YO, MI, PARA MÍ, ANTE TODO…¿SOMOS EGOISTAS?

Yo, me, mí, para mí y conmigo”, era la expresión que utilizaba una profesora que tuve en el colegio para designar un comportamiento egoísta en alguno de sus alumnos. Utilizaba la primera persona para todo. Y hacía especial hincapié en que esa primera persona no siempre debía funcionar, sobre todo si estábamos hablando de comportamientos que se desarrollaban en comunidad. Hoy se traslada a la sociedad en general. ¿Somos tan egoístas?

En 2019 una encuesta realizada por Kantar Millard Brown para la Asociación Española de Fundraising venía a mostrar que el 95% de los españoles sabe lo que es una ONG. El 86% ha colaborado alguna vez en donación de ropa, alimentos o enseres. Un 55% ha realizado alguna aportación económica, a nivel solidario, se entiende. Es decir, según los estudios y las estadísticas, no somos egoístas. 

Pero más allá de porcentajes o valores que indiquen que los españoles son más o menos solidarios o incluso más o menos egoístas, observemos qué ocurre cada día delante de nuestras narices. En ocasiones, el egoísmo campa a sus anchas, egoísmo entendido desde el más puro individualismo porque se quiere resaltar por encima del resto. Y porque no se contempla a nada que esté a nuestro alrededor, si no es para sobresalir más allá de nuestra sombra. 


A veces hay que ser un poco egoístas: mantra del autocuidado

A veces hay que ser un poco egoísta”, dicen los terapeutas cuando se les plantea que tal o cual situación genera ansiedad al individuo. Ser un poco egoísta con uno mismo, quererse, autocuidarse y ponerse por encima de la mayoría, suele ser entonces la receta. Ocurre en muchas parcelas de la vida de una persona: desde la juventud, a la madurez, en la maternidad/paternidad, hasta en otras circunstancias. Uno se va dejando y llega un momento en que es necesario retractarse, echar la vista alrededor y darse cuenta de que unas pocas dosis de autocuidado no vienen mal. 

¿Es esto ser egoísta? Sí, lo es. La cuestión para que no se desmadre del todo es calcular la dosis de egoísmo que empleamos en autocuidarnos, o en autoconvencernos de que lo que hacemos, no daña a nadie y es bueno para uno mismo. 

Quizá la clave esté en no anteponerse a uno mismo al 100% por encima de todo lo demás. ¿O sí? Tal vez, la diferencia entre ser un egoísta o no serlo esté en la libertad que dejamos a los demás. Porque si acaparamos a nuestras anchas sin dejar parcelas de libertad a los demás, el egoísmo es puramente egoísmo, para nosotros y para con la sociedad. Este “ante todo” es el que marca la diferencia. Entre ser egoístas por mero autocuidado o ser egoístas por egoísmo puro y duro. Egoístas sin más. 


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