Se acercan las elecciones municipales y autonómicas de mayo, pero en el ambiente político lo que sobrevuela son las generales de diciembre. Y el 28-M se percibe como un adelanto y un aviso a navegantes. Todos los partidos están preparados para la batalla de las urnas. En la Presidencia del Gobierno, que es donde se decide todo lo que afecta al PSOE, hay dos posiciones enfrentadas sobre el papel que debe jugar el presidente en la campaña del 28-M. De un lado quienes consideran que el principal reclamo electoral del PSOE es el presidente Pedro Sánchez. Y defienden que ha de tener mucha presencia en las principales comunidades autónomas y ayuntamientos.
Y del otro quienes creen que al PSOE no le conviene que el 28-M se convierta en una suerte de plebiscito sobre Sánchez. Que lo conveniente es darle todo el protagonismo a los candidatos municipales y autonómicos. Respetando también de este modo la posición de muchos barones socialistas que creen que Sánchez les puede perjudicar. Me cuentan que estos últimos se manejan con muchas cautelas. Sabedores de que Sánchez no hace prisioneros y es eficaz asesino político. Y además a la mínima pueden ser considerados desafectos a la causa sanchista y defenestrados, perdiendo la bicoca del sueldazo. En el equipo de Sánchez hay mayoría de quienes creen que Podemos va a cosechar un resultado malísimo. Confían en que Yolanda Díaz y sus cuates irrumpan con un resultado más que digno.
Elecciones y encuestas: Feijóo y PP necesitarán acuerdos con VOX
En el PP, apoyándose en las encuestas, se respira mucha confianza y tienen claro que Alberto Núñez Feijóo va a tener mucha presencia. E incluso en algunas comunidades valoran como positivo que José María Aznar y Mariano Rajoy participen en más de un acto importante, con la intención de dar una imagen de unidad. Pensando en las generales, si nos atenemos a los antecedentes, Feijóo tiene difícil la victoria. Lo habitual es perder al primer intento. Felipe González no la consiguió ni en 1977 ni en 1979. José María Aznar no lo consiguió ni en 1989 ni en 1993. Almunia en el PSOE tampoco en el 2000 ni Mariano Rajoy en 2008.
Y por supuesto Sánchez ni en 2015 ni 2016. Ni Casado en las dos convocatorias de 2019. Ganarle a un presidente en ejercicio de su cargo que pretende salir reelegido solo lo consiguió José María Aznar en 1996. Con Felipe González agonizante y rodeado por la corrupción y el crimen de Estado. Además con un resultado apretadísimo.
El resto de los cambios en la presidencia del Gobierno han sido consecuencia de la no comparecencia del presidente. Y en el caso de Sánchez por la moción de censura en la que Mariano Rajoy no quiso siquiera dar la mínima batalla. O sea, que sería muy novedoso que Feijóo lo consiguiera a la primera. Y tendría, que duda cabe, enorme mérito si lo consigue.
Es evidente que el 28-M, y en las generales, quien vote a Sánchez tendrá claro que vota también por sus compañeros de viaje en esta legislatura. O sea, por Bildu y Otegui, Esquerra y Rufián. También por el resto de los apoyos de extrema izquierda y antisistema que ha tenido este Gobierno.
Feijóo y el PP compiten además con la dificultad de saber que lo lógico es que no haya mayorías absolutas. Necesitaran acuerdos con Vox, que no se lo pondrá fácil y sabiendo que Sánchez utiliza sin rubor todos los medios públicos a su alcance en beneficio propio. Dispone además de Radio Televisión Española a todas horas. De El País y la SER de modo incondicional y de tantos otros medios bien regados de publicidad institucional a cambio de apoyar a quien les paga con dinero público buena parte de su fiesta privada. En Vox están convencidos de que van a obtener buenos resultados. Tienen claro que allí donde les necesite el PP tenderán la mano para un acuerdo, pero con compromisos programáticos ineludibles.
Las encuestas apuntan a que el PSOE puede perder comunidades importantes
La semana pasada un dirigente de Vox me decía que “Podemos no logró acabar con el PSOE como partido hegemónico de la izquierda, pero Vox quizá esté cerca de serlo en la derecha, porque el PP sigue con sus complejos y sin librarle a la izquierda la batalla cultural y de las ideas perderá apoyos. No caben medias tintas. Hay que mojarse, derrotar a Sánchez. Habrá que derogar muchas leyes, pero el discurso del PP se acaba ahí. Y a los ciudadanos hay que decirles lo que se va a construir una vez derogados los desastres de Sánchez y compañía.
Pero el PP no tiene programa serio. Y Feijóo en muchas cosas, como en los asuntos de la lengua, cuando gobernó en Galicia llevó a cabo políticas iguales a las de los nacionalistas. Con nosotros eso no cabe. Allí donde nos necesiten nos tendrán. Lo que nos preguntamos en Vox es si Feijóo estaría dispuesto a ser vicepresidente de un Gobierno presidido por Abascal”.
No me dedico a la sociometría, pero las encuestas independientes apuntan mayoritariamente a que el PSOE puede perder el 28-M ayuntamientos y comunidades importantes. Mi impresión es que si esto sucede Feijóo se acercaría a una victoria en las generales que sería histórica, aunque necesitara a Vox para gobernar.
Los tres partidos del Gobierno, PSOE, Podemos y Sumar cada día aportan argumentos para pensar sensatamente que van a perder votos. No parece que tantos como para que el PSOE siga los pasos de los socialistas franceses, italianos o griegos, desaparecidos ya o convertidos en partidos residuales. Solo el Partido Socialista Portugues se defiende, porque no se ha coaligado con los comunistas y sigue siendo fiel a los postulados socialdemócratas que les dieron la victoria durante tantos años a tantos PS en Europa tantos años.
En cualquier caso, no hay duda de que el 28-M los españoles nos jugamos mucho. Y no digamos en las generales de diciembre. Desde la mayoría absoluta más estéril jamás conocida, la de Mariano Rajoy, en la que no acometió las reformas prometidas que reclamaba el país, la situación ha empeorado notablemente. La regeneración democrática es urgente. Los ciudadanos españoles decidirán con su voto lo que consideren. Esperemos que acierten, cosa que no siempre sucede, y a la vista está.