Más allá de los mensajes motivadores de Mr Wonderful y otras marcas similares, vivimos en un mundo en el que se suele desechar lo positivo por lo práctico. Un mundo donde se considera que impulsarse gracias al poder de las sonrisas es de blandos, pero es todo lo contrario. Expertos en neurociencia se han dado cuenta de que usar afirmaciones positivas ayuda a crear nuestras bases neuronales para el bienestar.
¿Esto qué significa? Simple y llanamente que ver el vaso medio lleno en lugar de a punto de vaciarse no es creer “por encima de nuestras posibilidades”, sino ayudar a nuestro cerebro a que utilice el mejor combustible para continuar su marcha: el de lo positivo. Desechando por supuesto esa «mala onda» de la que hablan los argentinos y que es la responsable de la parte más tóxica y oscura de nuestro pensamiento.
Y aunque el refranero español diga “Quien bien te quiere, te hará llorar”, basta poner en práctica esto del “pensamiento positivo, nunca negativo” que decía Louis Van Gaal para darle la razón a la neurociencia. Optando entonces por aquello que de verdad impulsa y motiva: una sonrisa, una palmadita en la espalda dada de forma sincera y un «venga, que tú puedes», aunque sea uno mismo quien se lo diga en bajito.
Inundémonos de pensamientos de agradecimiento
Cuando siendo niños las madres nos dicen que no hay nada más importante como pedir las cosas por favor y dar las gracias, nos enseñan normas básicas de educación, con las que probablemente hagamos más agradables nuestras relaciones sociales y también, el mundo que nos rodea. Pero también nos están entrenando para que preparemos nuestra mente hacia el agradecimiento. Que reforcemos esa parte blandita de nuestro órgano pensante y de verdad hagamos más agradable el mundo en el que vivimos y del que somos parte.
Los neurocientíficos hablan de la “Neuroplasticidad dependiente de la experiencia”. Pero esto no es otra cosa más que dejar aflorar capacidades que llegan a ser placenteras como la gratitud, la resiliencia, la empatía, la comprensión y la guinda del pastel: la felicidad. Esta neuroplasticidad dice que todos somos capaces de preparar nuestro cerebro de la manera que queramos para que en nuestras acciones, el reporte que recibamos sea el de una larga lista de sensaciones como la seguridad, la confianza, la aceptación, la satisfacción y la paz interior.
Y si los nutricionistas cuentan que somos lo que comemos., los neurocientíficos afirman y confirman que somos lo que pensamos. Actuamos conforme nos dicta nuestro cerebro. Y éste camina con el combustible con el que vamos alimentándole a cada minuto: puede ser con pensamientos positivos pero también con otros muy tóxicos y oscuros que irremediablemente hacen que nos acabemos estresando, preocupando a veces por cosas que ni siquiera ocurren aunque podrían ocurrir. O que con temor, no demos pasos que de otra manera sí podrían satisfacernos. “Lo que pensamos acerca de una situación, cambia nuestro estado de ánimo”, indica el Dr. Joseph M. Carver. Esto es así porque “los pensamientos cambian la química del cerebro”.
Claves para cambiar el estado de nuestra atención
Otros neuropsiquiatras como el Dr. Jeffrey Schwartz, dan incluso las 4 claves para cambiar el estado de nuestra atención y por tanto, nuestro cerebro:
1. Reetiquetar: Antes de creernos aquello que pensamos, podemos parar y valorar si eso que vemos es tal y como lo vemos o merece una valoración distinta
2. Reasignar: Al ser conscientes de lo que vemos y de lo que pensamos, ¿no merece la pena volver a etiquetar aquello que vemos, que vivimos o que sentimos una vez tomada una distancia prudencial?
3. Reenfocar: Respondiendo a la pregunta “¿qué puedo hacer al respecto?”. O lo que es lo mismo, ¿cómo puedo situarme yo frente a lo que veo, lo que pienso o lo que vivo?
4. Revalorizar: Antiguos pensamientos que han ido pasando por esta reasignación, acaban convirtiéndose en falsedades o teniendo poco sentido en la nueva realidad en la que nos situamos. Por lo que vemos el mundo con otros ojos. Hemos dado “la vuelta a la tortilla” a nuestra realidad y somos conscientes de que podemos cambiar nuestro mundo si modificamos también la mirada sobre él.
Al final, es valiente quien se atreve a conocerse a sí mismo. Y quien se adentra en sus pensamientos y se esfuerza por cambiarlos, volviéndolos más amables. Tal vez no sepa que haciendo esto, contribuye también a dulcificar las relaciones que tiene con el resto del mundo. Estará haciendo más agradable su estancia, su permanencia en la sociedad en la que vive y su vida más feliz.