La DGAIA (Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia) es un organismo autónomo de la Generalitat de Cataluña, que depende del Departamento de Igualdad y Feminismos. Su principal misión es garantizar la protección, el bienestar y los derechos de los menores de edad en situación de vulnerabilidad o riesgo en Cataluña. Se encarga de coordinar las políticas de protección infantil, gestionando los casos de menores que están bajo tutela pública debido a situaciones como abuso, negligencia, desamparo o problemas familiares graves. Además, tiene la responsabilidad de ofrecer servicios de apoyo a niños, niñas y adolescentes que se encuentran en situaciones de desprotección o que han sido víctimas de malos tratos, abuso sexual, o explotación.
Todo lo anterior es sólo en la teoría. En la práctica la DGAIA es el paraguas bajo el que se producen las aberraciones más inimaginables sobre niños sobre los que ostentan su guarda o tutela. La niña víctima del Pelycot catalán debiera ser la gota que colma el vaso. Aunque no lo será.
La DGAIA, el IMAS, Madrid, Asturias… y la mafia de la protección de menores suma y sigue
Allá donde miremos hay menores que deberían estar siendo protegidos por la Administración, pero que son violados bajo su tutela. Y mientras tanto hay gente forrándose a costa de los cuantiosos ingresos que proporciona tutelar un menor. Declarar niños en desamparo de sus padres se ha convertido en una mafia. Una mafia que hace aguas ya por todas partes. Bajo todos los gobiernos autonómicos. Sin excepción. El horizonte más probable de cualquier niño o niña que acaba en manos del Estado es la agresión o la explotación sexual. Es un hecho. Pero no es lo más terrible lo que hace la Administración…
Los políticos apestan decimos. Somos la sociedad los que apestamos. Los que leemos diariamente en prensa infiernos tan horrorosos como el sufrido por la niña del Pelycot catalán… Y seguimos con nuestras vidas como si nada. Que los servidores públicos responsables de desproteger a tantos niños no nos tengan miedo es un fracaso colectivo. Una sociedad un poco menos civilizada pero seguramente más sana ya habría prendido fuego a la DGAIA y al IMAS. Pero la triste realidad es que apestamos. Nosotros, no los políticos. Que están ahí porque ahí les pone gente que apesta… Y no pasa nada.
