EL TURISMO DE MASAS: UNA LACRA DEL SIGLO XXI

Con el objetivo de luchar contra el turismo masivo, Ámsterdam se ha plantado y ha decidido prohibir la construcción de nuevos hoteles en la ciudad. Explican que siempre se podrá abrir un hotel nuevo, cuando otro cierre. El gobierno de la ciudad quiere también reducir el número de cruceros fluviales y limitar la entrada de vehículos. Quieren luchar contra el turismo de masas. Y mantener su ciudad habitable tanto para residentes como para visitantes. 


El turismo de masas genera malestar en la población

Las islas Canarias también se han levantado contra el turismo de masas. Una manifestación el pasado domingo, que tuvo lugar en las ocho islas del archipiélago, dio voz a la protesta de miles de personas que dicen que “Canarias se agota”. Consideran que el turismo descontrolado, el turismo masivo, el que sólo piensa en ingresos, está destrozando las islas. La manifestación también se produjo en otras ciudades españolas como Barcelona, Málaga y Granada. Y en otras europeas como Londres, París o Berlín. 

Las medidas emprendidas por Ámsterdam y las protestas en varias ciudades europeas y españolas son sólo la punta del iceberg que encierra el turismo del siglo XXI. Un turismo que, tal y como se coreaba durante la manifestación en Canarias, no sólo perjudica el entorno natural y contamina las aguas locales, sino que daña todo el patrimonio cultural, dificulta el acceso a la vivienda y empobrece a la población local.

Los manifestantes canarios expresaban “queremos ser anfitriones, no esclavos”. El término “turismo de masas” no es nuevo. Se popularizó entre los años 1950 y 1970, cuando un el número de turistas internacionales se comenzó a incrementar a un ritmo frenético cada año. Se observaba que su crecimiento empezaba a ser exponencial.


Ola de protestas

La ciudad de Barcelona, el año anterior a la pandemia, recibió la visita de más de 28 millones de turistas. En un reciente artículo publicado en El País, se explicaba que muchos de esos turistas lamentaban la enorme afluencia de visitantes. Además expresaban que “no podrían vivir en esa ciudad”. No es extraño leer en blogs de viajes y referencias de turismo, que ciudades como Praga se han convertido en auténticos parques de atracciones donde no se puede caminar sin pisar al turista al que se tiene, irremediablemente, al lado. 

El turismo de masas provoca deterioro medioambiental, pero también cierta dependencia económica basada en ese mismo turismo que incomoda y contra el que ahora se quiere luchar. Surgen fricciones con la población local y las malas condiciones laborales de los trabajadores que, a su vez, también dependen en cierta manera del turismo que les amenaza. Para muchos es una de las lacras del siglo XXI. 

Según otros medios, pese a que las consecuencias medioambientales y económicas de este turismo de masas son evidentes, alertan de que administraciones y empresarios temen que esta ola de protestas tenga efecto contagio. Y reconvierta muchas de las regulaciones existentes hasta el momento surgiendo nuevas tasas y moratorias para el turismo. Regular es lo que tiene. Porque dejar al libre albedrío como hasta ahora, tan sólo genera malestar en la población. Y esto, ¿a quién le importa en realidad?


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