Cuando decimos que nos sentimos sobrepasados por las circunstancias que nos rodean, a veces solo valoramos esas circunstancias que de verdad nos están rodeando. Parece que nos dejan encerrados en un extraño círculo del que es complicado escapar. También solemos afirmar que estar con tal o cual persona nos produce alegría, placer, satisfacción. Igual que observar a alguien que sonríe todo el rato. Al final acaba contagiándonos las ganas de curvar nuestra boca y regalar sonrisas al mundo o por el contrario, puede llegar a producirnos rechazo.
Pero ¿realmente nos sentimos como nos sentimos únicamente por todos los factores externos que nos rodean? El trabajo, la familia, los amigos, los vecinos, los animales con los que convivimos, la pareja, los hijos, pueden ser factores que nos aplaquen las emociones. Nos las alteren o nos regalen la calma que ansiamos, pero existen otros muchos elementos de nuestro Yo que influyen en nuestro estado de ánimo. Y las hormonas juegan un papel muy importante.
Empecemos por las cosas alegres, las que nos reportan relajación, satisfacción, concentración cuando la necesitamos o la que varía la autoestima que tenemos sobre nosotros mismos. ¿Qué lo mueve? La serotonina. Es la hormona que entre otras cosas, regula el sueño, el humor, el control de la ira o la sexualidad. Según explican los expertos, la serotonina es una sustancia química que produce nuestro cuerpo de forma natural. Sus niveles pueden disminuir (lo que se explica como una de las causas de depresión) o aumentar. Y cuando hacen esto último en nuestros circuitos neuronales, sentimos sensación de bienestar, satisfacción o incluso relajación. La serotonina funciona como neurotransmisor y vasoconstrictor. Sus niveles deben estar equilibrados porque cuando se descompensan puede tener un efecto negativo sobre el organismo y afectar al rendimiento en general.
¿Cómo atraer a esta hormona? Es decir ¿cómo hacer que los niveles de serotonina aumenten si nos notamos bajos o cómo regularlos si los notamos excesivamente altos? Descansando y tratando de controlar el estrés. También llevando una dieta equilibrada y rica en alimentos con triptófano. Cereales integrales, semillas de sésamo, lácteos, legumbres como los garbanzos, chocolate negro, pescados azules o carnes como el pavo y el pollo.
¿Cómo afectan las hormonas en nuestro estado de ánimo?
Ahora bien, hay ocasiones en las que por mucho que lo intentemos, todo lo de nuestro alrededor nos irrita, nos enfada y estresa en exceso. Nos podemos llegar a sentir bloqueados, sobrepasados y angustiados por las circunstancias externas que nos rodean. Es entonces cuando en nuestro organismo podemos estar teniendo elevados niveles de cortisol. La hormona del estrés que es segregada desde la hipófisis del cerebro en las glándulas suprarrenales.
El cortisol no sólo aparece cuando tenemos estrés, pues tiene una función buena en nuestro organismo. También es la encargada de regular los niveles de inflamación de nuestro cuerpo, controla los ciclos de sueño y vigilia. Eleva la energía para que podamos manejar bien el estrés que nos podamos encontrar, ayuda equilibrar la sal y el agua del cuerpo. O por ejemplo contribuye también a la memoria y la concentración. El cortisol está presente en todo nuestro organismo. Y tanto el cerebro como el sistema inmunológico, gastrointestinal, reproductor o el cardiovascular e incluso la piel pueden verse afectados por su equilibrio o desequilibrio.
¿Cómo regular los niveles de cortisol? Comiendo mejor si es que este punto aún no lo tenemos entre nuestros propósitos futuros. Descansando, meditando y realizando alguna actividad física que nos haga abandonar ese sedentarismo que a la larga, descompensa todos nuestros niveles vitales.
Si tenemos problemas de vigilia y sueño, recurriremos al farmacéutico. O en algún que otro caso, al herbolario tratando de buscar remedio a nuestros problemas nocturnos y de descanso. Probablemente nos recomienden tomar píldoras o gominolas con melatonina. Pero ¡cuidado! Tomarlo todos los días o tomarlo en exceso puede hacer que nuestros ritmos circadianos se alteren. O también que nos sintamos aturdidos o soñolientos cuando “lo que toca” es estar con energía para afrontar el día a día.
La dopamina: la hormona del amor
La melatonina es otra de las hormonas de nuestro cuerpo que curiosamente, va disminuyendo según nos hacemos mayores. Es decir, a más edad, menos melatonina y por lo tanto, menos dormir. Se produce y se libera desde el cerebro y su aumento o disminución tiene mucho que ver con las horas del día porque aumentará cuando está oscureciendo y disminuye cuando haya más luz.
Es conveniente que sus niveles estén regulados porque una descompensación y la falta de esta hormona puede provocar diabetes e incluso obesidad. Alimentos con altas dosis de melatonina pueden ser los huevos, los lácteos, las legumbres, las frutas o los frutos secos. Comiendo bien, estaremos bien.
Por último hablemos de la dopamina. Es el neurotransmisor más importante del sistema nervioso central de los mamíferos. Afecta a nuestra conducta motora, la afectividad o la emotividad. Es el elemento que utilizan las neuronas para comunicarse entre ellas, por explicarlo de una forma sencilla. Y para que nos entendamos, la dopamina es la encargada de que nos sintamos relajados cuando debemos relajarnos. La que nos permite que obtengamos sensaciones placenteras cuando es el placer el que manda o que por ejemplo, entendamos como uno de los mejores momentos del día ese que nos tomamos para escuchar durante un rato esa música que nos arranca una sonrisa y nos da pequeños momentos de felicidad.
Algunos han llegado a llamar a la dopamina la hormona del amor porque es la que se encarga de hacernos sentir eufóricos y pletóricos cuando amamos a alguien. Y si dicen que el amor es pura química, cuestiónalo: es la dopamina la que está haciendo de las suyas para que puedas sentirte “in love”. En definitiva las hormonas estás presentes en nuestras vidas más de lo que nos creemos.
¿Cómo provocarla? No hace falta mucho. Solo tomarse el tiempo adecuado en por ejemplo, abrazar a una persona (bastan 8 segundos para que la dopamina empiece a actuar). Mirar a los ojos al otro cuando nos habla también ayudará. Al igual que si nos alegramos por los demás cuando nos cuentan sus proezas o cuando comparten con nosotros un hecho que les provoca felicidad, nos hará no solo más empáticos (lo cual siempre se agradece), sino que también mantendrá activas nuestras hormonas del placer. Todo de una manera natural, sencilla y sin demasiado esfuerzo. Lo mejor lo tenemos dentro de nosotros. Solo hay que activarlo. Tan fácil como eso.