LA POLÍTICA, EL ODIO Y LAS AGALLAS

Pablo Iglesias ha vuelto por sus fueros. En lo que en Podemos llaman “la uni de Otoño”, se ha dirigido al PSOE. Les dice que ellos no están para apoyar unos Presupuestos del Estado con aumento del gasto militar, ni sus conchabeos con la derecha. La peña aplaudía a rabiar. Y añadió para lo que si están los de Podemos: “para reventar a la derecha española y a sus activos políticos, para llegar a donde sea necesario. Pero para eso hay que tener agallas”.

Iglesias, un político fracasado, cercano siempre a los regímenes que detestan la libertad y persiguen a los ciudadanos, sabe lo que significan esas palabras. “Reventar”, “hasta donde sea necesario”. No desea ganar unas elecciones y gobernar, no. Quiere liquidar violentamente al adversario. En España ya sabemos lo que es llegar hasta donde sea necesario. Y creo que la mayoría de los españoles no queremos que se repita una guerra civil como la que vivieron nuestros padres.

Pablo Iglesias siempre se ha sentido cómodo junto a quienes practican la violencia. Lo mamó en su casa

Habla de tener agallas. Para lo que hay que tener agallas es para actuar en política con coherencia y defender la libertad. Y Pablo Iglesias ha acreditado que no las tiene. Afeaba a los políticos de derecha vivir en buenos chalets mientras él vivía en un humilde piso de Vallecas y en cuanto llegó al poder se compró un chaletaco, presuntuoso y muy hortera, en Galapagar. Y siempre encuentra hueco para apoyar a los regímenes totalitarios.

Siempre se ha sentido cómodo Iglesias junto a quienes han practicado la violencia. Lo mamó en su casa porque su padre fue miembro de la organización terrorista FRAP, que reivindicaba sus acciones como respuesta revolucionaria a la violencia fascista. No tiene culpa Iglesias de lo que hiciera su padre, pero lo que se mama en casa ahí queda.

Yo no quiero reventar a nadie. Quiero vivir en un país libre en el que se pueda debatir y discrepar en paz

El Gobierno sanchista, siguiendo la estela del de Rodríguez Zapatero, ahonda en la fractura de la sociedad española y estimula el enfrentamiento entre nosotros. Y lo está consiguiendo. En la última semana he acudido a dos actos políticos de la derecha en los que he percibido entre los asistentes también odio.

Yo no quiero reventar a nadie. Quiero vivir en un país libre en el que se pueda discrepar y debatir en paz. No practico el odio. El sábado escuché: “No hay un socialista bueno” y sentí tristeza. Y me entristece también escuchar a Iglesias. En todos lados hay buenos y malos, valientes y cobardes.

Iglesias no me da miedo. Esta peña cuando van a reventar a alguien va en manada. Solos no tienen agallas

Pablo Iglesias no me da miedo. Ninguno. Entre otras cosas porque esta peña cuando va a reventar a alguien es en grupo, en manada. Solos no tiene agallas. Sí me da miedo que este clima que respiramos lleve a que un día salte una chispa y terminemos mal.

Yo mamé en mi casa que los españoles ya han odiado bastante. A mi padre no le gustaba hablar de la guerra civil ni de los asesinados en la familia. Siempre nos decía que nunca odiáramos a nadie, que buscáramos la reconciliación entre los españoles.

A mi padre le persiguió la dictadura de Franco. Con 14 años vi a mi padre encarcelado en Carabanchel. El día que murió Franco gentes de nuestro entorno lo celebraron. Escuché a mi padre decir: “En esta casa no se celebra la muerte de nadie”. Y llevo a gala el consejo de mi padre. Sí había alegría porque fuera a terminar la dictadura. Y mucha.

Para odiar no hacen falta agallas. Si se necesitan para enfrentarse cara a cara, con la palabra, a los odiadores

Para odiar no hacen falta agallas. Si se necesiten para enfrentarse cara a cara, con la palabra, a los odiadores, porque los que quieren reventar y llegar hasta donde haga falta con los diferentes puede que algún día lo hagan. Y ya sabemos, insisto, como empieza eso y como termina.

Me repugnan las palabras de Pablo Iglesias y su comportamiento, pero no le odio. Y analizada su carrera política, sus fracasos estrepitosos, bien haría en retirarse en su chaletaco con su familia y dejarnos tranquilos a los que aspiramos a vivir en paz, sin chaletaco o con chaletaco, a coincidir o discrepar en paz, a votar o no votar en paz. A criticar o alabar a los gobiernos según creamos, en paz. No necesitamos profetas del odio como Pablo Iglesias, porque sabemos a dónde nos llevan. Y no queremos volver. Al menos yo. Necesitamos políticos con agallas para actuar honestamente, respetando las reglas de la democracia. No necesitamos bocazas cobardes regando odio para tratar de conseguir sus objetivos.

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