CAMBIO DE SEXO: UN CAMBIO DE VIDA

La llamada Ley Trans está causando revuelo estas últimas semanas a pesar de que se haya notificado su aprobación por el Congreso en plenos festejos por el Orgullo. Finalizábamos el mes de mayo con previsión de que el Proyecto de Ley para la Igualdad real y efectiva de los derechos de las personas Trans siguiera su curso normal. Sin embargo iniciamos el mes de julio con la alerta de que el Consejo de Estado considera que todos los menores deberían contar con aval judicial para cambiar de sexo. El Consejo es el máximo órgano consultivo del Gobierno de España presidido por la ex-Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. Algo que no se contempla en el actual Proyecto de Ley.

La Ley Trans recientemente aprobada deja este trámite únicamente para los que tienen entre 12 y 14 años. Este órgano sí reconoce la autodeterminación de género pero especifica que tanto adultos como menores de edad deben contar con informes médicos y psicológicos. Estos informes deben acreditar la discordancia de género tal y como aparece actualmente definida según la Organización Mundial de la Salud.

Afirma además en el caso de todos los menores de edad, que el aval judicial se trataría de “una garantía fundamental”. Evitaría tomar “decisiones precipitadas” y podría “terminar repercutiendo de forma negativa en el libre desarrollo de la personalidad del sujeto«. El informe emitido el pasado 23 de junio por el Consejo de Estado es preceptivo y no vinculante. Se sabe que fue recibido por el Ministerio de Igualdad pero no incluyó estas apreciaciones en el texto que finalmente se ha aprobado. Se abre debate aunque con una Ley aprobada ya, poco debate puede desarrollarse. Debate abierto en una conversación de sobremesa de un día cualquiera. 


Cambiar de sexo: un infierno para cientos de menores

Más allá de titulares, comentarios de lectores, manifestaciones o portada de informativos, lo que delata la nueva Ley Trans es una realidad que en muchos casos se desconoce. La de los más de 800 menores trans que hay en nuestro país. Son niños y niñas que conforman un número de 3 cifras pero cuyas realidades individuales demuestran el largo camino que han de recorrer aún en nuestra sociedad y el que llevan ya recorrido con sus propias familias y en su entorno. 

En la mayoría de las ocasiones los familiares de estos menores trans se ven envueltos en críticas, miradas maliciosas, comentarios a escondidas. Y sobre todo poca empatía por parte de quien lanza esa comunicación no verbal porque no se atreven a tratar de entenderla realmente. Como afirmó la madre de una menor trans en una entrevista reciente en un medio de comunicación “sin otras madres alrededor, te sientes muy perdida”. Básicamente porque ellos, como muchos de los que leerán estas líneas, han recibido otra educación. Viven una realidad difícil en sus casas a pesar de la apertura de miras y de mente.

Asociaciones como Chrysallis, Arelas o Trans Familias, cuentan con profesionales colaboradores provenientes de diferentes ámbitos. Tratan de dar voz y visibilidad no solo a los menores y jóvenes trans, sino también a los padres y madres de los mismos. Familiares que necesitan sentirse parte de esa “tribu” a la que se alude muchas veces cuando se habla de maternidad. Porque en esto si se va acompañado, siempre es mejor. Estas organizaciones afirman que “hay infinitas formas de vivir la identidad y el género y todas ellas son válidas y respetables«. Piden “apoyo, respeto y acompañamiento” porque bastante complicado es criar y educar a un menor, como para también hacerlo siendo el blanco de todas las miradas. No es raro leer comentarios dañinos, insultos y jocosos en perfiles de redes sociales de padres que han optado por visibilizar de manera pública la realidad de sus hijos e hijas.

Una madre en una de sus publicaciones afirma “una y mil veces la vida de mi hija no se toca. La vida de mi hija importa y existe”. Y esto es lo que debería valer para callar todas las voces que se esfuerzan en compartir odio, insultar y cuestionar. También a aquellos que no creen en la diversidad. La vida de todos estos menores importa. Es lo que debería primar más allá de discusiones vacías en el Congreso, de informes que no se tienen en cuenta para aprobar apresuradamente o de titulares faltos de respeto. En España son más de 800 los menores trans. Pero aunque fueran 2 o 3, también merecerían respeto.  


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