EL DOLOR DE LOS ABUSOS CREA FURIA Y MALDAD

En 1990 el documental «Child of rage» (en su traducción del inglés, «Hijos del mal’) dio a conocer la conmovedora historia de Beth Thomas, a través de varias entrevistas realizadas a la propia niña. Esta niña de tan solo 6 años, afirmaba querer asesinar a sus padres y a su hermano, acuchillándolos por la noche. Aseguraba que sus progenitores le tenían mucho miedo y por ello, la dejaban encerrada con llave en su habitación para que no lastimase a ningún miembro de la familia. Sin embargo, el trasfondo que escondía realmente Beth Thomas era el de una niña que sufría abusos continuados por parte de su padre biológico.  

Beth Thomas quedó huérfana de madre cuando apenas tenía año y poco. Vivía junto a su hermano que era un bebé. Ambos no recibían la atención adecuada por parte de su padre biológico, quien abusaba de Beth en cuanto tenía ocasión. Encontrados en un estado deplorable y de notorio abandono, ambos hermanos fueron adoptados por un matrimonio, que no dudó en llevar a la niña a terapia en cuanto comenzaron a observar comportamientos agresivos y muy extraños de la que la historia ha llegado a llamar «la niña psicópata».

Beth, a lo largo de todas las entrevistas, mostraba permanentemente una imagen fría, vacía, sin perturbaciones. Describía cómo le gustaría asesinar a sus padres o cómo dañar a su hermano. Pero también explicaba cómo su padre abusó de ella. Exactamente con la misma frialdad con la que describía, por ejemplo, las torturas que ejerció ella misma a los animales que iba encontrando a su paso en cualquiera de sus muchos paseos por su vecindario. Como quien ve llover. O como quien relata algo que casi considera anodino, rutinario, aburrido. Algo que no requiere ni el más mínimo esfuerzo por impresionar o parecer impresionante. Aunque lo sea. 


Abusos a menores: un mundo oscuro y frio

Los abusos a menores muestran estadísticas escalofriantes, como la propia historia de Beth Thomas. Y según algunas organizaciones que trabajan con la infancia, en la última década estos abusos a los más pequeños se han multiplicado por cuatro. De hecho, según recoge el periódico La Vanguardia, incluso “el 32% de los abusos sexuales a menores son cometidos por el padre”. Así que, cuando este tipo de violencia ocurre en el entorno que debe darle la mayor protección a los niños ¿qué queda? Analizar que algo está fallando en nuestra sociedad, quizás…

Los porcentajes y las estadísticas muestran que existe un mundo oscuro y muy, muy sucio, más allá de nuestros ojos. ¿Sabemos lo que ocurre en la casa del vecino? ¿Y en la propia? Es alarmante leer que el 19% de la población española adulta ha llegado a sufrir algún tipo de abuso sexual en algún momento de su infancia. Estos abusos además, se suelen producir en el propio ámbito familiar (cerca del 85%) y en el 90% de los casos, son cometidos por hombres. 

¿Seguimos? El 20% de los niños europeos han sufrido en alguna ocasión abusos sexuales. Y en la mayoría de los casos, los expertos coinciden que esos niños abusados guardan silencio. Con lo cual cuando llegan a la edad adulta, encuentran que existe un foso por donde se cayó su libertad, su calma y el sentir que la infancia realmente fue una de las épocas más limpias, inocentes y felices de su vida. Y podemos pensar: ¿ qué podemos hacer? Pues ser conscientes de que esto es una realidad que vivimos hoy en día, un gran problema que tenemos que erradicar entre todos nosotros, desde nuestros hogares, con nuestras familias, cuidando de los pequeños y estando atentos en casos que podemos ver en los demás, para denunciar, para apoyar… pero sobre todo ayudar y colaborar con organizaciones que luchan por los derechos de los niños, por su defensa y porque ante estos casos estos niños puedan ser escuchados y protegidos.


Un niño abusado… un adulto infeliz

Podríamos enumerar miles de consecuencias que aparecen tras los abusos en la infancia. Pero nos quedamos con una. La consecuencia más evidente de un niño abusado es la conversión en un adulto con una losa enorme contra la que luchar y crecer feliz. Los expertos alertan de que los principales síntomas que se producen tras el abuso a un niño son cambios bruscos de ánimo en éste. Así como el padecimiento de otro tipo de síntomas psicosomáticos y el almacenamiento de conocimientos sexuales que claramente no son adecuados para su edad. Así como conductas sexuales explícitas y también agresividad. En el caso de Beth Thomas la mal llamada «niña psicópata», lo que desarrolló fue una psicopatía y una frialdad de carácter nada propia a su edad. ¿No les parece alarmante?

Otras consecuencias son la posibilidad de sufrir trastornos alimenticios como la bulimia, alteraciones en el carácter como la inseguridad o incluso la tristeza permanente. También emociones como el asco, la vergüenza o la culpa acaban siendo eternas compañeras de los niños que han sufrido abusos. Y en todos queda un recuerdo que martillea su mente de adultos cuando retrotraen su cabeza hacia tiempos pasados. Esos en los que eran niños y niñas que debían estar jugando con juguetes y a juegos inocentes y en realidad, estaban siendo víctimas de algo que se escapa a cualquier tipo de entendimiento humano. 


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