INFLUENCERS QUE PIERDEN SU VIDA POR UN LIKE

Hace ya algo de tiempo que parece que tener éxito en las redes sociales debe estar unido a correr riesgos. No al riesgo por la pérdida de la privacidad o el riesgo de que haya usurpación de la identidad. O incluso de que su consumo provoque adicción a edades cada vez más tempranas. Nos referimos a los riesgos que entrañan la pérdida de la vida. Sí, la puesta en peligro de ésta por una foto mejor, un mayor número de likes. En definitiva por sobresalir, sin más, por encima de la maraña de influencers que cada vez hay tras redes como TikTok o Instagram. Ejemplos hay varios. 

El influencer griego Giorgi Janelidze, más conocido como Tzane, buscaba lo icónico. Lo único, lo espectacular y lo nunca explorado en un pueblo abandonado al sur de Italia. Se precipitó desde un balcón y cayó al suelo, perdiendo la vida el pasado 13 de marzo. No es el único. En los últimos tiempos son varios los influencers que han perdido la vida en su búsqueda de lo más original. 

La rusa Inessa Polenko, de 39 años, falleció el pasado mes de abril al caer de un acantilado de Georgia (EE.UU.). Se había subido buscando el «mejor» contenido para sus redes sociales. La creadora de contenido estaba especializada en viajes y lifestyle. No calculó el riesgo que le supondría encaramarse al acantilado y cayó al vacío. Nada menos que de una altura de 50 metros. Diego Santos, brasileño, de 20 años, murió ahogado en un río también el pasado mes de abril. Cayó y se ahogó mientras intentaba grabar un vídeo original e único para publicar en sus redes sociales. Ocurrió en el Lago Salto Grande, en Sao Paulo, Brasil. 


No existen límites para los influencers por conseguir la mejor imagen

Según un estudio elaborado por la Fundación iÇO, más de 500 personas han muerto desde 2008 por este tipo de imprudencias. Encaramarse a edificios y caer. Subir a un acantilado y observar cómo, desde las alturas, la fotografía que van a publicar en redes es aún más espectacular. Un lago profundo, un río muy bravo. No existen límites para muchos influencias empeñados en compartir la imagen única que les haga crecer en número de likes y seguidores. Aunque ello suponga un riesgo tan grave como el de perder la vida. Estos son sólo algunos ejemplos pero cada día surgen muchos más. 

Compartir contenido en redes sociales hace ya mucho tiempo que se fue de las manos. Hacer crecer la cantidad de likes también, bien sea a través de bots que automatizan y multiplican ese crecimiento, ya sea porque la imprudencia se puede volver popular y ayuda a viralizar una imagen o un vídeo que compartir. Hace ya mucho tiempo que el éxito ha dejado de medirse en tiempo de calidad, en obras de calidad, en trabajo productivo. Para pasar a contabilizarse en número de seguidores o marcas que patrocinar para los millones de espectadores que siguen determinadas cuentas a través de una pantalla. 

Cuando hasta la propia vida es un rehén más del éxito medido y medible a través de las redes sociales, quizá quepa preguntarse cómo de locos empezamos a estar. Porque las muerte de los influencers se valoran como una muerte más. Pero se exalta y no se critica. Salvo en pequeñas conversaciones de sobremesa, no cuestiona si mereció la pena esa foto arriesgada, esa pose más allá de los límites de la seguridad. Si subirse a una 25ª planta de un rascacielos era razón suficiente para jugarse la vida por una foto. Si su paso por el mundo ahora ha de valorarse en número de followers o si al final, obtuvo los suficientes likes como para pasar a posteridad. Valoremos si en sus casos, es de mayor calidad el contenido o el continente. Y, sobre todo, si valió para algo. 


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