somos capaces de recoger todos esos estímulos que pasan desapercibidos porque vamos a mil por hora, habremos dado un paso más para la conciencia del hoy y, por tanto, nuestro bienestar. Solo es necesario fijarse en lo que nos rodea: aquí y ahora.