APOYO A LAS VÍCTIMAS DE ABUSOS: «YO SI TE CREO»

Tras la proyección del documental de Isabel Coixet «El techo amarillo» en el Festival de San Sebastián, gran parte del público se levantó. Comenzó a aplaudir y a corear “Yo sí te creo”. Probablemente se vieron en la tesitura de ovacionar el trabajo de la directora catalana, con el grito que últimamente se expone para mostrar el apoyo a las víctimas de abusos, violaciones y bestialidades en torno al sexo. 

El documental de Coixet basado en una investigación del diario ARA, cuenta la historia de una escuela de teatro leridense. En ella varias alumnas menores de edad fueron víctimas de abusos entre los años 2001 y 2008 por parte tanto del director del centro como de uno de sus profesores. Las más de veinte niñas de las que se abusó, fueron viendo cómo esos abusos ni se castigaban ni se juzgaban. Más bien prescribieron con lo que los docentes acusados salieron de rositas, como suelen salir tantos otros en España a los que la justicia parece que no quiere acercarse por las posibles consecuencias que pueda tener el acto juzgado.

¿La razón? La denuncia se presentó en 2018. Más de 10 años después de que los hechos ocurrieran. En este caso como en muchos otros, la vergüenza, el miedo y el temor a que esa herida se infectase más, hizo que las niñas que sufrieron y a las que se vejó, no se animaran a hacer público el dolor sufrido en el Aula de teatro. 

Tras la proyección del corto, los críticos alaban la destreza de la directora para sacar de la podredumbre un caso en el que están implicados docentes y las víctimas fueron niñas. Hoy son mujeres que llevan a cuestas una herida que no ha terminado de sanar. También exponen algo que es evidente en todos los casos de abuso pero de los que parece que muchos se olvidan. Y es que son culpables los abusadores pero también es culpable ese silencio que en ocasiones se produce alrededor. Es un silencio cómplice, difícil de romper. 

Coixet ha afirmado a los medios que con el documental no quería revictimizaciones, ni morbo y ni siquiera lágrimas. Y es tal vez esa valentía, la que requiere muchas veces que se aplique también a la prensa y al resto de cientos o miles de casos de abusos a menores que se llevan produciendo en nuestro país en los últimos años. Quizá lo primero que necesitan las víctimas sea respeto. Porque ese silencio que les lleva a veces a esperar décadas hasta que se deciden a denunciar lo que les ocurrió, es la señal de que un abuso no es un acercamiento de más, sino una herida que tarda años en cicatrizar. Si es que lo llega a hacer alguna vez. 


Los abusos: tema recurrente en el séptimo Arte

Stefan M. Mladenović, director y productor del corto «Lui Lack, tú no tienes la culpa» retrató la historia de un hombre que queda atrapado en la culpa por los continuados abusos que recibió cuando era niño. La historia repite una vez más lo que les ocurre a las víctimas. Y no es el único trabajo que lo cuenta. En el cine existen muchos cortos y largos que cuentan lo que ocurre con los abusos a menores. Cómo se producen, qué provocan y cómo el silencio y la complicidad de todos los que saben de ellos y no hacen nada, acaban minando la salud mental y a veces, hasta física de las víctimas.

Filmes como «Elisa K», «Sleepers», «Los niños de San Judas» o «No tengas miedo» son solo algunos ejemplos que muestran que los abusos a menores son también un tema recurrente para el séptimo arte. La intención es clara. Dar visibilidad a un problema de nuestra sociedad. Y no sólo a los acontecimientos que rodean cualquier caso de abuso, sino también a los terribles problemas que surgen a consecuencia de los mismos. También a las llagas que sufren las víctimas y a cómo su carácter nunca acaba de formarse como debería hacerlo en una situación normal. 

Muchos de los argumentos que se trasladan al cine están basados tal cual en hechos reales. A veces incluso las víctimas son conocedoras del arte final del guion. Algunas hasta colaboran en su redacción, sobre todo cuando se trata de recrear hechos. Y parece que es entonces cuando el espectador se cree que esto de los abusos a menores va de verdad, que ocurre, que es real. Y que sí, las víctimas sufren, como ha estado sufriendo él o ella a lo largo de la visualización del filme. 

Es triste que tengamos que ver reflejado en una pantalla una realidad que a veces esconde mucho más. Y que como público tengamos que decir “Yo sí te creo” para creérnoslo de verdad. Porque en el País Vasco, Galicia, Madrid, Valencia, Mallorca, Jaén o en mil y un sitios más, muchas víctimas sufren abusos. Muchos menores viven en sus propias carnes algo que a veces les cuesta años denunciar. Y pese a todo, algunos jueces optan por cerrar página y dejar esos casos en el olvido.

Aunque algunos digamos que los creemos, que nos creemos lo que dicen, que de verdad creemos en su dolor. Si tuviéramos que hacer un documental por cada caso de abusos a menores en España, no habría festival que soportara la retahíla de títulos. Porque lo de “numerosos” se nos quedaría corto.


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