SOBREPROTECCIÓN VS DESPROTECCIÓN A LOS MENORES

Hablar de menores supone a veces centrar la vista en esas pequeñas personas que conviven con todos los demás. A veces incluso implica agacharse para poder mirarlos a los ojos. Y solo así se puede poner el foco de una manera equilibrada y equitativa en lo que los pequeños necesitan y lo que los mayores podemos ofrecerles. Pero hablar de menores hoy también supone analizar que en muchos casos no tenemos la balanza equilibrada: o los desprotegemos o por el contrario les ofrecemos una desmesurada sobreprotección. Caminar por el centro vislumbrando dónde está el equilibrio, es todo un reto. Y concienciarnos de que igual que hay hiperprotección también existe el abandono. Esto ayudaría mucho a encontrar ese término medio que en realidad necesitan nuestros menores y la sociedad en general.

Los niños están desprotegidos en muchos aspectos de su vida y en muchas parcelas de la sociedad que comparten con nosotros los adultos. Muchos menores reciben abusos por parte de sus progenitores y por personas de su entorno. Otros tantos viven en centros internados sin que nadie regule sus salidas y entradas, su comportamiento o lime los problemas que les llevaron a formar parte de un centro de menores. Otros cruzan la frontera y hasta el mar para poder iniciar una nueva vida en nuestro país. Son los menores no acompañados que últimamente copan muchos de los titulares que leemos en prensa. 

La sociedad desprotege a los menores cuando les sigue obligando a tener cuidado en parques y patios. Y a llevar mascarilla pese a que en algunas CC.AA. se les permite estar sin ellas. ¿El problema entonces? La distancia de seguridad, esa que los niños han aprendido a calibrar aunque vaya contra su propia naturaleza. Desprotegemos a los niños cuando los gritamos, cuando no tenemos en cuenta que son niños y están aprendiendo. Nos cuesta entender que les queda aún un camino muy largo que recorrer en el que se irán encontrando trabas, obstáculos y grietas que deberán saber sortear e incluso saltar. 

Ahora bien ¿cómo podemos enseñarles a hacer todo esto? ¿Qué recursos debemos transmitirles y qué enseñanzas son válidas para que el día de mañana sean realmente adultos firmes y seguros? Trabajar las emociones es vital. También sentar las bases para que piensen por sí mismos. Hacerles seguros, competentes, racionales cuando así lo necesiten. Empáticos para comprender por qué el otro no se comporta como esperamos. 


La sobreprotección a menores crea adultos inseguros

Sin embargo a veces se nos va de la mano la vara de medir. La sobreprotección, la hipercrianza y la necesidad de dejar todo ese entorno del menor perfectamente cuidado y hasta reluciente, puede llegar a generar también infelicidad y a largo plazo, genera adultos inseguros. Tal y como afirman pedagogos, maestros y revistas especializadas en crianza y educación: “la hipercrianza y esa atención excesiva hacia los niños crea vínculos que en lugar de permitirles crecer u madurar, les acaba abocando a la inseguridad, la baja autoestima y en consecuencia a que se conviertan en personas infelices”. 

Un niño hiperprotegido no comete errores porque sus padres están siempre ahí para corregirlos antes de que el pequeño caiga en ellos. Para estos progenitores, el “ya verás como así la próxima vez no le pasa” no existe. Caerse permite después hacer el esfuerzo por levantarse. Pero un niño sobreprotegido no va a tener nunca la capacidad de conocer qué ocurre cuando se falla, cuando se frustra, cuando se le hiere. 

Y hay una delgada línea que separa entonces la dejadez de la sobreprotección. ¿Cómo no cruzarla? Pensando quizás que los niños de hoy serán los adultos del mañana. Que también los adultos un día fuimos niños. Y la persona que somos ahora es fruto de experimentar, correr, parar, caerse y volver a levantarnos. Es fruto de un largo proceso de aprendizaje que no puede darse de ninguna otra manera que probando. 


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