Cientos de miles de personas se manifestaron el pasado domingo 12 de febrero en Madrid para protestar por la degradación de los servicios de la atención primaria y para pedir que se resuelva cuanto antes la pérdida de calidad de nuestra sanidad pública. Las protestas también se dieron en masa en Santiago de Compostela ese mismo día. Y en Salamanca, por ejemplo, ya se produjo algo similar el pasado 29 de enero.
En Tenerife, la protesta se celebró el 14 de febrero. En ella se criticó que los profesionales sanitarios estén firmando contratos de 9 meses en lugar de otros de estabilización de 3 años. Además, que, en la práctica normal, suelen rubricarse por días o meses sueltos. O en Valencia, por ejemplo, los sanitarios amenazan con paros todos los lunes hasta el próximo mes de mayo. También en otras regiones como Baleares o Murcia los representantes sindicales han mantenido reuniones con sus respectivas consejerías en los últimos meses para evitar paros indefinidos como el que se mantiene en la Comunidad de Madrid desde el pasado mes de noviembre.
En todas las protestas, encuentros e intentonas de acuerdos, se reclaman mejoras en la atención, mayor número de contrataciones de personal sanitario y mejores condiciones laborales. En resumen, una mayor atención a la Sanidad que nos atiende a todos.
Con todo esto sobre la mesa, Madrid fue el epicentro de las protestas una vez más. Y en la manifestación que el pasado domingo llenó las principales arterias de la ciudad, hasta acabar en Cibeles, se reclamaba una solución ante la progresiva degradación que está sufriendo la Sanidad pública en España. Acudieron médicos, enfermeras, enfermeros y pacientes de muchas partes del país y en numerosas pancartas se leía el claim “Sanidad pública de calidad”.
Se protestaba también por la reducción en los tiempos de atención en consulta, como así por las largas listas de espera para muchas especialidades. Algunos manifestantes gritaban “Ayuso, dimisión”. Eso sí, a sabiendas de que el problema de la Sanidad Pública no se encuentra únicamente en la Comunidad de Madrid. Es algo que se extiende a lo largo y ancho de nuestra geografía.
Errores en la sanidad que destrozan vidas
Si no, no se puede entender que casos como el de la pequeña Emma, fallecida en Valencia por una peritonitis, continúen ocurriendo en pleno siglo XXI. Emma, de 12 años acudió con sus padres hasta tres veces a Urgencias por fuertes dolores abdominales. En todas las ocasiones regresaron a su domicilio sin una prueba que determinase qué le ocurría a la niña. “Un virus o dolores por su primera regla” es todo lo que la familia obtenía tras su paso por los mostradores. Hasta que finalmente, tras una semana de intensos dolores, la pequeña falleció a causa de la peritonitis purulenta y una infección que acabó extendiéndose por la sangre. Ahora la familia quiere denunciar a la Conselleria de Sanidad valenciana por mala praxis.
No es un caso aislado. En 2021 saltó a la luz el caso de una mujer que murió en Majadahonda (Madrid) por una confusión del SUMMA 112, a donde sus hijos llamaron para solicitar hasta en tres ocasiones una UVI móvil que no llegaba. O en 2022, el de un hombre que falleció en los servicios de urgencias de Martorell, tras pasarse varias horas esperando a que le atendieran. La “presión asistencial” del centro no facilitó que los sanitarios pudieran atender al paciente, aquejado de fuertes dolores en el pecho.
En la Comunidad de Madrid, hasta hace pocos días, en los centros de salud podían encontrarse hojas de firmas para “salvar la atención primaria”. Hoy las consultas ya no cuentan con estas hojas por orden expresa de la Consejería de Sanidad. Ha pedido que no se compartan ni en las consultas ni durante la jornada laboral. Los sanitarios de la atención primaria, medicina y enfermería, llevan en huelga desde el pasado 21 de noviembre. Y no se ve atisbo de una negociación que haga volver a la normalidad la atención en los centros de salud en Madrid.
Y desde la Consejería se recuerda que “de conformidad con la legalidad vigente, no está permitida la utilización de las instalaciones de Primaria para actuaciones distintas a la prestación del servicio sanitario en beneficio del paciente”. Pero en huelga, con menos profesionales por turno, por consulta, por sala, con menos atención, el paciente acaba saliendo con más malestar del que tenía cuando entró. Por las esperas, la poca atención y la escasa solución que se lleva a su casa de vuelta.
Huida de pacientes y de profesionales sanitarios
La preocupación por la sanidad ha aumentado enormemente en los últimos años. Constituye ya la segunda preocupación de los españoles según datos del CIS, solo por detrás de la crisis económica. Ambas preocupaciones se retroalimentan y son muchos los que dicen hacer “un esfuerzo” para pagarse un seguro privado sanitario que les permita acceder a un especialista sin tener que formar parte de las tediosas listas de espera en la pública.
De hecho, en datos, se sabe que más de 10 millones de españoles cuentan en la actualidad con doble cobertura. La de la sanidad pública pero también la de la privada. Además, los casi dos millones de funcionarios de nuestro país tienen también seguro de sanidad privado. Y de hecho España es el segundo país con el gasto sanitario privado más elevado de la OCDE (superando el 29%).
A la vez, el baile de cifras se produce también a nivel interno, en el propio sistema sanitario. Según los últimos datos, la Sanidad pública en nuestro país perdió alrededor de 4.200 trabajadores en el último año. Por el contrario, la privada ganó más de 9.000. De hecho está aumentando su cuota de mercado porque muchos pacientes optan por pagar un seguro privado que pueda atenderles en tiempo y forma porque en su centro de salud o su hospital no encuentran la solución que desearían. La Sanidad privada gana terreno y aprovecha la coyuntura para crecer. En detrimento de la pública, a la que no parece que se le asignen los recursos que necesitaría para dejar de desangrarse.
Nuestra sanidad, ¿una de las mejores?
Desde el final de la pandemia, la Sanidad pública en nuestro país se ha visto muy debilitada. Y cada día muestra más las deficiencias que tiene el propio sistema en España. Se trata de las malas condiciones de trabajo y poco personal. Con esta situación muchos profesionales optan por salir a trabajar al extranjero pues las condiciones laborales y salariales que encuentran en España no cubren sus necesidades.
Y de pronto, frente a los titulares que difunden las multitudinarias manifestaciones pidiendo una solución para la sanidad pública, las protestas de las mareas blancas que se expanden por todo el país, las huelgas en los centros de atención primaria… salen también a la luz informes como el que publicó este pasado lunes 13 de febrero la Comisión Europea. En él se sitúa a la sanidad madrileña como una de las más competitivas de toda Europa. Con una puntuación de 99,6 sobre 100, solo superada por Estocolmo. Cataluña, La Rioja, País Vasco o Navarra, por este orden, son también valoradas rondando el 90.
Con lo cual, el resultado de la ecuación se torna sencillo para cualquier persona que se precie por considerarse paciente o receptor de los servicios sanitarios de nuestro país, antes que votante o miembro de un partido político determinado. Porque la Sanidad es cosa de todos, se sea del color que se sea o se vote a lo que se vote. Si en el caso de la madrileña, la sanidad es una de las mejores de Europa, ¿por qué no emplear todos los recursos que estén a su alcance para seguir haciéndola grande? Porque de nada sirve protestar si no se cuida desde dentro. De nada sirve presumir de ella cuando no se ponen herramientas para potenciar su crecimiento. Nos acordamos de la sanidad cuando enfermamos. No permitamos que enferme ella también.