PEDERASTIA: EL VATICANO SIENTE VERGÜENZA

En el año 2019 el Vaticano admitía y reconocía más de 6.000 casos de pederastia desde el comienzo del nuevo milenio. Los casos habían continuado apareciendo desde 2001. La Congregación para la Doctrina de la Fe admitía que los abusos realizados por clérigos a sus víctimas (denunciados por éstas últimas) no debían asociarse de ninguna manera al celibato. Entendido éste como estilo de vida pernicioso llevado a cabo por los sacerdotes y que no tiene por qué favorecer los abusos. Aseguraron entonces que esta cantidad de delitos sexuales no debía infundir alerta social. Además probablemente serviría para enfatizar el existente descrédito hacia la Iglesia como institución. 

Lo cierto es que este 2021 finalizará con una noticia destacada en este sentido: el Vaticano ha endurecido sus leyes y a partir de ahora la pederastia será delito en el Código canónico del Vaticano. La medida anunciada por el Papa Francisco el pasado mes de junio, entró en vigor hace apenas unos días, en diciembre. La nueva ley contra la pederastia del Vaticano define los abusos sexuales como delitos que atentan “contra la vida, la dignidad y la libertad humana”. Pueden incluso conllevar la expulsión del acusado del estado clerical. Además plantea sanciones para aquellos sacerdotes que inciten a los menores a participar en exhibiciones pornográficas. Incluso que puedan llegar a tener en su poder imágenes de pornografía infantil. 

En el pasado mes de octubre, el sumo pontífice se refirió a los más de 200.000 casos de abusos sexuales cometidos por la Iglesia católica en Francia desde 1950 como “vergüenza”. Afirmó que “mi vergüenza, nuestra vergüenza, es por la incapacidad de la Iglesia de ponerlas en el centro de sus preocupaciones”. Algo que ya se ha ejecutado endureciendo el Código Penal del Vaticano. 


La pederastia será delito en el Código canónico del Vaticano

Al menos a partir de ahora habrá un castigo para aquellos que cometan abusos a menores, se acerquen al ejercicio de la pornografía y sean unos pederastas. Por lo menos no se va a seguir encubriendo. Contarán con el respaldo que se le presupone a un código penal que hasta ya bien entrado el siglo XXI, no ha hecho el esfuerzo por contemplar algo tan grave como los abusos a menores de edad. El «delicta graviora» entendido por la Iglesia como uno de los delitos más graves que pueden llegar a cometerse intramuros, quedarán a partir de ahora sentenciados gracias al Código Penal endurecido. 

Sin embargo las instituciones eclesiásticas han pedido que, a pesar de los siglos de abusos, de lo grave de todo ello y de existir miles de víctimas, no se estigmatice al sacerdocio. Y ello porque la mayoría de los sacerdotes son personas equilibradas. Y en realidad debemos creer que esta afirmación nadie la duda, porque en el sacerdocio habrá garbanzos negros como en todos los platos de cocido. No se puede generalizar ni estigmatizar a una parte de la sociedad porque es evidente que muchos de ellos realizan una labor inconmensurable de ayuda, de entrega, de difusión de la cultura. Una pequeña parte de ellos se desvió del camino correcto y se «dio a los demás» de una manera equivocada.

Lo que se cuestiona es que hasta el 2021 no se haya contemplado la necesidad de regular este problema en ningún código normativo. Que no se hable de que realmente es una vergüenza, tanto para la propia imagen de la Iglesia como de la sociedad en general. Y que el ocultismo haya sido el paradigma reinante en caso de abusos a menores. 

Claro que la mayoría de los sacerdotes son equilibrados. Claro que la Iglesia hace una muy buena labor en determinados aspectos de nuestra sociedad. Pero también es claro el afán que hasta ahora ha tenido por tapar, encubrir y borrar de su historia la realidad que ha dañado a muchos niños. Si se consintió y se tapó no fue por seguir ningún código ético particular o propio, sino por no exponerse al escarnio público. Y de esta manera, perder la poca credibilidad que podían tener en el común de los mortales. Hoy las cosas han cambiado. Y afortunadamente seguirán haciéndolo. Somos más conscientes de todo y solemos tender a cuestionarnos todo. También lo que se tapa. Por lo que lo más sensato es juzgar aquello que está mal. 


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