NARCISIMISMO: «EL COMPLEJO DE MUCHOS»

Decía Sigmun Freud que las personas que tienden a tener una sobreestimación sobre sí mismas, es decir, que se quieren demasiado, padecen lo que llamó «complejo de Narciso». Narciso era, según la mitología griega, hijo del dios del río Cefiso y la ninfa Liríope. Era tan alegre, tan bello, tan apuesto y tan todo, que tenía un claro defecto. Y es que se quería demasiado a sí mismo. Lo hacía tanto que no tenía ojos para nadie más que para él. Como siempre ocurre en las historias de la mitología, Narciso fue condenado para siempre a enamorarse de su propio reflejo. Así que, siguiendo el patrón que ya esperaban los dioses, Narciso, que era muy predecible también, se acercó tanto a la orilla de un río para admirar su reflejo que cayó al agua y murió ahogado pero acabó convirtiéndose en flor. 

Y es curioso cómo, desde las teorías de la psicología, se habla de complejo de Narciso para describir a ese desequilibrio de la personalidad que le hace a uno quererse por encima de todas las cosas. Cuando en realidad, tomando sólo la lingüística, no se podría hablar de complejo porque un narcisista puede ser muchas cosas. Eso sí excepto un acomplejado o alguien que reconozca abiertamente que tiene complejos. 

El Complejo de Narciso o Narcisismo responde a un trastorno de la personalidad llamado, literalmente Trastorno Narcisista de la Personalidad. Aquellos que lo padecen sienten la necesidad constante de contar con la admiración de los demás. Se sienten seres adorables, amables. Con una multitud de cualidades y capacidades positivas que les hacen atractivos no solo a los ojos de los demás, sino también a los propios. Como el mitológico Narciso, se ven reflejados en un espejo. Se quieren, se adoran, se sienten más atractivos que cualquier otro que pueda estar cerca de ellos.

Así, dan por sentado que merecen un trato especial porque ellos mismos ya son especiales. En ocasiones, pueden rozar la falta de empatía con el resto, algo que les acerca a los megalómanos. Y a diferencia de los egocéntricos, que no admiten opiniones contrarias a las suyas porque simplemente consideran que las propias deben ser las únicas, los narcisistas, cuentan con que los demás son diferentes a ellos. Y por lo tanto pueden opinar distinto, pero es tal el amor que sienten por sí mismos, que consideran que lo suyo, es lo mejor. 


El Narcisismo: una pasión descontrolada por uno mismo

Por lo general, el Narcisismo ha estado siempre ligado a la belleza y, por tanto, mantiene una relación muy estrecha con el arte. Los expertos afirman, por ejemplo, que el complicado carácter que poseía Miguel Ángel Buonarroti, lo sitúa en las escalas más altas de los artistas más narcisistas de la historia. Otros dicen que Pablo Picasso, que afirmaba inspirarse gracias al amor por sus musas, también era algo narcisista. Del mismo modo que Salvador Dalí obtuvo en el narcisismo muchos motivos para representar pictóricamente a lo largo de toda su obra. 

No obstante, como en la mayoría de los trastornos de la personalidad, los narcisistas guardan también un lado oscuro que les hace necesitar apoyo y terapia en muchas ocasiones. Una persona narcisista se adora. Se considera por encima del resto. Son arrogantes, egoístas e inseguros. Los narcisistas necesitan reforzar continuamente sus logros y proezas. Precisan del reconocimiento de los demás, porque el suyo propio ya lo tienen. En muchas ocasiones acaban desarrollando también cuadros depresivos y otro tipo de patologías para las que requieren ayuda y terapia ya que a la larga pueden llegar a ser autodestructivos. 

Las personas narcisistas a veces son algo manipuladoras y también muy exigentes y altivos. Consideran que las normas no están hechas a su medida y a su altura, pero sí esperan que los demás las cumplan. Nerón o Marco Antonio son algunos de los líderes de historia que al parecer tenían Narcisismo y sufrían este trastorno. Las malas lenguas afirman que deportistas como Cristiano Ronaldo o la cantante Taylor Swift, padecen narcisismo. Aunque quizás sean esas malas lenguas las que se muevan por la envidia que provoca que otros triunfen más allá de los límites que alguna vez nos hayamos podido imaginar. 

Narcisistas ha habido siempre y siempre los habrá. Solo nos queda analizar si alguna vez ese aplauso de más, ese piropo llegado en el momento oportuno o ese halago inesperado ha podido provocar en nosotros el narcisismo oculto que seguro que todos llevamos dentro. Lo importante es no dejarse llevar por él, porque como el Narciso de la mitología, corremos el riesgo de acercarnos demasiado a la orilla y caer al agua.


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