LA MAGIA Y EL PODER DE LA GRATITUD

Dicen que hay pocas cosas más satisfactorias en la vida que sentirse agradecido por ella. Dar las gracias está infravalorado. Pues son mucho más grandes las cosas buenas que nos puede proporcionar el agradecimiento que los perjuicios que nos otorga. Decir gracias supone poco esfuerzo y traza un camino de beneficios hacia el otro mucho más profundo de lo que nos pensamos. Las gracias están además entre los tres conceptos básicos de la buena educación. Decir gracias es parte del trío compuesto por pedir perdón y solicitar todo «por favor». Forma parte del manual que toda madre y toda abuela recalca a los niños a lo largo de toda su infancia. Un manual que deberíamos tener como libro de cabecera a lo largo de nuestra vida. No cuesta dinero, no quita tiempo y proporciona muchos más beneficios de los que nos imaginamos. 

Dar las gracias muchas veces y sentirlas desde lo más profundo de nuestro ser nos convertirá en seres agradecidos. Con la vida, con los demás, con los detalles que componen nuestro día a día. Así irremediablemente se encenderá en nuestro cerebro la llama de la positividad. Porque dar las gracias y saberse en deuda con todo si no se dan, es el primer paso hacia lo que llaman “el estado de la gratitud”. Las gracias son la antesala del aprecio, de la correspondencia y de la generosidad inesperada. ¿No seríamos todos un poco más felices si valorásemos todo con un puntito de agradecimiento?

Sin embargo esos modales, esa gratitud y ese manual de buena conducta que tratamos de memorizar desde niños, se va perdiendo conforme crecemos. Y ya siendo adultos se nos olvida que dar las gracias (no con la boca pequeña sino sintiendo de verdad que nos sentimos agradecidos por lo que nos ofrece los demás) nos permite crecer como personas y ser más felices. 

En EE.UU. y Canadá el día de Acción de Gracias (en este 2021 se celebra el jueves 25 de noviembre) es una de las festividades más importantes de su calendario. Se trata de una festividad de origen cristiano que se ha extendido a otros lugares del mundo como el Caribe, Liberia o Brasil. Cada año millones de personas lo celebran reuniéndose en torno a una mesa en la que cenan y que les sirve de escenario para sentirse agradecidos por la compañía, los alimentos, el año vivido, su situación actual. Es una oportunidad para valorar lo que se tiene, lo que se es y lo que se siente. 


¿Cómo entrenar la gratitud?

Para ser prácticos diremos que no tenemos por qué esperar a una fecha concreta para sentirnos agradecidos. En nuestro día a día podemos entrenar el agradecimiento valorando las cosas pequeñas. Los detalles que surgen en nuestra rutina diaria. Ralentizando nuestra velocidad y saboreando todo lo que nos sucede, lo que nos encontramos, lo que vemos, percibimos y sentimos. Y dando las gracias por todo ello. 

Un ejercicio perfecto para que ese agradecimiento crezca en nuestro interior y se expanda hacia todo lo que nos rodea, puede ser mirar hacia la ventana de nuestra habitación cada mañana al levantarnos. Y dar las gracias por haber podido dormir, por poder desperezarnos aunque tenga que ser en 5 o 10 minutos. Por poder disfrutar de la maravillosa experiencia que es vivir un nuevo día. Aumentará con todo ello nuestra percepción de bienestar. ¿Y quién no es más feliz cuando se siente bien?

Cuando anochezca y al acostarnos podemos evaluar todo lo acontecido durante el día. Porque somos agradecidos y porque hemos dado las gracias al despertar, saborearemos todo lo que nos ha pasado durante la jornada, como una experiencia vital más. Si damos las gracias al irnos a la cama, quizá descansemos hasta mejor, durmamos más plácidamente y habremos «estirado» un poquitín más el músculo del agradecimiento. Lo estaremos entrenando casi sin darnos cuenta.

En personas que cultivan la meditación, que rezan, oran o son muy religiosas, dar las gracias está ya entre sus quehaceres diarios. Ellos lo tienen ya asumido. Y ese mimetismo hace que les sea más sencillo sentirlo y vivirlo. Porque vivir y sentir el agradecimiento les hace más fuertes, más felices y les permite estar más en paz consigo mismos y con los demás. 

Para aquellos que no lo cultiven no todo está perdido, porque siempre hay una oportunidad para empezar. Cada mañana di gracias por despertar. Anota en un papel aquello que te hace bien y por lo que puedes estar agradecido. Escribe una carta a alguien a quien te gustaría darle las gracias, incluso a ti mismo si es el caso. Permítete agradecerte ser como eres porque todo ello encenderá la llama de la gratitud en tu interior y seguro te hará un poquito más feliz. Porque esto va de eso: sembremos la semilla de la gratitud y alcanzaremos la felicidad. Aunque sea un rato. 


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