LA RESPUESTA DE ISRAEL

De entrada, me parece esencial recordar que Hamas no es el pueblo palestino, aunque el pueblo palestino eligió en elecciones supuestamente libres a Hamas. Y Hamas, desde siempre, utiliza al pueblo palestino como escudo y como coartada en su guerra con Israel. Israel es un Estado que sobrevive rodeado de enemigos que tiene como principal objetivo su destrucción. Y esos enemigos, que desean acabar con nuestra civilización, consideran un pasaporte al paraíso exterminar a los judíos y a los infieles. Son los mismos que han degollado a tantos tras arrodillarles vestidos con los monos naranjas.

El reciente ataque terrorista de Hamás sobre Israel no tiene precedentes. Dos mil cohetes, centenares de infiltrados asesinando sin límite alguno. Más de 1.200 civiles asesinados, un pogromo en toda regla, y 199 secuestrados. No quiero incidir en la polémica sobre si hubo bebes degollados, porque lo que está demostrado que hubo son hombres, mujeres, niños y bebés asesinados sin piedad. Y hemos visto imágenes reales de bebés exhibidos en manos de terroristas de Hamas. No es relevante discutir si degollaron bebes o simplemente los abrieron en canal y los descuartizaron.


Un ataque contra Israel: terrorismo mostrado al mundo

El método empleado no es relevante ni podría ser atenuante o eximente moral. Los nazis diseñaron las cámaras de gas para ahorrarse tener que liquidar uno a uno a los judíos y, quizá avergonzados, se llevaron fuera de Alemania los grandes campos de concentración. Los terroristas de Hamas mostraron una maldad y una sangre fría asesina terrorífica. Y, como suelen hacer los yihadistas, grabaron y difundieron ellos mismos imágenes de la masacre. Y se cebaron especialmente con las mujeres, a las que violaron, torturaron, asesinaron y ultrajaron después con exhibición pública humillante de sus cadáveres desnudos recibiendo escupitajos. El terrorismo islámico celebra sus barbaridades y se las muestra al mundo. El ataque fue contra Israel y contra la civilización occidental.

A todos los judíos asesinados no les mató una bomba, o un misil. Les asesinaron terroristas de Hamas y civiles palestinos que les ayudaron. Hombres y algunas mujeres que, con sus propias manos, uno a uno, una a una, les liquidaron. Hamas no es el pueblo palestino, decía. Hamas es el brazo armado de una organización terrorista que compite con Hezbolá por el control de las “guerrillas” asesinas. Y, elegidos en las urnas por el pueblo palestino, controlan Gaza. Han dejado atrás a una Autoridad Palestina más moderada, en la que su líder, Mahmoud Abbas, ha perdido la gracia entre su pueblo, porque le ven blando supongo. El pueblo palestino está secuestrado por Hamas.

Ahora todos tememos la respuesta israelí. De entrada, ya cortaron los suministros a Gaza de agua, luz y comida. Una barbaridad. Un dislate. Una vez más Israel responde con exceso. Y dada la gravedad del acto terrorista de Hamas, la respuesta va a ser seguro más terrible. Israel tiene derecho a defenderse. Es una democracia que ha sufrido un ataque terrorista sin precedentes y que vive rodeada por islamistas que quieren que desaparezca. Otra cosa es que Israel debería responder con proporcionalidad y atacando al enemigo, no a todo palestino, de Hamas o no.


Defensa ante el ataque pero no venganza

En el inicio ya ha actuado de modo nefasto dejando sin luz, alimentos y agua a los civiles. Israel debería de respetar el derecho internacional. Tiene derecho a defenderse, claro que sí, pero la defensa no es lo mismo que la venganza, Ojo por ojo, todos ciegos. El Gobierno de Nentayahu está cometiendo muchos errores, está deteriorando la democracia israelí, asalta la división de poderes y altera el orden constitucional, y ocupado en sus cosas, la inteligencia a sus órdenes, que pasa por ser la mejor del mundo, ha fracasado.

Y en España, buena parte de la izquierda socia de Pedro Sánchez ha tomado posición del lado de Hamás en una actitud evidentemente antisemita que no es de hoy, y que encubren como propalestina. A Israel no le afectan las reacciones críticas con sus excesos porque consideran que es su propia supervivencia la que está en juego. Viven desde hace mucho en guerra y no están dispuestos a dejar de defenderse. Ya escribí que mi corazón y mi cabeza están con Israel, y desde esa posición insisto en que su respuesta debe tener en cuenta que no debe afectar a los civiles.

Y España, como el resto de Occidente, debe ser consciente de que Hamás, con Irán detrás, si puede, nos destruirá a nosotros también. Este conflicto no nos es ajeno, y desde hace mucho la mayoría de la izquierda, los que se autodenominan “progresistas” y “feministas”, tan exquisitos en la defensa de los derechos humanos, toman partido por el mal, por los que también son, nos guste o no, nuestros enemigos. A Yolanda Díaz y los demás conviene recordarles que “el pueblo palestino” vive con la amenaza del Ejército israelí, sí, pero también y sobre todo vive aplastado por Hamas, que no tolera disidencias, que liquida a las mujeres con facilidad y ahorca a los homosexuales, además de ser capaces de un acto terrorista como el reciente en Israel.

Son los mismos que atacaron el night club de Bali, los del metro de Londres, los de la maratón de Boston, los de la masacre de Buenos Aires, los de las torres gemelas el 11-S, los del 11-M en Madrid, los de la revista Charlie Hebdo, los de Bataclan, los de las masacres semanales en Africa. Son múltiples las confesiones religiosas que conviven pacíficamente. Lo cierto es que los musulmanes, los islamistas, son los que tienen problemas con cristianos, con budistas, con hindúes, con ateos y con judíos, claro. Incluso entre ellos mismos.

Muchos de ellos huyen de sus países para vivir en occidente, en países no islámicos, y es a estos países a quienes culpan de sus males y quieren acabar con nosotros para imponer su fanatismo. Sí, Israel tiene todo el derecho a responder, pero sería deseable, como es improbable, que no practique la venganza. Y conviene no confundir y no situar en el mismo nivel el derecho de un país democrático, con todos sus defectos como todos, a defenderse, con la práctica del terrorismo más salvaje.


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