Hace 60 años, el 5 de junio de 1962, se celebró en Múnich una reunión del Movimiento Europeo que supuso el final efectivo de la guerra civil española. La reconciliación entre los españoles y la primera piedra del advenimiento de la democracia en España. El franquismo con sus medios de cabecera lo denominó “El contubernio” de Múnich. Así le sigue denominando la mayoría aún hoy. No me gusta emplear ese término porque es muy peyorativo. Además lo sucedido en Múnich solo puede considerarse ejemplar y positivo. Conozco bien el asunto porque tengo el honor de ser hijo de uno de los asistentes en Múnich que pagó un alto precio por ello.
A esa reunión asistieron más de 100 políticos españoles de diferentes ideologías, del exilio y en su mayoría del interior. Allí se sentaron las bases de lo que debiera ser un régimen nuevo basado en las libertades y en el respeto a los derechos humanos. En Múnich se aprobaron unas conclusiones. Evidentemente quienes allí acudieron no pensaban que iban a derrocar al dictador. Aunque eran conscientes de que estaban colocando la primera piedra para la democratización de España, el fin del aislamiento y la entrada en la Unión Europea.
Hasta 1962 los actos de oposición a Franco se celebraban sobre todo en el exterior, fuera de España. En la Asociación Española de Cooperación Europea con sede en la Gran Vía de Madrid, se gestaron buena parte de los actos de resistencia a la dictadura. Y se gestó la participación en el Congreso de Munich, consecuencia de muchos esfuerzos de políticos de diferentes ideologías empeñados en marcar un camino para la democratización de España.
En Múnich comenzó todo…
La dictadura reaccionó con violencia contra ellos. Yo era un niño pero recuerdo perfectamente escuchar en la radio y leer en periódicos terroríficos insultos contra los asistentes. Era una campaña feroz contra ellos. Llegué a escuchar y leer “horca para los traidores”. Me aterraba pensar que pudieran ahorcar a mi padre Jaime Miralles. Fue uno de los pocos que le anunció por escrito al Gobierno franquista que iba a asistir a Múnich. Algunos de los que escribían editoriales en los diarios franquistas hoy dan lecciones de democracia en medios controlados por el establishment. No me parece mal que estén y escriban, solo faltaría, pero me repugna mucho de lo que dicen conociendo sus biografías.
Al dictador no le interesaba la reconciliación entre los españoles sino el mantenimiento del conflicto. Y reaccionó con especial furia contra quienes habían viajado desde España. Por eso decidió suspender el artículo 14 del Fuero de los Españoles, y a algunos de ellos les deportó durante un año a las islas canarias más alejadas y abandonadas. Jaime Miralles fue enviado a Fuerteventura junto a Joaquín Satrústegui, Jesús Barros de Lis y Fernando Alvarez de Miranda.
En mi familia fue un año durísimo. Mi madre tuvo que afrontar sin ingresos el mantenimiento de diez hijos, yo el pequeño de ellos. Y en ese año se terminó de forjar en mi familia un espíritu democrático, luchador y rebelde frente a las injusticias. Este espíritu perdura hoy en día y perdurará por generaciones. El ejemplo paterno y materno fue supremo. Tuvieron que pasar aún 13 años hasta la muerte del dictador y el restablecimiento de la democracia con Juan Carlos de Borbón como Rey tras la polémica renuncia de su padre Don Juan III. Y dos años más hasta que se celebraron las elecciones de 1977 y la elaboración de una nueva Constitución.
Los de Múnich nunca dejaron de ser perseguidos por la dictadura con extrema dureza. Ellos y quienes formamos parte de sus familias lo llevaremos siempre con orgullo porque tuvieron un comportamiento ejemplar en la defensa de las libertades. En Múnich comenzó todo. Por eso creo que debemos dejar de hablar de Contubernio. Aquello fue una reunión de demócratas empeñados en superar una contienda civil y acabar con una dictadura. No se me ocurre tarea más noble y ejemplar en la vida. Para mí fue un ejemplo fantástico pese a la dureza de ver sufrir a mi madre para sacarnos adelante y padecer un año sin la presencia paterna.
Y además…
* Lo adelantó Salva Sostres en ABC y he podido confirmarlo con mis propias fuentes de información. Nasser Al-Khelaifi, presidente catarí del Paris Saint Germain, convenció en febrero a Aleksander Ceferin, presidente de la corrupta UEFA, para que la final de la Champions se jugara en Paris, no en el estadio del PSG, sino en Saint Denis, para que la cosa no cantara en exceso. Al-Khelaifi empeló los habituales argumentos catarís que el sobrecogedor Ceferin recibió encantado. El 15 de febrero el Real Madrid había sido derrotado por el PSG en el partido de ida de los octavos de final. Comenzó la guerra de Ucrania y por ello era evidente que la final no podría jugarse como estaba previsto, en San Petersburgo. Al-Khelaifi se veía ya con su equipo en la final y ganador. Deseaba, en sus sueños de pobre grandeza, ganar la Champions en su casa.
Ceferin, deseoso de perjudicar al Real Madrid y agradecido por el obsequioso catarí, aceptó la propuesta pese a que la alcaldesa de París, Ana María Hidalgo, le advirtió de que el Estadio de Saint Denis no estaba en la mejores condiciones para celebrar un evento de ese nivel y de que el propio barrio de Saint Denis era un foco de peligrosa delincuencia. Pero Al-Khelaifi y Ceferin movieron todos los hilos necesarios, Macron incluido, y lograron su propósito. Después del desastre, el Gobierno francés y la corrupta UEFA han anunciado la apertura de una investigación, mientras que el Real Madrid, tarde pero bien, ha exigido responsabilidades a Ceferin en defensa de sus socios y aficionados.
La investigación de la EFA y del Gobierno francés es evidente que va a quedar en nada. Al-Khelaifi y Ceferin antepusieron sus miserables intereses a la seguridad de los asistentes. Ahora Macron, en puertas de unas elecciones legislativas, tiene un serio problema. Y ojo que en 2024 se celebran en Paris unos Juegos Olímpicos cuya inauguración está prevista en Saint Denis. Menos mal que las sucias manos de Ceferin y Al-Khelaifi no organizan los Juegos. Pese a ello Saint Denis es un problema serio para Francia, cuyas autoridades se niegan a asumir errores y se empeñan en descargar la responsabilidad en los aficionados ingleses, que tuvieron un comportamiento ejemplar.
*Dolores “Lola” Delgado, la Fiscal General del Estado, es un no parar. La pareja penúltima es desafiar al Tribunal Supremo planteando el nombramiento de un fiscal de menores que ya fue anulado por el Supremo por no atenerse a Derecho. Pese a que el currículo del fiscal era infinitamente peor que el del resto de los aspirantes, Delgado le eligió porque forma parte de la Asociación afín a la Fiscal General. O sea que Delgado opta, no por la cualificación profesional, sino por “uno de los nuestros”. Cuatro años se han cumplido de la llegada al Gobierno de Sánchez, que tiene en la Fiscal General a una servidora del Gobierno y no del Estado, que se la bufa.