¿USO EXCESIVO DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN?

¿Todo vale en favor de la libertad de de expresión? Dicen que las palabras se las lleva el viento pero las escritas quedan ahí para siempre. Generan opinión, se viralizan si además se difunden a través de las redes sociales e incitan al debate. Y quizá eso es lo que debió de pensar Jaime Peñafiel cuando en su texto publicado en el diario El Mundo, valoraba con una flecha en negativo la actitud de Miguel Bosé frente al coronavirus, sobre todo tras su participación en un programa de la TV argentina en el que afirmaba que las vacunas eran experimentos genéticos y con ellas quieren matarnos a todos. Peñafiel, ni corto ni perezoso, deseó que quién se muriera fuera el cantante, escudándose en lo inadmisible de las declaraciones de éste frente al COVID-19.

Días después, el escritor ha afirmado que consideró intolerables las declaraciones de Bosé, porque él mismo vio peligrar su vida el pasado año cuando enfermó de coronavirus. Por su parte, Miguel Bosé continúa la línea que muchos han tildado de «negacionista». Afirmando que las vacunas no nos van a hacer olvidar ese indeseado virus que ahora rige el mundo. Y que los que parecen mandar en realidad, están experimentando con todos nosotros. Tanto uno como el otro se han amparado en la libertad de expresión para mostrar al mundo lo que opinan. Sin embargo, la muerte no se le ha de desear a nadie, ni por escrito ni a viva voz.

Digamos que es algo que impide la ética y que debe estar muy por encima de la libertad de expresión y de los miles de libros de estilo que rigen las normas de cualquier medio. Ante ello cabe a veces la reconsideración de lo que se escribe o se dice. Y en muchos casos la autocensura de quien escribe o habla. Muy al contrario de esto, últimamente se espera una reacción. Se intuye que lo que se escribe o se dice provocará enfado, discusión, revuelo… y precisamente por eso, se da vía libre y se hace público.


La libertad de expresión hace perder el respeto y la humanidad

Es el espectáculo al que asistimos cada día y del que nos hemos empapado hasta en nuestra propia vida diaria, convirtiéndolo en “lo normal”. Por si no lo saben, el periódico ha retirado ya el polémico texto de Peñafiel. Y ha rectificado alegando que nada justifica desear la muerte a nadie. Que el texto de Peñafiel no pasó el filtro del editor del medio. Y horas después de hacerse viral a través de Twitter, han considerado retirarlo. 

Si bien los libros de estilo y los códigos éticos están para cumplirlos, está claro que con el texto de Peñafiel, los filtros se dejaron a un lado porque no hubo tiempo. Puede incluso que primara el espectáculo a la propia ética. Y cuando ya el bombazo explosionó en Twitter, se reaccionó retirándolo. Por pintarlo de alguna manera: se ha producido un desastre en cadena donde el colaborador vomita su opinión, el editor desoye sus funciones y lo deja pasar y se publica una información que consumimos en masa. Que da qué hablar a través de Twitter y que es el tema central de este artículo que en estos momentos leemos. Digamos que para todo esto da. 

Y aunque muchas veces no seamos conscientes de ello, para un lector habitual esto ocurre casi a diario. Estamos tan empachados de información que no llama la atención que alguien desee la muerte de otra persona a través de Internet. Para eso están también los llamados ‘haters’, que son los encargados de embadurnar de odio muchos hilos de comentarios en las redes sociales. La viralización ha provocado que las malas palabras y las malas artes en la comunicación, campen a sus anchas sin vacuna real que les ponga remedio. Porque es lo que se lleva. Y porque es también lo que hace incrementar el ‘share’ en las televisiones y lectores en los medios digitales. La información es tan efímera que solo acaba quedando el poso (amargo) de los insultos, las amenazas de muerte y los deseos nada deseables. 

Los haters se valen del anonimato para hacer daño e insultar. Y en este caso Jaime Peñafiel se ha valido de su nombre público y de un medio de comunicación conocido para lanzar al aire sus insultos. Como de la misma manera, Miguel Bosé se valió en otras ocasiones de hacer pública su forma de ver el coronavirus y toda la situación que nos tiene atrapados desde 2020. En sus casos, el anonimato no es la clave de su discurso, sino al contrario. 

Dicen que la libertad de uno acaba donde empieza la libertad del otro. Que ese es el verdadero sentido de la libertad. En esto debemos estar todos. Preguntándonos si queremos consumir la libertad de unos y de otros, cuando además se falta a la ética. Porque aunque no lo creamos, como lectores nos debemos un respeto. Y deberíamos hacernos respetar. 


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