Juan Carlos Monedero, fundador de Podemos, señalado como agresor sexual tras salir a la luz múltiples denuncias que su partido conocía y silenció. ¿Quién lo iba a decir, no? Esta ironía es el epílogo de una burda función teatral que pretendieron vendernos como realidad y a base de escándalos toda la tramoya se ha quedado a la vista del público. Pero créanme que habrá quien siga tragando con la ficción a pesar de todo.
Que el feminismo radical institucional es un negocio multimillonario está a la vista de todo el mundo desde hace ya mucho tiempo. Pintar un escenario de mujeres todas víctimas y seres de luz contrapuestas a hombres todos potenciales violadores y encarnación del mal es la gasolina con la que infinidad de chiringuitos llevan forrándose más de 20 años al tiempo que hacen crecer las cifras de violencia sobre las mujeres. Y de ese modo reclaman aún más dinero, con el que trabajan para cronificar aún más el problema (aunque nos pretenden vender lo contrario) en una espiral diabólica sin fin.
La farsa progre feminista en paños menores
La representación en estos últimos tiempos está llegando a unos niveles de esperpento insuperables. Iñigo Errejón, el adalid de «las denuncias falsas no existen» imputado por agresión sexual y declarándose víctima de una denuncia falsa. José Luis Ábalos, el feminista que votó por la abolición de la prostitución, pagando con dinero público a una puta de catálogo durante dos años. Ione Belarra, podemita que al calor de lo sucedido con su rival político de Sumar Iñigo Errejón dio este titular: «Muchas víctimas están rompiendo el silencio. Es el resultado del proceso feminista en España» y resulta que el silencio era ella cuando conocía lo que hacía el presunto agresor sexual de su partido Juan Carlos Monedero. Irene Montero, López Aguilar, Pam, Isabel García, Francina Armengol, Yolanda Díaz… Todo son vías de agua en un barco que se hunde sin remedio.
Las mujeres les importan nada. Les importa el poder que atesoran vomitando consignas ideológicas que no se creen ni ellos. A la vista está de los #metoo selectivos. De los #HermanaYoTeCreo selectivos. Los linchamientos y los silencios selectivos según convenga. Esto no va de defender a las mujeres, sino de servirse de ellas para imponer un relato demencial que les llena los bolsillos de votos y de dinero.
Juan Carlos Monedero devorado por el monstruo que alimentó
Tras el linchamiento de Errejón, todo indica que vamos a asistir en tiempo real al de Juan Carlos Monedero. Muchos seguro que se alegran. Opinarán que se lo merece por hipócrita y por impulsar esa trituradora de hombres que es hoy el feminismo radical institucional. He de decir que tanto Errejón como Monedero representan todo lo que yo desprecio. Aun recuerdo cuando en el programa de radio de José Antonio Abellán, el periodista propició una comunicación entre Monedero y yo para que el político diera voz a las víctimas de Kote Cabezudo. Monedero actuó como el miserable que es y las silenció. Pero yo no sólo no me voy a alegrar de que sea linchado públicamente, sino que me parece un error hacerlo. Alegrarse es seguir participando de la farsa.
Creo que la presunción de inocencia es un valor democrático que debiera ser sagrado, incluso para tipos como Errejón o Monedero. Creo que las denuncias de hechos delictivos tienen valor en una comisaría o en un Juzgado. En las redes sociales, que se están convirtiendo en inquisitoriales y nauseabundos patíbulos, todo lo contrario. Y creo que las mujeres conscientes debieran empezar a rebelarse contra esa etiqueta de pobres víctimas irresponsables que las asimila a discapacitadas o niñas no aptas para todo lo propio del adulto funcional que se les presupone. Porque ese trabajo incansable de las Montero y compañía para que se sientan víctimas de todo y de todos sin responsabilidad alguna de sus propios actos, también forma parte de la sibilina farsa progre. La parte más dañina de la farsa. La que verdaderamente tiene a tantas y tantas mujeres bien jodidas sin que lo sepan.