SOBRE LA DENUNCIA CONTRA ADOLFO SUÁREZ Y LAS VÍCTIMAS

Ha salido una señora, sin dar la cara o nombre, a contar que hace 43 años Adolfo Suárez la acosó en su despacho y en su propio domicilio y ha interpuesto una denuncia por agesiones sexuales continuadas contra el fallecido ex presidente del Gobierno. La izquierda, en especial Podemos, con el apoyo entusiasta de RTVE, ha expandido la denuncia. Y sucede cuando se ha producido en las últimas semanas un inesperado Me Too sobre y contra políticos de la autodenominada mayoría progresista.

No conozco a la denunciante, no hay más prueba que su propio testimonio, y por lo tanto creerla o no sería un acto de fe. Parece que dice la denunciante, que hoy tiene 60 años, que cuando ocurrieron los hechos ella tenía 17 y Suárez 50, y que se sintió revictimizada cuando le pusieron el nombre de Adolfo Suárez al aeropuerto Madrid-Barajas y que la serie “Anatomía de un instante” (por cierto, para mí muy flojita y con algún error de bulto) le ha vuelto a revolver su dolor.

La denunciante pide un “mensaje póstumo de perdón”. No se me ocurre otro camino que una ouija para que un muerto te envíe un mensaje

He leído también que dice la denunciante que espera “un mensaje póstumo de perdón”. No se me ocurre otro camino que una ouija para que un fallecido hace 11 años te envíe un mensaje. Y no le recomiendo a esta señora que recurra a la ouija. No creo que le vaya a ayudar.

Todos nuestros lectores conocen mi posición frente a cualquier acoso o abuso verdadero. Implacable en su denuncia. Pero esta contra Adolfo Suárez es evidente que carece del más mínimo recorrido penal porque el acusado murió hace 11 años. El muerto es inimputable según tengo entendido.

La denunciante, de nombre supuesto Ariadna (como la lumi de Ábalos), fecha el abuso el 31 de octubre de 1982, solo tres días después de que se hundiera definitivamente la Unión de Centro Democrático (UCD).

Ni creo ni dejo de creer a Ariadna porque no ha aportado más que su testimonio, pero ha dado datos que me hacen dudar de ella

Ni creo ni dejo de creer a Ariadna porque no ha aportado más que su testimonio. Si dice verdad cuenta con mi apoyo y mi solidaridad. Si miente, con mi desprecio máximo. Tengo dudas, como las tengo de algunas de las denuncias de las últimas semanas contra tipos de la “mayoría progresista” sean ciertas.

En el caso de la denuncia de Ariadna contra Suárez me hace sospechar de inveracidad que la denunciante tardía afirme que el acoso de produjo una vez en el despacho de Suárez y la otra en el propio domicilio del ex presidente del Gobierno.

Estuve dos veces en el despacho de Suárez, en la calle Antonio Maura de Madrid, y pude comprobar las extraordinarias medidas de seguridad que allí había. Me extrañaría que Suárez actuara así en ese lugar. Y lo del segundo acoso, en su propio domicilio, me parece alucinante. Me consta, como a todo el mundo, que Suárez vivía entonces con su esposa, sus cinco hijos y copioso personal de servicio doméstico en su vivienda.

Me parece sospechoso que denuncie ahora que la “mayoría progresista” está en apuros por una catarata de acusaciones gravísimas

Ya hay peticiones para que el aeropuerto de Barajas deje de llamarse Adolfo Suárez. Y lo que falta por escuchar en cuanto a peticiones de la mayoría progresista y el feminismo institucional, que siempre está donde no debe estar y nunca está con las víctimas verdaderas de hoy. Esta peña es capaz de proponer que Barajas se llame ahora Irene Montero, o Ione Belarra porque llamarle Iñigo Errejón o José Luis Ábalos sería ya demasiado, hasta para ellas.

Suárez puede gustar o disgustar, pero es incuestionable el papel político relevante que jugó en la transición a la democracia. Como también lo es el del rey Juan Carlos I, con todas sus sombras junto a las luces.

Me resulta sospechoso que Ariadna denuncie ahora el acoso cuando ha tenido 43 años para hacerlo. Justo ahora que la “mayoría progresista” y el feminismo institucional están en apuros por una catarata de acusaciones gravísimas. Que lo haga ahora que desde esa izquierda tan progresista se intenta desprestigiar la transición a la democracia y a los que la hicieron posible. Suárez no se puede defender ya de estas acusaciones.

La reacción histérica del feminismo institucional es infame, tras su silencio bochornoso en casos gravísimos como el de Kote Cabezudo

Me apropio de unas palabras escritas ayer por Santiago González en The Objective: “la Transición tiene a dos figuras relevantes en las personas del rey Juan Carlos I, inspirador, y Adolfo Suárez, su gestor. Aún no han encontrado la cuña para arremeter contra el artífice legal, el gran Torcuato Fernández Miranda, pero todo se andará. Algo de zoofilia quizá”. Y añado, queda también Santiago Carrillo. Muertos ya se le colgaron muchos muertos con tino. No sé qué le sacarán de más.

Conozco y estoy muy cerca de muchas víctimas acreditadas y con pruebas de acoso, de abusos y de violaciones. Creo que Ariadna no les hace ningún favor a las víctimas, y la reacción furibunda contra Suárez del histérico feminismo institucional me parece infame y vergonzoso, conocidos sus bochornosos silencios en casos gravísimos, véase el de Kote Cabezudo.

Cuanto daño hace a las víctimas verdaderas este histérico feminismo institucional

Denuncié, con pruebas indubitadas, que un presentador estrella de televisión, el más importante del Grupo Atresmedia, Jorge Fernández, fue protagonista de una sesión de pornografía infantil de Kote Cabezudo, él con 27 años y ella 15. Insisto, con pruebas indubitadas que llevaron a la Fiscalía de San Sebastián a dictar un decreto en el que se decía que lo de Fernández era un delito de pornografía infantil, pero que no podía acusar porque había prescrito.

Ninguna de las que reclaman ahora actuar contra Suárez por tierra mar y aire le han reclamado a Atresmedia que Fernández deje de ser la gran estrella del grupo que le da aire y le limpia la imagen. Como ninguna estuvo con las decenas de víctimas acreditadas de Kote Cabezudo. Eligieron, como tantas veces han hecho estas feministas institucionales, apoyar con entusiasmo y eficacia al violador en serie y pornógrafo infantil en vez de estar con las víctimas.

Cierro robándole a mi compinche Rebeca Argudo el final de su artículo de ayer en ABC: “Lo evidente es lo poco que les importan las víctimas, las reales y las falsas, a los que dicen estar más preocupados por ellas. Tan poco les importan que prefieren correr detrás de supuestos agresores muertos de ayer antes que de los vivos de hoy si eso les va a reportar beneficio personal. Que cara más dura”. Y solo añado, que cara más dura, que asco dan y cuanto daño hacen a las víctimas verdaderas.

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