CASOS DE MENORES: LAS NIÑAS DE ROCHDALE

Entre 2005 y 2013 la pequeña ciudad de Rochdale situada al Noroeste de Inglaterra, vivió uno de sus episodios más terribles. Niñas de entre 13 y 15 años fueron víctimas durante años de abusos sexuales sin que sus casos trascendieran ni ante las autoridades ni ante la opinión pública. La policía inglesa se acogía entonces al imperio de la corrección política. Y temían que si los casos de denuncia salían adelante fueran acusados de racismo, pues todos los acusados eran de origen paquistaní o afgano. El caso de Rochdale sacudió a la sociedad inglesa y obligó a que, tanto policía como parlamentarios, se pusieran manos a la obra para trabajar contra las redes de pederastia en el país.

El caso de las niñas de Rochdale supone uno de los mayores escándalos sociales de los últimos años en Inglaterra. Y está precedido además, por otros casos similares que sucedieron más o menos durante el mismo periodo de tiempo en ciudades como Rotherham, Oxford o Newcastle. En el caso de Rotherhamm con 257.000 habitantes y a 9 km de Sheffield, desde 1997 y hasta 2013, clanes de origen paquistaní abusaron sin contemplación a más de 1.500 menores. Algunos incluso de tan solo 11 años de edad. 

Rochdale, Rotherham, Newcastle y Oxford supusieron focos en los que las redes de pederastia mantenían un patrón común que unía crimen, raza y religión y un silencio sepulcral que no dejaba que nada trascendiera a la opinión pública. En todos estos lugares las niñas fueron drogadas, alcoholizadas y violadas en fiestas, taxis o aseos públicos de locales comerciales. 


Las víctimas del caso Rochdale: adolescentes vulnerables

Las víctimas del caso de Rochdale eran niñas que crecían en entornos desfavorecidos. Todas tenían entre 13 y 15 años y guardaban patrones comunes en sus rutinas: quedaban en la calle, visitaban locales de kebab para pasar la tarde. Fueron las víctimas de abusos sexuales reiterados por parte de una trama pederasta que buscaba alcoholizarlas, halagarlas con regalos a la salida del colegio o de los institutos e incluso drogarles con el objetivo de cobrarse todos estos “favores” mediante relaciones sexuales de manera reiterada.

No es de extrañar que la serie que aborda los abusos de las niñas de Rochdale se titule «La infamia» («Three girls» en su título original). Este trabajo fue galardonado con el BAFTA a la mejor miniserie y a la mejor actriz de televisión. Premio que se llevó una de las jóvenes protagonistas. Molly Windsor narra de manera explícita los casos de abusos a estas niñas. Según algunos críticos consigue verbalizar sin censura los hechos, sin caer en el morbo que podría tener un tema de este estilo. 

Todas las niñas eran adolescentes vulnerables. Procedían de entornos desfavorecidos, e incluso crecían con situaciones familiares algo complicadas. Fueron víctimas que coaccionadas, guardaron silencio hasta donde pudieron aguantar. Tanto en la serie como en la vida real, fue una trabajadora social la que acabó destapando todo el entuerto. Cada día ella recibía la visita de muchas de estas niñas que estaban siendo abusadas. Sus quejas se tradujeron en un caso de pederastia que ahora ha trascendido fronteras. Por su parte, la Fiscalía determinó guardar silencio y dejarlo pasar porque consideraba en algunos casos que las niñas podrían ser personas perturbadas con una vida sexual activa. 


Los acusados: hombres de origen paquistaní respetados

Un total de 12 hombres de origen paquistaní (criados en Gran Bretaña) fueron los acusados en el caso de las niñas de Rochdale. Se les culpaba de abusos sexuales, tráfico y otros delitos como violación, tráfico de menores con fines sexuales y conspiración para llevar todo ello a cabo. Ninguno era rico pero tampoco eran extremadamente pobres. Como describía Associated Press en un artículo publicado en 2012: “Los hombres en la red sexual de Rochdale eran llamativos solo por ser ordinarios. Eran parte de la vida británica, el tipo de personas que los viejos británicos no notan cuando pasan junto a ellos”. 

Y aunque se ha tratado de estudiar el perfil, muchos investigadores concluyen que: “los hombres de Rochdale no encajan con el perfil típico de los abusadores sexuales británicos” (más proclive a encajarse con hombres blancos que buscan a sus víctimas menores a través de Internet).  La mayoría estaban casados y eran relativamente respetados en sus comunidades. Algunos regentaban locales de comida rápida o eran taxistas. Todos se conocían entre sí. Todos perpetraron los abusos a esas menores cuya vida ha quedado marcada para siempre. 


Inmovilismo policial: una aberración

En 2015 tras años de silencio la policía puso en marcha la llamada «Operación Doblete». Ésta pretendía investigar los casos de abuso producidos en el Gran Manchester. Ese año el cuerpo policial también pidió disculpas por no haber investigado más a fondo los casos de explotación infantil que parecían haberse sucedido en la zona entre los años 2008 y 2010. 

El escándalo estaba servido. No solo por el elevado número de menores víctimas de abusos, por tantos años que pasaron sin que nadie hiciera nada, por el inmovilismo policial ante tal aberración social (en el caso de Rotherhamm se supo posteriormente que algunos altos mandos de la Policía hacían desaparecer ficheros completos para frenar la investigación), sino porque sobre todo se había producido bajo un prolongado silencio institucional que tenía como objetivo tapar casos de corrupción de la policía del noroeste inglés. Las cosas no pasan porque sí. Y no se tapan por casualidad. Siempre existen otros intereses de gran calado que escapan a la lógica de cualquier ciudadano de a pie. 

Si los casos de las niñas de Rochdale (o los de Rotherhamm, Oxford o Newscastle) causan estupor, no es únicamente porque se trate de menores sino porque ocurren durante mucho tiempo. Los ecos del horror no acaban de calar sobre quienes realmente pueden actuar para erradicarlos, no lo hacen. 

La sociedad necesita tener los oídos limpios y los ojos abiertos para reaccionar ante injusticias como esta.  


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