INFANCIA ROTA, VIDA ADULTA DAÑADA

Detrás de la aparente inocencia y placidez de la infancia, a menudo se ocultan cicatrices profundas que alteran el destino de quienes las llevan consigo. La violencia sufrida en la infancia es un secreto con frecuencia guardado en lo más profundo del ser. Es una herida que repercute en la vida adulta de numerosos supervivientes.

La violencia que se manifiesta entre los padres o hacia los hijos ya sea a través de gritos, amenazas, humillaciones o palizas, así como el abandono, el acoso escolar o el abuso sexual representan diversas manifestaciones del terror que dejan la infancia rota y la vida adulta dañada.

En el camino hacia el crecimiento, las experiencias traumáticas vividas suponen un desafío profundo en el interior de las personas afectadas aumentando el riesgo de quedar afectada su salud. Pueden llegar a desarrollar una extensa variedad de trastornos mentales y psicológicos. Asimismo la salud física, a menudo se resiente por las heridas emocionales. Sin embargo, me gustaría destacar que no siempre y no todo lo que voy a compartir es inevitable. La capacidad humana de afrontar los traumas y superarlos a veces se manifiesta de manera verdaderamente mágica.


La violencia en la infancia y las maneras de combatir el dolor emocional

En relación a la salud mental y psicológica, puede estar marcada por síntomas angustiosos que reflejan una lucha interna y quedar alterada su personalidad. Muchos de los síntomas que se experimentan están relacionados con la búsqueda de comportamientos de huida, como una forma de combatir el profundo dolor emocional. Así pueden buscar refugio en el abuso de sustancias, o pueden caer en conductas autodestructivas, como la autolesión o incluso el intento de suicidio. La sombra de la depresión y la ansiedad puede mostrarse persistente compañera del camino.

La inestabilidad emocional puede ser una constante en sus vidas, dificultando la búsqueda de la serenidad. En ocasiones, los trastornos de la alimentación, como la anorexia, la bulimia o la compulsión por la comida, complican su existencia. La vida sexual adulta puede estar llena de dificultades. Las cicatrices emocionales, a veces, afectan la intimidad y el disfrute de las relaciones. Para algunas personas, las noches pueden estar repletas de pesadillas y recuerdos traumáticos que torturan su mente. Otras pueden enfrentar un muro de amnesia que oculta gran parte de su infancia, una experiencia que puede ser extremadamente angustiante.

Cuando se trata de la salud física, es importante recordar que la mayoría de las violencias recibidas durante la infancia tienen un impacto directo en el cuerpo, por lo que es frecuente que éste padezca las secuelas de las adversidades infantiles. Dolores de cabeza resistentes, molestias crónicas en las articulaciones, dolor generalizado o fatiga persistente, pueden ser síntomas que acompañen.

La resiliencia o capacidad para adaptarse y superar situaciones complejas será esencial para superar el trauma. Asimismo, el apoyo cercano y social adecuado, el cuidado de la mente y el cuerpo y la terapia psicológica correcta harán que la recuperación sea posible. El objetivo tras la infancia rota o herida es lograr sanar y mejorar la calidad de vida en la edad adulta. ¡Colaboremos en que así sea!


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