EL RETO DE LA CIENCIA: MEDIR EL TIEMPO

La película «Oppenheimer», de Christopher Nolan, reconocida por la crítica y la industria con nada menos que siete Óscar, puso en el foco la vida de este físico teórico, creador de la bomba atómica. En ella se trataba el concepto del tiempo emocional y el cronológico. Todo ello con una base científica que pocos han sido capaces de descifrar a lo largo de la historia. Medir el tiempo, entenderlo y tratar de controlar ese entendimiento ha sido a lo largo de los años uno de los grandes retos de la ciencia. Y ahora, un experimento vuelve a poner de relieve lo que preocupa al ser humano. Y es poder medir eso que sirve para calibrar cuántas cosas podemos hacer. Sí, cuántas dejamos a medias y cómo de rápido o de despacio pasa la vida: el tiempo. 

Un equipo de investigación, dirigido por el profesor Thorsten Schumm, en Viena, ha logrado publicar en la revista Physical Review Letters, junto al Instituto Nacional de Metrología de Braunschweig (PTB) un interesante descubrimiento. Y es que la física cuántica y la física nuclear pueden ser combinadas. Para entendernos, lo que los científicos acaban de publicar y en lo que se basa su descubrimiento es que la llamada «transición de torio» algo que llevan investigando desde hace décadas, es posible. Existe. Esto podría ser la base de investigaciones mayores. Por ejemplo, para tratar de construir un reloj nuclear que sea capaz de medir el tiempo con mayor precisión. Más incluso que los más potentes relojes atómicos que tenemos disponibles a día de hoy. 

Para su investigación explican los científicos, emplearon un láser que les permitió transferir un núcleo atómico a un estado mayor de energía, con mayor cantidad de ella. Después, siguieron su proceso de evolución hasta su regreso a su estado original. El tiempo fue y volvió. Y se pudo medir. Sobre todo, se ha podido cuantificar la cantidad de energía que ha hecho falta para esa transición. 


El torio, un mineral con múltiples posibilidades a nivel nuclear

¿Pero qué es el torio? Estamos hablando de un metal ligeramente radiactivo. Está presente en la naturaleza. Y tiene un gran potencial como combustible nuclear. De hecho, en muchos foros de ciencia señalan que podría ser un buen sustituto del uranio como combustible nuclear. Y podría ayudar en el futuro algunos de los retos “que presenta la generación eléctrica de energía nuclear tradicional”. El torio fue descubierto por el sueco Jöns Jakob Berzelius, que lo bautizó de esta manera en honor al dios Thor. Este elemento fue aislado por primera vez en 1828 y algunos años después, el matrimonio Curie descubrieron que el torio también emitía radiactividad. 

En todo el mundo hay alrededor de 12 millones de toneladas de torio. Se puede encontrar fundamentalmente en la mayoría de las rocas y los suelos minerales como la monacita, la torianita y la torita. Y sobre todo en países como Groenlandia, Noruega, Canadá, Estados Unidos, Australia, Brasil, Venezuela, Rusia y Sudáfrica. 

A nivel científico, el torio proporciona mayor abundancia, mayor rendimiento, menor cantidad de residuos nucleares y, lo que muchos científicos apuntan, evitaría una mayor proliferación nuclear. Países como China, Estados Unidos o la India han puesto ya sus miras sobre este mineral, por el gran potencial que puede tener de cara a futuro. Reactores avanzados o reactores de sales fundidas son algunos de los proyectos que están en pañales en la actualidad y aunque el mineral cuenta con numerosas posibilidades, aún se encuentran en fase experimental y de desarrollo. 

Quizá con más experimentos y más investigación logremos discernir a nivel científico por qué tenemos recursos que llevan millones de años junto a nosotros y no les hemos conseguido sacar partido. A nivel social los avances ayudarían enormemente. A nivel económico, invertir en ciencia cuesta, pero a la vista de que existen resultados, funciona. No sólo hay que creer, también hay que lanzarse a ello.


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