EL DOLOR Y EL TEMIDO SUFRIMIENTO

El dolor es una de las percepciones fisiológicas, psicológicas y emocionales que más miedo nos da a los humanos. A veces incluso proyectamos nuestra propia aversión al dolor antes de sentirlo. No queremos que nos duela la cabeza, el brazo si nos golpeamos o la tripa si vamos a menstruar. Pero tampoco que el de al lado nos haga daño comportándose como no queremos que lo haga. Para lo primero tiramos de analgésicos y para lo segundo a veces, de barreras humanas y de distancia. No queremos el dolor en nuestra vida, sin darnos cuenta de que a veces para disfrutar plenamente de todo lo que tenemos, lo que somos y lo que nos rodea, debemos conocer qué se siente cuando algo duele. 

Es una señal del sistema nervioso de que algo no anda bien. Es una sensación desagradable, como un pinchazo, hormigueo, picadura, ardor o molestia. Puede ser agudo o sordo, intermitente o constante. Se puede sentir en algún lugar del cuerpo o sentirlo generalizado. El dolor puede ayudar a diagnosticar un problema. Sin dolor podríamos lastimarnos gravemente sin saberlo o no darnos cuenta de que tenemos un problema médico que requiere tratamiento.


¿El dolor es en sí mismo una enfermedad?

La psicología dice que el dolor es una sensación que suele percibirse como aversiva. Es desagradable. Y tanto si se produce a nivel emocional como a nivel físico se trata siempre de una emoción totalmente subjetiva. De ahí que muchos hablen de umbral del dolor más o menos alto. ¿Cómo saber si lo que sentimos es normal o está amplificado por nosotros mismos?

El dolor es algo difícil de describir. Es una sensación que todos conocemos bien pero que nos cuesta expresar. Solo lo sentimos y cada uno en diferentes grados. Existe la creencia de que las personas toleramos el dolor de diferentes maneras y de hecho la respuesta científica es que sí, porque existen aunque no se usen en la práctica clínica, maneras de estudiar específicamente el dolor de una persona y efectivamente no todo el mundo responderá de la misma manera a un estímulo teóricamente igual de doloroso.

Muchos psicólogos apuntan que el dolor es un fenómeno complejo, no es fácilmente clasificable. Como tampoco lo es el nivel de dolor que sienten dos personas aparentemente iguales porque cada uno lo sentirá de una manera diferente. Es tan compleja su comprensión que la ciencia que lo estudia se torna casi desconocida para el común de los mortales. Hablamos de la algología refiriéndonos a la rama de la medicina que lo estudia, los procesos que lo causan y los tratamientos que lo mitigan. El concepto no es por tanto tan sencillo como parece a primera vista ya que además, puede ser tanto un síntoma como una enfermedad.

Se ha hablado tanto a lo largo de los siglos que se ha perdido la consciencia de lo importante que es entenderlo para las relaciones humanas. En la literatura, la poesía, la novela y el drama, son testigos de lo importante que es el dolor para trazar historias y contar cómo han ocurrido las cosas. El dolor es protagonista también de escritos y ensayos tan interesantes como el de Susan Sontag titulado «Ante el dolor de los demás», en el que se explica cómo de aterrador es que sintamos el dolor cercano o el propio y no pensemos que quizá, si empatizásemos un poco más con el mundo en el que vivimos, ese dolor compartido generaría una cadena de ayuda global que puede mitigarse el mismo y sus efectos. 


Podemos gestionarlo con nuestro cerebro

Nuestro cerebro es el arma más poderosa que tenemos en el cuerpo de cada uno. Sirve para canalizar y analizar las emociones. También para ordenar ejecutar acciones al resto del sistema. Absorbe información y la emplea. Genera recuerdos. Nos permite soñar, hablar, pensar y es el centro neurálgico en el que confluyen todas las herramientas posibles que nos ayudan a mitigar el dolor. 

A veces decimos osadamente: si te duele una mano, golpéate la otra y verás como esa deja de dolerte. En realidad sospechamos que si distraemos nuestra atención sobre otra cosa, sobre otro dolor y otra molestia, estaremos mitigando aquel dolor original con el que empezó todo. 

Los psicólogos son los profesionales que nos pueden ayudar a usar técnicas y herramientas que nos permita afrontar de una manera funcional nuestro día a día. También a que el dolor no domine nuestra vida. Al igual que nos orientarán para que otras emociones no nos invadan y al final sea el equilibrio el patrón que usemos para vivir, relacionarnos, soñar, llorar, reír o hablar. 

Podemos concretar algunas estrategias para que el dolor esté en el umbral que esté, funcione o actúe a grados menores. Podrían ser las siguientes: mindfulness o la focalización en el momento presente. Piensa en hoy y ahora y no será necesario proyectar algo negativo de cara a futuro. También podemos practicar técnicas de relajación. No solo el yoga sino la meditación, la oración en caso de las personas religiosas, escuchar música, que permitirán alcanzar el grado de sosiego que necesitamos para ralentizar aquello que nos hace sufrir. Incluso mejorar las habilidades sociales o concentrarse en distraerse.

Puede que todo esto no paralice el dolor. Tal vez tampoco lo elimine ni de nuestra fisiología ni de nuestro cuerpo, pero sí entrenará nuestro cerebro y lo hará más fuerte y sólido. Será capaz de entender que quizá el dolor es relativo y dejará de centrar su atención sobre el absolutismo que parecía tener. 


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