LOS MARAVILLOSOS REYES

Celebro la Epifanía cada año con ilusión renovada. Ser el pequeño de 10 hermanos y llamarse Melchor marca. Desde niño he vivido la Navidad con cierto sentimiento de nostalgia, pero el 6 de enero, festividad de la Epifanía o día de los Reyes Magos es otra cosa. En breve voy a ser abuelo. Soy un veterano de la vida, curtido en mil batallas.

Y gracias a Dios y a mi familia aprendí de pequeño también que cada día de cada año hay que acostarse con la misma ilusión en la espera del nuevo día con la que nos acostamos el 5 de enero, porque cada día nos trae maravillosos regalos que muchas veces no somos capaces de apreciar. Y desde que hace 6 años pasé la noche de reyes en un hospital al borde del precipicio valoro cada amanecer y cada atardecer como lo que valen, oro, incienso y mirra.


Nunca fallan los Reyes Magos

Vivo con ilusión, y cada año, antes del 31 de diciembre, deposito en un buzón de Correos (siguen existiendo) una carta dirigida a los Reyes Magos, con su sello (también están más caros) y con remite claro. Antes de acostarme el 5 dejo leche y algo de comida para los Reyes y sus camellos y los zapatos claro. Y compruebo al levantarme el 6 si huele a camello, y me acerco a la puerta del salón despacio, y abro la puerta con ilusión. Nunca me fallan. Este año tampoco.

Como sucede desde que nacieron mis hijos, el pasado sábado olía a camello en mi casa, y aparecieron mis regalos, sí, mis hijos Jacobo y Julia, Julia y Jacobo, con Javi y Nicole y este año con Alvaro, que está a punto de llegar. Y se produce un estallido de amor. Nos abrazamos muy fuerte, nos besamos con amor del bueno y tomamos el roscón con chocolate (este año se me quemó un poco, pero sabía a gloria). Nos acercamos a los zapatos, y abrimos lo que nos han dejado Melchor, Gaspar y Baltasar. 

Cada día del año doy graciasa Dios por la vida por tantas cosas maravillosas que me da. Cada día valoro el amanecer, el respirar, el comer, el tener un techo, el tener un ejército indio de familia y amigazos que nunca fallan. El sábado celebré la suerte que tengo de tener dos hijos tan maravillosos que llenan todo de amor del buenísimo, la mejor medicina y gasolina para seguir peleando con entusiasmo la vida.

Nunca me fallan los Reyes Magos. Mi carta siempre es corta, y siempre les pido lo mismo. Y no me fallan los Reyes, los maravillosos Reyes. Por eso quiero darles las gracias públicamente. Sí, habéis acertado, mis Reyes son mis hijos. Por eso cada amanecer en mi casa huele a camello y hay regalos, porque vivo solo y nunca estoy solo. Gracias, Reyes, gracias, hijos míos.


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